Domingo, 19 de julio de 2009 | Hoy
LA CRISIS PROVOCó UN DETERIORO DE LAS CONDICIONES LABORALES
La pérdida de puestos de trabajo afectó más a los estratos bajos y a los jóvenes. La principal dificultad de los jóvenes no pasa tanto por ingresar al mercado sino por mantener el empleo.
Por Natalia Aruguete
Por efecto de la crisis económica no sólo se perdieron puestos de trabajo en la Argentina sino que se deterioraron las condiciones laborales. Los más afectados son los estratos bajos y los jóvenes. Un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, realizado por Eduardo Donza, afirma que, entre los trabajadores de sectores bajos, sólo el 16 por ciento conserva puestos con plenos derechos frente a un 60 por ciento en sectores medios. Y más de un tercio de los pobres accede a ocupaciones precarias. La situación de los jóvenes es más compleja. Su nivel de vulnerabilidad laboral respecto de los adultos aumenta en tiempos de bonanza y baja en contextos de alta desocupación. Entre 2003 y 2007, la desocupación joven disminuyó un 28 por ciento. En 2007 –último período para el cual se dispone de datos del Indec–, la desocupación joven era del 24 por ciento, más del doble de la general (10%) y tres veces la de los adultos (7%).
El estudio de la UCA agrega datos recientes en base a un relevamiento realizado en mayo. El resultado fue que el desempleo juvenil (16%) duplica el de los adultos (8%). Y sólo el 36 por ciento cuenta con derechos laborales plenos frente a casi la mitad en los adultos. Mientras que el nivel de precarización e inestabilidad laboral es similar en ambos. Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social (UCA), señaló a Cash que “la diferencia entre jóvenes y adultos es coherente con las particularidades específicas del mercado de trabajo de cada grupo. Los jóvenes presentan, en comparación con los adultos, una menor experiencia laboral y una menor antigüedad en el empleo. Esto hace que se les propongan tareas de menor nivel de calificación y que sean los últimos en ingresar. En consecuencia poseen relaciones laborales más precarias o no registradas, y son los primeros en ser cesanteados”.
En un escenario de desempleo masivo, como lo fue la segunda mitad de la década del ‘90, todos los grupos etarios son alcanzados por esta situación y se achican las diferencias de oportunidades para ingresar al mercado, según explica el investigador Pablo Pérez, del Ceil Piette del Conicet, en su libro La inserción ocupacional de los jóvenes en un contexto de desempleo masivo. El caso argentino entre 1995 y 2003. Las principales dificultades de los jóvenes no pasan tanto por ingresar al mercado sino por mantener el empleo, porque existe un mayor nivel de rotación que entre los adultos. Pérez opinó que esta mayor movilidad no es voluntaria sino que “responde a la forma de gestión de la mano de obra por parte de las empresas”. Según el economista del Ceil Piette, algunos rasgos sobresalientes de este aspecto son:
1. El rol de los ingresantes jóvenes no es esencial en vista de sus menores conocimientos específicos, por lo cual son ubicados en actividades periféricas dentro de las compañías.
2. El costo de despido es menor –debido a su poca antigüedad y falta de derechos laborales–, por lo que son los primeros en quedar sin sus puestos cuando baja la actividad económica.
3. Suelen ser contratados en ramas que funcionan, informales, con menores salarios, baja productividad y una importante rotación, como el comercio, la construcción, los servicios personales o el servicio doméstico.
“La postura ortodoxa de culpar a la víctima señalando que la rotación laboral juvenil es voluntaria no se adapta a América latina. Puede caber para la clase media o alta, pero no para la clase baja”, aseguró Pablo Pérez en diálogo con Cash. Dentro del grupo de 15 a 25 años, los que más dificultades tienen son los jóvenes que viven con sus padres, ya que los jefes de hogar están obligados a reducir el tiempo de búsqueda de un trabajo; las mujeres, que quedan relegadas con el argumento empresario de que el hecho de que tengan hijos aumenta el ausentismo y, fundamentalmente, los sectores de nivel socioeconómico bajo.
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