AGRO > BALANCE PRELIMINAR DEL LOCKOUT AGROPECUARIO
Todos los males de la economía no son atribuibles a la protesta del campo, pero los cortes de rutas de los productores aceleraron las peores tendencias.
› Por Claudio Scaletta
Hasta qué punto el autodefinido “campo” y sus clases auxiliares serán capaces de desestabilizar las instituciones democráticas es algo que se verá en los próximos meses. Muchos indicadores muestran, en cambio, que el daño económico de la protesta ya es bastante concreto.
Algunos economistas vinculados al modelo de los noventa se solazan describiendo el enfriamiento de la economía. Como suele suceder, construyen ideología partiendo de datos ciertos. Efectivamente, la primera de las leyes económicas, la de la oferta y la demanda, indica que la escasez, real o provocada, se traduce en aumentos de precios. Mayores precios, para los sectores de ingresos fijos, significa la adquisición de menores cantidades de productos. La demanda efectiva, en consecuencia, se resiente y con ella, aunque la secuencia no es inmediata, también la oferta.
En general, que se resienta la oferta significa menor demanda de factores productivos, como el trabajo, y lo que es particularmente grave en las economías modernas: un cambio global de expectativas. Cambiar la tendencia de las expectativas no es tarea fácil, pero 100 días de lockout amplificado por medios de comunicación, que describieron escenarios de caos, como si la economía estuviese en el 2001 luego de tres años de recesión y no en el sexto año de crecimiento a tasas históricas, lograron la proeza.
Mirando para atrás, es probable que la salida no sea complicada porque, a diferencia de las crisis verdaderas, aquí no hubo destrucción de activos. Sí, en cambio, inmensas pérdidas cuya factura en contante y sonante nunca llegará a los cuatro jinetes de la Mesa de Enlace.
En términos generales, los principales resultados de los más de tres meses de lockout son:
Freno en la recuperación del salario real debido a la mayor inflación.
Trade off negativo entre inflación y crecimiento (Ecolatina).
Caída en la confianza de los consumidores (UTdT).
Fin del sistema de financiación a 12 meses sin intereses.
Menores ventas en supermercados y shoppings (crecimiento interanual más lento según Ecolatina).
Menor dinamismo en la recaudación del IVA (Ecolatina).
Retrasos en las entregas de vehículos 0 km.
Caída global de ventas del 0,4 por ciento entre enero y mayo (CAME).
Falta de entrega de trigo para harinas destinadas a panificación (FAIM).
No sería intelectualmente honesto achacar al campo todos los males de la economía, pues nadie puede negar las tensiones distributivas que comenzaban a canalizarse a través de la inflación, pero hay pocas dudas de que las acciones de los piqueteros del campo aceleraron las peores tendencias. También que no serán estos piqueteros quienes paguen los costos sino, antes que nadie, los sectores asalariados. Finalmente, si la economía pisa el freno, ello afecta a todos salvo a un sector: aquel que obtiene sus ingresos exclusivamente de los mercados externos y, por lo tanto, puede darse el lujo de desentenderse del ciclo interno, más aún si consigue mantenerse impune por los daños provocados.
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