Dom 04.01.2009
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AGRO > DESARROLLO DE LA INDUSTRIA DEL VINO ARGENTINO

En las mesas del mundo

El paradigma productivo local respondió a las señales del mercado internacional. Se acentuó la tendencia a una mayor concentración en la propiedad de la tierra.

› Por Diego Rubinzal

El vino argentino está jugando en las ligas mayores. En los últimos quince años, la actividad vitivinícola sufrió una intensa transformación. Desde comienzos del siglo XX, la vitivinicultura estuvo orientada a satisfacer la demanda interna de vinos básicos. Los periódicos desequilibrios entre la producción y la demanda motivaron una activa participación estatal tendiente a remediar los problemas de sobreproducción. La reconversión industrial realizada en la década de los noventa modificó ese escenario.

La adquisición de bodegas por parte de capitales internacionales (chilenos, norteamericanos, portugueses, franceses, españoles, holandeses, japoneses) y de inversores locales extrasectoriales fueron el puntapié inicial para un cambio de paradigma productivo. Esos cambios se producen “al mismo tiempo que se registra una acentuada desregulación económica que, al igual que en el resto de la economía, potencia el papel de los sectores empresarios más significativos y concentrados de la dinámica sectorial. De esta manera, se interrumpe la tradicional regulación estatal sustentada en acciones tales como la fijación de cupos de producción y comercialización, el bloqueo de los excedentes, el prorrateo de los despachos al consumo e incluso las políticas provinciales canalizadas a través de las empresas estatales Giol o Cavic”, sostienen Eduardo Basualdo y Daniel Azpiazu en la investigación El complejo vitivinícola argentino en los noventa: potencialidades y restricciones.

La modificación del paradigma productivo respondió a las señales emitidas por el mercado internacional: caída global del consumo e incremento de la demanda de vinos de mayor calidad. En la Argentina, el consumo interno cayó a la mitad en los últimos 30 años. Antes de la reconversión, las bodegas intentaban mejorar su rentabilidad con un aumento de su producción. Los nuevos actores promovieron un giro hacia la calidad. En un escenario mundial de sobreoferta estructural de uvas, el objetivo era posicionar vinos varietales de calidad reconocida. La utilización de cepajes de alta calidad enológica, la introducción de tecnologías de riego avanzadas, la reconversión de variedades criollas a finas fueron las características de ese proceso. Esa nueva orientación productiva se acompañó con una integración vertical de las empresas (cultivos y bodegas) y una reorientación hacia la producción de vinos finos y a los mercados externos.

Esos cambios cualitativos se tradujeron en un sustancial aumento del volumen exportable. En 2007 las exportaciones argentinas de vinos, mostos, uva de mesa y pasas alcanzaron los 770 millones de dólares. Los primeros seis destinos de exportación de vinos en botella fueron Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Brasil, Holanda y Dinamarca. En el caso de los vinos espumantes, los principales destinos de exportación fueron Estados Unidos, Brasil, Japón, Uruguay, Paraguay, Holanda, Chile, Perú, Reino Unido y Venezuela.

Actualmente, la Argentina se ubica en el noveno lugar en el ranking mundial de exportadores de vino. El listado está encabezado por Italia, Francia, España, Australia, Chile, Estados Unidos, Alemania y Portugal.

Los principales consumidores son los franceses, italianos, norteamericanos, alemanes, españoles, chinos, ingleses, argentinos, rusos y rumanos. Según la última edición del informe de M. Shanken Communications “El Mercado Global de Bebidas: Presente y Futuro”, China es el mercado vinícola que más creció en el mundo en 2007. Otro mercado prometedor es el ruso, que está creciendo a un ritmo de 12 a 15 por ciento anual.

En Argentina existe un Plan Estratégico, confeccionado por organismos públicos y sectoriales, para posicionar a la Industria Vitivinícola en el mundo. El objetivo es alcanzar los 2000 millones de dólares de ventas anuales, lo que representaría alcanzar el 10 por ciento del volumen de las exportaciones mundiales. Detrás de ese futuro promisorio se esconden los costos de la reestructuración industrial que tuvo el sector. Rodolfo Richard-Jorba, en su trabajo Crisis y transformaciones recientes en la región vitivinícola argentina. Mendoza y San Juan, 19702005 (Estudios Sociales, Volumen 16, Número 31, 2007) señala que “se acentuó la tendencia a una mayor concentración en la propiedad de la tierra porque no existieron políticas tendientes a agrupar a los pequeños productores o cooperatizarlos para racionalizar los recursos económicos y técnicos disponibles, asegurando rentabilidad a sus explotaciones”. Los productores de uva que, sin estar integrados verticalmente, lograron sobrevivir (alrededor de 8000) están en una delicada situación. Son la contracara del “paradigma de calidad”.

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