Domingo, 24 de mayo de 2009 | Hoy
Por Tomas Lukin
La crisis internacional se presenta en el discurso económico dominante como una esencialmente financiera. El derrumbe de las principales bolsas del mundo, las hipotecas subprime, los instrumentos derivados, el alto grado de apalancamiento de los bancos, los billonarios rescates estatales a los gigantes financieros, las nuevas regulaciones, el rol del FMI, la cotización del dólar, la baja en las tasas de interés y los bonus de los ejecutivos, se convirtieron en los elementos centrales del futuro de la economía global. Extraña para la mayoría, la información financiera permite formarse una idea sobre la magnitud de una crisis supuestamente lejana. La preeminencia en los medios de comunicación de esos indicadores relegó a un segundo plano las consecuencias sobre los niveles de empleo.
En definitiva, sobre el costo más dramático de esta crisis, que es padecida en forma más contundente por los trabajadores.
Aunque todavía lejos del escenario de 1933, cuando la desocupación en Estados Unidos superó el 25 por ciento, el año pasado la cantidad de personas sin trabajo en todo el mundo creció en 14 millones y según estima la Organización Internacional del Trabajo (OIT) podría incrementarse, por lo menos, en 38 millones más para fines de 2009. En Estados Unidos se pierden alrededor de 600 mil empleos por mes y en España la tasa de desempleo del primer trimestre ascendió hasta el 17,4 por ciento.
Los protagonistas globales de la “peor crisis desde la Gran Depresión”, Ben Bernanke (titular de la Reserva Federal), Timothy Geithner (secretario del Tesoro de Estados Unidos) y Dominique Strauss-Khan (director ejecutivo del FMI), vislumbran el final de la crisis desde noviembre del año pasado. Sus más recientes pronósticos estiman el regreso del crecimiento económico para comienzos del año próximo. Mientras tanto, las cotizaciones de las acciones empiezan a recuperar terreno de manera sostenida y para algunos analistas locales e internacionales “los mercados están anticipando el final de la crisis”. Pero los buenos augurios olvidan mencionar que el otro mercado, el de trabajo, tarda entre cuatro y cinco años más en recuperarse, nunca sin dejar profundas secuelas sobre los salarios, la distribución del ingreso y la calidad del empleo. Además, “el humor de los mercados” suele ser perverso. Los recientes anuncios de despidos masivos por parte de algunas grandes empresas como General Motors o Nike, tuvieron su reflejo en las bolsas: al conocerse los ajustes sus acciones repuntaron.
En marzo el desempleo experimentó un incremento interanual del 38,5 por ciento en los países desarrollados. En los países periféricos la OIT registró una suba del 6,7 por ciento (en febrero había sido el doble). Si bien el impacto en estas economías es menor, el organismo advierte que en algunas la pérdida del empleo como resultado de la crisis apenas ha comenzado. La crisis impacta con mayor intensidad sobre algunos sectores de la población: mujeres, inmigrantes y jóvenes. El sector financiero, el automotor y la construcción son los que más están sufriendo en los países centrales. Más allá de las dificultades metodológicas para comparar la información de los distintos países, algunos datos de Argentina sirven como marco de referencia. En el primer trimestre del año el desempleo se ubicó en el 8,4 por ciento y comenzó a evidenciar los primeros impactos de la crisis sobre el nivel de actividad. Entre 1994 y 2006 la tasa de desocupación superó el 10 por ciento y en 2001 llegó al 21 por ciento.
En la eurozona la desocupación alcanzó el 8,9 por ciento y las autoridades esperan que se siga subiendo. La Comisión Europea proyecta una tasa cercana al 10 por ciento para 2010. Los jóvenes son los más perjudicados: los indicadores para el sector sub-25 de la población duplican las cifras globales. Entre los estados miembros, la tasa más baja la registra Holanda y el podio está ocupado por España, Lituania y Letonia. Estos dos “tigres bálticos”, que más que duplicaron sus tasas de desempleo en un año, se encuentran en una situación con muchas semejanzas a la Argentina de 2001: tipo de cambio real apreciado, grandes déficit en cuenta corriente, alto grado de endeudamiento en moneda extranjera. En Letonia, que recibió un paquete de ayuda del FMI y aplicó sus tradicionales recetas de ajuste y reformas, hubo saqueos, protestas en las calles y el primer ministro terminó cayendo. En esa economía, el desempleo se ubica en el 16,1 por ciento.
Pero el líder del viejo continente es España donde la tasa de desocupación se disparó hasta el 17,4 por ciento de la población económicamente activa en los primeros tres meses del año. En Andalucía, supera el 24 por ciento. El empleo cae en todos los sectores productivos del país. Las ramas de servicios y construcción, pilares del crecimiento en los últimos años y las principales fuentes de trabajo para los jóvenes y los inmigrantes, son los más afectados. El porcentaje de parados entre los extranjeros asciende hasta el 28,4 por ciento. En el país ibérico existe un alto grado de precariedad. La tasa de temporalidad laboral duplica el promedio del resto de las economías europeas y ronda el 28 por ciento, facilitando así a las empresas españolas los despidos a bajo costo. En los últimos doce meses, el total de asalariados con contratos “indefinidos” creció levemente mientras que la destrucción de empleo se concentró en el sector informal, con contratos temporales.
Los datos de desempleo revelan en muchos casos las debilidades de la estructura productiva de los países. En algunas economías latinoamericanas, los fabricantes de autos, junto con otras ramas industriales, están respondiendo a estrategias globales de ajuste: rescindiendo contratos y despidiendo trabajadores antes de que la demanda interna en esos países comience a desacelerarse. Los sectores orientados hacia la exportación, que en muchas economías en desarrollo son los principales proveedores de empleo formal, enfrentan un mercado global en contracción. Estas actividades son las que se muestran más vulnerables a la crisis. En India se destruyeron recientemente 500 mil puestos de trabajo en los sectores orientados al mercado externo. Para la OIT, Latinoamérica tendrá al menos 17,2 millones de desempleados en 2009, unos dos millones más que el año anterior.
El economista colombiano y profesor de la Universidad de Columbia, José Antonio Ocampo, explicó a Cash que “en algunos países de América latina el impacto sobre el empleo va a ser muy duro. En particular se verán afectados aquellos países que tienen sectores exportadores con un fuerte contenido de empleo. Me refiero a México, República Dominicana y algunos países centroamericanos. Son sectores en franca contracción. Además, hay que tener en cuenta el efecto de la reducción en la migración y el retorno de migrantes”. El sentido de las migraciones se invierte. Estadísticas del Ministerio Chino de Agricultura reflejan que tras un incremento en la desocupación en la costa oriental industrializada del país asiático, más de 20 millones de trabajadores habrían regresado a sus zonas rurales de origen. Según la OIT, en Africa “se han registrado importantes pérdidas de empleo en la producción de materias primas y el turismo en los últimos meses”. Así los trabajadores se ven obligados a regresar a las zonas rurales o aceptar (todavía) peores condiciones laborales. El organismo proyecta que “en 2009 entre el 40 y 50 por ciento de los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo no ganarán lo suficiente para superar con su familia el umbral de pobreza de 2 dólares por día por persona”.
En Estados Unidos, epicentro de la crisis, el ritmo de despidos no cede aunque los mercados ya vean “la luz al final del túnel”. El desempleo llegó al 8,9 por ciento en abril, su mayor registro desde 1982. El mes pasado se perdieron 539 mil puestos de trabajo y las bolsas de valores festejaron porque se trató de la menor caída en seis meses. Desde que entró en recesión en diciembre de 2007, la economía norteamericana perdió 5,7 millones de empleos. El sector público fue el único sector que registró un incremento en abril (72 mil empleos nuevos), principalmente debido a la contratación de trabajadores temporales para llevar adelante el censo oficial agendado para el año próximo. Durante 2010, el Estado contratará más de 1,4 millones de personas para llevar adelante el relevamiento. El nivel de empleo en los sectores industriales y comerciales continúa en caída libre mientras las grandes tiendas, automotrices y metalúrgicas siguen anunciando despidos masivos y cerrando fábricas para achicar costos o “convencer a los mercados que son rentables”.
El economista marxista Anwar Shaikh, que propone como respuesta a la crisis la creación directa de puestos de trabajo desde el Estado, explicó a Cash que “se necesitan nuevas y mejores mediciones para el desempleo, si ajustamos las estimaciones con la gente que trabaja medio tiempo y los desalentados, los datos duplican las medidas oficiales en tiempos normales y probablemente estén por encima del doble en momentos como el actual”. Las estadísticas norteamericanas, así como la de muchos otros países, “cuentan” como ocupado a todo el que haya trabajado al menos una hora durante la semana previa a la encuesta. A esto hay que añadir el fenómeno del trabajador desalentado: 740 mil personas en abril que no fueron registradas como desempleadas. Más allá de aspectos técnicos, algunos especialistas aseguran que las cifras son lo suficientemente contundentes como para impulsar a los gobiernos a actuar.
Las respuestas de los gobiernos han sido variadas y las recomendaciones de los organismos internacionales contradictorias. Lo único en que coinciden en los discursos es la necesidad de mantener los niveles de ocupación para evitar los efectos multiplicadores negativos del desempleo generalizado. En Europa occidental aseguran que sus economías están mejor preparadas para enfrentar el incremento en el desempleo ya que “tienen estabilizadores automáticos más desarrollados que los Estados Unidos, al poseer seguros de desempleo más generosos”, explicó Ocampo, ex Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales. Estados Unidos y Japón extendieron los períodos que duran esas prestaciones. Para impulsar la creación de puestos de trabajo países como Inglaterra están subsidiando a las empresas, también están los que premian a quienes regularizan a sus empleados. Otros países se están haciendo cargo de una parte de los salarios de los trabajadores o de los aportes a la seguridad social de las compañías. Muchos países lanzaron planes de infraestructura para reactivar sus economías y algunos anunciaron objetivos explícitos para la creación de empleos: 300 mil en España, 4 millones pretende Barack Obama y 100 mil en Chile.
En un escenario donde la demanda externa se encuentra en retroceso, la consigna principal para los países de América latina es mantener el consumo doméstico. Las políticas anticrisis que anunciaron hasta ahora los gobiernos de la región son muy disímiles y evidencian las posibilidades de cada país: Brasil continúa aumentando el salario mínimo, Colombia hizo lo mismo pero en una menor proporción, Paraguay postergó la discusión sobre el tema pero expandió su programa de transferencias condicionadas a familias en situación de extrema pobreza, en Argentina el Estado se hace cargo de parte de los salarios en algunas empresas, y el gobierno de México está llevando adelante una política similar.
Crisis empleo
* La crisis internacional se presenta en el discurso económico dominante como una esencialmente financiera.
* La preeminencia en los medios de comunicación de la evolución de indicadores financieros relegó a un segundo plano las consecuencias sobre los niveles de empleo.
* En realidad, el costo más dramático de esta crisis es padecida en forma más contundente por los trabajadores.
* El año pasado la cantidad de personas sin trabajo en todo el mundo creció en 14 millones.
* La Organización Internacional del Trabajo estima que la cantidad de personas sin empleo podría incrementarse, por lo menos, en 38 millones más para fines de 2009.
* Analistas locales e internacionales afirman que “los mercados están anticipando el final de la crisis”.
* Pero el mercado de trabajo tarda entre cuatro y cinco años en recuperarse, dejando profundas secuelas sobre los salarios, la distribución del ingreso y la calidad del empleo.
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