Dom 09.11.2008
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AGRO > EL DESVIO IDEOLOGICO DE LA FEDERACION AGRARIA

Discursos subvertidos

Líderes de FAA estuvieron junto a la derecha defendiendo privilegios del sector financiero, lo que invita a eludir la confusión de situar a “los federados” del lado del progresismo.

› Por Claudio Scaletta

Una columna de agro en un país esencialmente agroindustrial no debería ser espacio para consideraciones netamente políticas, más habiendo tantos circuitos regionales que claman por ser contados y cuya dinámica es extraordinaria, tanto cuando crecen como cuando dan respingos por los inminentes efectos de la crisis financiera internacional. Sin embargo, la política es a veces fuente de un malestar que se mete por las rendijas. También de nostalgia. Era “más lindo” cuando los representantes del campo hablaban de tecnología, de cómo habían conseguido empujar la frontera agrícola y volver a poner en marcha las economías regionales. Fue luego de que el régimen que defendieron con ahínco, la convertibilidad, llevara a estas mismas economías casi a su extinción. Pero no importa, los que salieron airosos de los ‘90 lo hicieron fortalecidos por la violenta concentración que mostró el ya viejo Censo Nacional Agropecuario de 2002 y, con el nuevo tipo de cambio y los mejores precios internacionales, aprovecharon las oportunidades que asomaban para los que tenían la escala suficiente.

El entusiasmo por tanto progreso estaba en el aire. En las exposiciones agropecuarias relucían las maquinarias para la agricultura de precisión. Las sembradoras de directa, los tractores guiados por sistemas de posicionamiento satelital, los sensores de suelos. La revolución tecnológica había llegado también a ese sector que los desarrollistas siempre miraron con desconfianza, como el lastre del modelo agroexportador que debía subordinarse y superarse. Pero allí estaban ahora los “hombres de campo” contándole a quien quisiera escuchar los beneficios de la biotecnología, la maravilla de plantar sin tener que arar y degradar los suelos, los aumentos de rindes y el menor uso de agroquímicos implícitos en el uso las semillas genéticamente modificadas. El futuro estaba aquí y de la mano del campo. Sin duda, las exposiciones no eran sólo ámbito de negocios, sino también verdaderas usinas de marketing sectorial. El “hombre de campo” ya no era aquel viejo absentista ocioso cantado en las novelas de Eugenio Cambaceres, sino un empresario dinámico que tenía un ojo en la tecnología y otro en las oportunidades del mercado mundial. Ya no se hablaba sólo de ganados y granos, sino de entramados agroindustriales, de industria aceitera, biocombustibles, industria alimentaria. Si uno dejaba hablar a algunos economistas, faltaba poco para no encontrar en los “hombres de campo” a la reencarnación misma del empresario shumpeteriano.

Pero el espejismo duró poco. Tanto trabajo de marketing se pulverizó en pocos meses. El sujeto urbano descubrió rápido que el sujeto social, exaltado por los suplementos sabatinos, era en realidad una rara avis. Que los grobocopatels son la excepción, no la regla. Que la regla son los energúmenos de Gualeguaychú, o si se quiere volver al estereotipo más clásico, los llambías o los biolcattis.

El malestar que viene de la política no surge del desacuerdo, de pensar diferente o de aspirar a mayores o menores alícuotas arancelarias, sino de los discursos subvertidos. Nadie debería enojarse por escuchar a un hombre de la Sociedad Rural increíblemente rico decir que determinado tributo afecta a los “pequeños productores”. Incluso hasta puede concitar hilaridad que un líder de la ultramontana CRA reivindique, cual manualcito procesista, que “la patria” fue forjada por “el Ejército, la Iglesia y el campo” ¡Nada menos! En cambio, que un líder de Federación Agraria llame a “desgastar” a un gobierno democrático provoca tristeza. Que otros referentes de la misma institución sigan llorando por la cajita perdida es un poco patético. Y que líderes de FAA estén junto a toda la derecha vernácula defendiendo los privilegios concedidos en los ‘90 al sector financiero indica, además de mezquindad política, que ya es hora de desterrar la confusión discursiva de situar a “los federados” del lado del progresismo.

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