DESAFIOS Y POTENCIALIDAD DE LA INDUSTRIA TEXTIL
Preocupados por la importación china, empresarios del sector sostienen que con un tipo de cambio competitivo seguirían invirtiendo.
› Por Nicolas Scolnic
En 1973 Argentina decidió no adherir al Acuerdo Multifibras que establecía cupos de exportaciones desde los países industrializados. Esa posición afectó a la industria textil. En ese entonces, el gran tamaño del mercado nacional en relación con el resto de los países de la región preveía que Argentina pudiera marcar su propio rumbo, fuera de un acuerdo regional. Pero luego vino un largo período de políticas de desindustrialización a partir de la gestión de Alfredo Martínez de Hoz y el sector textil terminó hundido.
Recién con la salida de la convertibilidad, la actividad textil empezó a recuperarse. Entre mayo de 2002 y diciembre del 2003 creció 67 por ciento, la capacidad instalada pasó del 40 al 65 por ciento y se crearon 72.000 empleos. Fue el primer paso para reconquistar los 375.000 puestos de trabajo perdidos entre 1994 y 2004. En “Síntesis del desempeño de la cadena de valor de la agroindustria textil y de indumentaria (2002-2007)”, elaborado por la Fundación Pro Tejer, se indica que entre 2004 y 2007 continuó la expansión pero a un ritmo más moderado. En este período el sector creció un 21 por ciento con un uso de la capacidad instalada estabilizada en cerca del 80 por ciento. A la vez hubo un aumento del 22 por ciento en las exportaciones alcanzando los 187 millones de dólares, mientras que las importaciones se incrementaron en un 17 por ciento situándose en los 329 millones de dólares. Ese déficit en la balanza comercial sectorial generó un desaceleración del crecimiento. Entre el 2002 y el 2007 las importaciones aumentaron 36 por ciento, mientras la oferta interna aumentó 17: sólo el 40 por ciento del mercado doméstico es abastecido por la industria nacional.
Emilio Colombo explicó en el informe “La industria textil y el desarrollo”, de la Federación Industrial Textil Argentina, que en el primer semestre del último año se logró superar en un 20 por ciento la producción de los primeros seis meses de 1997, pico de producción de la década pasada. En los últimos cuatro años China aumentó sus exportaciones a la Argentina en un 936 por ciento. “Esto representa una amenaza para la industria nacional y constituye una competencia que disciplina a los empresarios locales, quienes se presentan cada vez más prudentes para invertir”, indica Mariano Kestelboim, economista de la Fundación Pro Tejer.
El empleo directo generado por el sector es de 466 mil puestos de trabajo, lejos todavía de los 568 mil de 1993 pero superando ampliamente a los 233 mil del 2002. El diferencial entre el 100 por ciento del aumento de puestos trabajo y el 119 por ciento de incremento en la actividad se explica por el crecimiento de la productividad, reflejando de todos modos una elasticidad actividad-empleo muy alta. Respecto de las inversiones, el sector acumula 3177 millones de pesos en el período 2002-2007: las maquinarias provienen fundamentalmente de Italia (20 por ciento), Alemania (16) y China (15).
El 1o de enero del 2005 caducó el acuerdo de Textiles y Vestimenta, que liberó por completo el comercio internacional, dejando a los países menos protegidos al acecho de los gigantes asiáticos: China, India y Pakistán. Los costos de producción de esas economías son muy inferiores a los del resto de las naciones productoras, en especial por los muy bajos salarios.
Según los empresarios del sector su actividad afronta desafíos por la disminución de la rentabilidad, la competencia de productos asiáticos, aumentos de salarios y escasez de personal calificado. “Hay un problema en el sector muy claro: debemos subir los precios por el aumento generalizado en los costos, pero a su vez hay que bajarlos para frenar las importaciones de China”, señala Kestelboim. A ese panorama hay que sumarle la falta de acceso al crédito, indicó. De todos modos, los empresarios se muestran optimistas sobre los niveles de inversión, producción y empleo si se continúa con la actual política macroeconómica de tipo de cambio competitivo y con la política comercial externa que combata la competencia desleal.
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