Los empresarios del campo volvieron al lockout. Dicen que esta vez no cortarán rutas y no desabastecerán las ciudades impulsando alzas generalizadas de precios. Desde el Gobierno sostienen que aprendieron de sus errores, que esta vez no habrá confrontación directa. La primera aproximación muestra a la dirigencia agropecuaria atrapada en su propia dinámica, en su particular microcosmos. La visión imperante es que el conglomerado que apoyó la lucha contra la 125 está intacto, que los inasibles sectores medios seguirán apoyando el reclamo por las ganancias corporativas y que los medios de comunicación volverán a cerrar filas tras la demanda sectorial.

El Gobierno parece más sosegado. Con retardo, muchos funcionarios leyeron las enseñanzas del pasado. En particular, haber permitido que la gran diversidad de actores que constituyen “el campo” se hayan unido en un solo bloque. También hay convicción en no subir la apuesta y, al mismo tiempo, seguir adelante en la presentación de nuevas propuestas de política sectorial. Ninguno de los planes que se evalúan en el Gobierno incluye tocar retenciones para cereales y oleaginosas. No se volverá a nada parecido al esquema de retenciones múltiples que fue rechazado junto con la 125. Este punto se considera innegociable.

Sí habrá nuevos programas de estímulo a la producción. También beneficios impositivos, pero, en todos los casos, los incentivos estarán atados al aumento de las cantidades producidas. Esto es lo que ocurrirá con el trigo y el maíz: se planean incentivos fiscales que comenzarán a operar a partir de que se alcancen determinados niveles de producción.

En el sector cárnico habrá más beneficios para el engorde a corral (feedlots), siempre atados a mayor producción. También se incentivará el engorde de los terneros Holando, que hasta ahora, por su menor rendimiento, se sacrificaban.

En el complejo lácteo es donde más alternativas se barajan. Se evalúan siete escenarios diferentes en función del cambio en los precios internacionales. Uno de esos escenarios considera la eliminación de las retenciones y de todas las compensaciones. El esquema es consecuente con los objetivos globales de la política sectorial. Si las retenciones buscaban separar el precio interno de los internacionales para no desabastecer el mercado interno, la continuidad de la baja de estos precios volvería innecesaria la separación. Y sin retenciones que las financien tampoco puede haber compensaciones. Los escenarios restantes son combinaciones de distintos niveles de retenciones y compensaciones frente a distintos precios internacionales.

Por el lado de los empresarios del campo hay problemas de lectura política. En particular parecen no haber advertido que el alivio que produjo el voto negativo del Senado a la 125 no fue por el regocijo del triunfo de la causa campera, sino por el hastío que, sin distinción de bandos, había provocado el conflicto. En segundo lugar, la mayoría de la población parece ahora más reticente a apoyar un reclamo cuyo carácter netamente corporativo es más claro hoy que en marzo. El nuevo lockout se produce además con un ciclo económico que da muestras de frenarse, marco en el que la demanda de un grupo de empresarios para que el Estado les solucione problemas de rentabilidad que deben resolverse en el mercado resulta casi inaceptable.

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