REPORTAJE A DANIEL AZPIAZU
Las grandes empresas industriales elevaron sus tasas de ganancias a partir de la devaluación y ampliaron su distancia respecto de las pymes. Esa bonanza no la aplicaron para generar cambios estructurales en el sector.
› Por Natalia Aruguete
Las empresas industriales más grandes del país aumentaron sustancialmente sus ganancias a partir de la devaluación y se alejaron de las pequeñas, consolidando una concentración económica superior a la de los ‘90, aunque sin un aprovechamiento de la bonanza externa de estos años para generar un cambio en la estructura productiva del sector. Así lo plantean los investigadores de la Flacso, Daniel Azpiazu y Martín Schorr, en su trabajo “Del modelo de los noventa a la posconvertibilidad”. Cash dialogó con Azpiazu sobre las principales conclusiones a las que arribaron en este estudio, publicado en Realidad Económica Nº 240.
–Hubo una reactivación industrial y se quebró el modelo de desindustrialización que arrancó en el ‘76. La nueva paridad cambiaria y los bajos costos salariales en dólares potenciaron el perfil exportador, vinculado con la producción de commodities. Recién en el 2005, el mercado interno absorbió lo mismo que en 1998, en términos de producción industrial.
–Se mantiene el perfil exportador de los ’90, no hay grandes cambios. Pero si bien hasta 2006 las cifras muestran superávit comercial, en 2007 y 2008 se transforman en déficit industrial. Vuelven a aparecer las figuras del stop and go de la industrialización sustitutiva: crece la industria y necesita bienes de capital, pero la industria de bienes de capital desapareció, lo que genera una restricción de insumos. Esto se agravó en los últimos meses con la crisis financiera porque bajaron los precios de los commodities. O sea que desde fines del año pasado, por más que el Estimador Mensual Industrial diga lo contrario o recién lo reconozcan ahora, hay una caída.
–No hubo un cambio en el perfil productivo y una cuestión más determinante aún es que se acentuó excesiva y exclusivamente la necesidad de mantener un dólar competitivo. Eso es condición necesaria pero no suficiente. Si la estructura de la producción industrial no se modifica va a volver a aparecer el déficit comercial.
–Las políticas poscrisis, de reactivar por el lado de la demanda, han demostrado escasos resultados. La única política activa que hubo fue la promoción industrial que favoreció a los grandes oligopolios (las siderúrgicas, las automotrices y las de procesamiento de soja). En medio del conflicto con el agro, se les dio beneficios de promoción a los que procesan soja para la exportación y a las que producen biodiesel a partir de la soja. Más aún, se promocionaron proyectos que, de todas formas, se hubiesen hecho porque estaban las condiciones dadas en el escenario internacional.
–Se amplió y mucho. Hubo un salto en la concentración económica a favor de las cien empresas más grandes del sector –en términos del PBI industrial pasaron de representar menos del 38 por ciento a casi el 44 por ciento– y después se consolidó en niveles superiores a los de los ’90. Su inserción productiva y poder económico les permite superar las fases críticas y consolidarse en las expansivas.
–En la mayoría de los casos también se da producto de las exportaciones. Si es alta la concentración en términos productivos, lo es más en términos de exportación. Con el agravante de que son, además, los dueños de las divisas y tienen capacidad de coacción sobre las políticas públicas. La Unión Industrial sigue presionando con una devaluación del 20 o 30 por ciento, pero eso no supone una búsqueda de competitividad genuina. Juan Carlos Lascurain, presidente de la UIA, propone tener una mayor devaluación, a lo que le sigue una insinuación –no tan velada ya– de que, en ese caso, podrían mantener el empleo. Es un triple mensaje: suban el dólar, no den vía libre a las convenciones colectivas y yo me comprometo a despedir menos gente. Y las tasas de utilidad siguen siendo casi tan altas como a comienzos de la post convertibilidad.
–No hubo políticas activas reales e importantes para las pymes. Durante la sustitución de importaciones, respecto de los bienes de capital, Argentina estaba bien posicionada en América latina. Desde el ’76 se agredió sistemáticamente la industria de bienes de capital. Hoy se da una reactivación y no existe ese tipo de industrias. Se dice que se está exportando cosechadoras, pero se está importando tractores. La principal rama que incide en el déficit comercial en 2007/08 es la industria de bienes de capital. También el sector automotor, que siempre fue altamente deficitario.
–Desde el punto de vista productivo, por ahora no se ven cambios en la demanda del mercado interno, pero creo que se va a notar. En el sector externo, no se da una caída de demanda de volumen sino de precios, que bajaron mucho en el caso de los commodities. Eso los va a afectar, pero no se puede obviar que durante siete años tuvieron una alta rentabilidad, en una ecuación de alto precio internacional y bajo costo salarial. En los ’90, la tasa de ganancia más alta de las grandes industrias fue del 12 por ciento. Hoy están entre el 16 y el 20 por ciento. Se supone que tienen margen y no necesitan seguir manteniéndose mediante subsidio estatal. Pero el poder lo tienen los dueños de las grandes empresas. El problema es si el Estado interviene o no.
–Hasta ahora hay mucho silencio respecto de las paritarias, incluyendo a algunos sindicalistas, a pesar de que hubo algunos acuerdos. Pero no hay una actitud activa y agresiva para dar una discusión salarial. Los medios brindan la imagen de que se acabó la bonanza. Pero, por ejemplo, las siderúrgicas Siderca y Siderar, cuando ya se había iniciado la crisis, tenían tasas de utilidad neta en torno del 18 por ciento. Un nivel desconocido en los ’90. Lo que más debería defender el kirchnerismo es el empleo y la real recuperación del salario; pero real y no las que se muestra producto de las estadísticas oficiales.
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