EL BAUL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Como cualquier estudiante de Economía, en su momento tuve que estudiar las materias Microeconomía y Macroeconomía, basadas, respectivamente, en las doctrinas neoclásica y keynesiana, respectivamente, y soportes a su vez –en gran medida– de las políticas económicas liberal e intervencionista. Nunca los profesores de una u otra materia me detallaron cómo había sido la construcción histórica de las mismas, supongo que por no conocerla o por no estar seguros de su conocimiento, situación derivada de no haber cursado nunca la asignatura Historia del Pensamiento Económico, o si lo hicieron, por haber tenido como profesores a aquellos que enseñan lo que a ellos mismos les interesa y no lo que los alumnos necesitan. La Microeconomía proviene de una coincidencia multinacional, a saber, la publicación casi simultánea de las obras de Jevons (Inglaterra) y Menger (Austria) en 1871, y la de Walras (Francia-Suiza) en 1874. Antes de ellos hubo ciertamente precursores eminentes, como Cournot, von Thünen, Gossen, Dupuit y Jennings. Después de Jevons-Menger-Walras hubo también continuadores, como Launhardt, Böhm-Bawerk, Wieser, Edgeworth, Marshall, Fisher, Clark, Wicksell, Pareto, Pantaleoni y Barone. Tampoco se aclaró nunca cuándo y cómo se introduce esta rama de la economía en la enseñanza universitaria argentina. El primero que habla del tema fue Emilio Lamarca, profesor de Economía en la Facultad de Derecho, y lo hace para ningunear a Walras y al enfoque matemático de la Economía. Quien usufructuó el nuevo enfoque para definir los parámetros del transporte ferroviario del país fue Alberto Schneidewind, profesor de la Facultad de Ingeniería y traductor de Launhardt. En Ciencias Económicas este enfoque se presentó en 1918 en el seminario de Economía Pura, conducido por Luis Roque Gondra y Hugo Broggi, profesores de Historia del Comercio y de Estadística, respectivamente. Y se estableció como orientación oficial en 1920, al designarse a Gondra como profesor titular de Economía Politica. Un hito notable acaeció en 1923, cuando a raíz del fallecimiento de Pareto, Broggi disertó sobre la inconsistencia del modelo de Walras. En 1933 las obras de Gondra alcanzan su cima, con la obra Elementos de Economía Política, eclipsada por los sucesos anexos a la intensa depresión económica del momento, y a los que el neoclasicismo no ofrecía respuesta.
Acerca de la historia de la Macroeconomía y su proyección en la Argentina, y la influencia de Keynes en este país, existe una confusión no menor que la relativa a la Microeconomía. Debe primero aclararse de qué Keynes se habla, pues el economista inglés fue admirado por la universidad argentina ya antes de la Teoría General, cuando se le conocía como autor del Tratado sobre el Dinero. Cuando esa obra se publica las cátedras de Economía en el país –incluso la de Raúl Prebisch– todavía eran neoclásicas. El año de la inflexión es 1933, en que la gran mayoría de los países seguían en depresión. Cómo llegan las ideas keynesianas a la Argentina es un tanto curioso: en la segunda mitad de 1932 coinciden dos hechos, ambos derivados de la Gran Depresión: la reunión en Ottawa del Commonwealth inglés, que decide limitar el papel de abastecedor de carne al mercado inglés a sus colonias de Oceanía; y la reunión en Ginebra, sede de la Sociedad de las Naciones, de un grupo de notables al que se le encomienda la organización de una conferencia económica mundial en Londres, en junio de 1933. A esa reunión concurrió, invitado como experto, Raúl Prebisch. Paralelamente, el gobierno argentino formó una misión, encabezada por el vicepresidente de la Nación, Julio Roca (h.), para negociar en Londres el tema de las carnes, a la que se le ordenó sumarse a Raúl Prebisch, a comienzos de 1933. Ya en Londres, Prebisch tomó conocimiento de los artículos de Keynes en The Times, que luego se publicarían con The Means to Prosperity y que Prebisch consideró como una anticipación de la Teoría General. En ellos, Keynes propiciaba un enfoque de las finanzas públicas contrario al ortodoxo, lo que impresionó hondamente al joven Prebisch (en ese entonces, abril del ‘33, cumplía treinta y dos años), que regresó a su país después de la Conferencia (frustrada) de la Sociedad de las Naciones. Los nuevos ministros de Hacienda (Federico Pinedo) y de Agricultura (Luis Duhau) requirieron su colaboración. Entre los tres elaboraron el PAEN (Plan de Acción Económica Nacional), presentado el 28 de noviembre de 1933, y que, según Prebisch, “un plan keynesiano de expansión de la economía, controlando el comercio exterior con una política de cambios muy selectiva”. La influencia keynesiana se reveló cuando Prebisch, como gerente general del Banco Central, debió diseñar una política anticíclica en 1936-37.
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