Domingo, 31 de mayo de 2009 | Hoy
ENFOQUE
Por Eduardo Lucita*
Los agregados macroeconómicos de la economía del país muestran resultados que en algunos aspectos contradicen las tendencias de la crisis en los países más poderosos del mundo. Nadie puede asegurar que esto continúe.
Quince días atrás desde los países centrales y el FMI se decía que comenzaban a verse los “tallos verdes” de la economía mundial. Sin embargo, una semana después las proyecciones de la OCDE de que el PBI mundial se contraería no menos de un 2,7 por ciento este año parecían cumplirse. En el primer trimestre la economía de Alemania, locomotora del crecimiento europeo y principal país exportador del mundo, se contrajo un 3,8 por ciento, anualizado sería una contracción de nada menos que del 7,0 por ciento. Pero el impacto a la baja alcanza a todos los países de la eurozona: España 2,5 por ciento, Italia 2,4, Austria y Holanda 2,8. También Francia acaba de declararse técnicamente en recesión. Pero lo que realmente alarma a los europeos es la tendencia a la bancarrota de los países del Este que arrastrarían a una quiebra en cadena a varios bancos de Europa occidental. Por su parte Estados Unidos vio, en el mismo período, contraerse su PBI un 1,6 por ciento. La situación arrastra cada vez más a la pérdida de empleos. La desocupación alcanza al 9 por ciento en EE.UU., al 20 en España siendo que el promedio en la UE es del 11 y empresas francesas e inglesas anuncian nuevos despidos. Mientras, los sindicatos convocaron a masivas manifestaciones, llamadas paneuropeas, en Madrid, Bruselas, Praga y Berlín.
En Argentina pareciera que las tendencias se mueven a destiempo. Cuando la crisis estalló allá aquí se suponía que estábamos blindados; cuando se reconoció la imposibilidad de salir indemnes y los síntomas cobraron fuerza parecía que en EE.UU. y otros países se había tocado piso. Ahora cuando a nivel mundial la crisis se ha profundizado y pegado un salto en calidad aquí se dice que la economía se “amesetó”.
Tal vez una de las principales diferencias de Argentina con buena parte del resto del mundo, es que aquí la crisis no se coló por el costado financiero como sí lo hizo en los países centrales y en algunos de la región, como por ejemplo Brasil. Ha sido así porque el sector financiero ya se ajustó en 2001/2002, se fueron los bancos e instituciones más comprometidos y los que quedaron cerraron sucursales y se concentraron.
No fue indiferente la actitud del Estado que dedicó grandes sumas de dinero público a subsidiarlos para evitar que quebraran. Puede decirse que lo que están haciendo el presidente Obama y otros jefes de Estado ya lo hizo Duhalde durante su presidencia provisional, los bancos locales hoy están sólidos, tienen pocos deudores y mucha liquidez. Los balances presentados muestran que las ganancias del 2008 son las mayores de la última década.
Por el contrario, para Argentina el contagio llegó por vía del comercio internacional. Caída de precios y volúmenes de las materias primas, seguido de bajas en la producción industrial y en la construcción. Sin embargo, el superávit comercial no se reduce en las magnitudes previstas, como sí lo hace en el Primer Mundo y en el sudeste asiático. Las exportaciones bajan pero no se desploman como se suponía a principios de año. En los primeros cuatro meses cayeron un 20 por ciento. Por el contrario sí se han desplomado las importaciones: 38 por ciento en el mismo período. El resultado es que el superávit comercial ya no verá una reducción del 50 por ciento como se especulaba, sino que los pronósticos aseguran que será de 10.000 millones de dólares a fines de año.
Como en los países del Primer Mundo también en el Gobierno recurren a la política de subsidios, pero a diferencia de aquellos países que recurren al déficit –EE.UU. ya está en el 12 por ciento de su PBI y Francia en el 5– aquí se hacen esfuerzos por mantener el superávit fiscal. Argentina es hoy el único país de la región que tiene saldo positivo en sus cuentas públicas a pesar de los pagos de la deuda y el incremento de las transferencias a las provincias. Los ingresos derivados de la eliminación del sistema de jubilación privada juegan un papel más que superlativo en este resultado.
Esto no puede ocultar que los ingresos están cayendo por la menor actividad interna y por la merma en las retenciones, mientras que los gastos suben fuerte tanto por la inversión pública que está creciendo, como por el apoyo a las empresas. Aquí también hay diferencias con el modelo de los países más desarrollados. Allá se subsidia a los bancos y a las empresas para que no quiebren. Aquí se subsidia a la oferta, vía la tasa de interés para incentivar –sin demasiado éxito por ahora– la demanda de automotores, electrodomésticos y bicicletas; y a las empresas privadas para contribuir en el pago de los salarios a unos 65.000 trabajadores de 1200 empresas para mantener los empleos. Pero también para preservar la tasa de ganancia de los capitalistas.
Existen estudios cercanos al Gobierno que pronostican que Argentina sería uno de los cinco países en el mundo que cerrarían el 2009 con superávit fiscal. Claro que esto es en el Estado nacional porque en las provincias son varias, especialmente las de Buenos Aires y Córdoba, cuyas cuentas están en rojo. El déficit proyectado de las provincias no sería inferior a los 8000 millones de pesos.
Hay dos cuestiones que también marcan diferencias con el Primer Mundo y que constituyen limitaciones para la economía argentina. Por un lado la fuga de capitales, el Gobierno hace esfuerzos –moratoria, blanqueo– para atraer capitales al país, pero muy poco para evitar que salgan del circuito oficial. Así, en el primer trimestre la fuga de capitales alcanzó a los 5000 millones de dólares, anualizada esta cifra sería similar a lo sucedido en la crisis del 2001.
Tanto para el oficialismo como para la oposición es cuestión de principios pagar la deuda y en esta concepción no tener acceso al crédito internacional se convierte en un verdadero problema. Y Argentina no lo tiene, por razones propias y porque los fondos disponibles a nivel mundial están destinados a restañar la heridas de los países del G-7 y lo que quede irá a los países del Este. Pero también porque, al menos hasta ahora, el gobierno argentino se niega a volver al FMI bajo los condicionamientos tradicionales que éste impone. Así se está financiando con recursos locales, fundamentalmente con la Anses. Esto abre una discusión sobre si la utilización de los fondos de la previsión social no deberían destinarse a mejorar las jubilaciones mínimas, a aumentar el seguro de desempleo o a pagar los juicios pendientes, reconociendo una deuda social y alentando entonces una demanda genuina.
La economía argentina pareciera estar atravesando una situación menos crítica a lo previsto meses atrás, el llamado “amesetamiento” o declinación suave, pero aun cuando este cuadro se prolongara nada indica que la recuperación será rápida. El período postelectoral definirá el curso futuro
* Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
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