Domingo, 23 de agosto de 2009 | Hoy
INFORME ESPECIAL
La economía argentina resultó menos afectada que el promedio de sus pares sudamericanas por la crisis global precipitada en la segunda mitad de 2008. Las señales de desaceleración eran preexistentes, al menos desde mediados de 2007. La situación internacional sólo agudizó el freno. El Gobierno recuperó iniciativa y sumó un conjunto de medidas en todos los órdenes de la política económica. A la vista de sus resultados, los efectos de las medidas fueron dispares
Por Claudio Scaletta
De acuerdo con cifras de la Cepal, en el período 2003-2007 la economía argentina creció a una tasa anual acumulativa del 8,8 por ciento. Según se reseña en un reciente informe del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), se trata del segundo quinquenio de mayor crecimiento de la historia, sólo superado por el de 1902-1906, cuando la tasa anual acumulativa fue del 10,8 por ciento. La explicación del crecimiento no se limita a factores endógenos de la economía local, sino que incluye el contexto global. En el mismo período 2003-2007 las economías sudamericanas crecieron a una tasa anual acumulativa del 6,6 por ciento. Entre los principales motores de la expansión se encuentra el salto exportador. De acuerdo con cifras del FMI, la región pasó de exportar 160 mil millones de dólares en 2002 a 450 mil en 2007. El crecimiento fue absoluto, pero también relativo. En la década del ‘90 las exportaciones promediaron el 9,8 por ciento del PIB regional, mientras que entre 2001 y 2007 promediaron el 12,8 por ciento.
Aunque el crecimiento de las ventas externas está asociado al crecimiento del Producto, también supone, en un contexto de crisis global, un factor de vulnerabilidad. Esto se volvió particularmente claro a partir de la segunda mitad de 2008, cuando los mercados de exportación comenzaron a cerrarse y se desplomaron las cotizaciones de las commodities. Lo predecible es que el impacto de la crisis en cada país sea directamente proporcional a su grado de inserción internacional, situación que, una vez más, pone en el centro del escenario la importancia de los mercados internos.
Si bien el eje de la política económica a partir del estallido de la convertibilidad fue el “tipo de cambio competitivo”, Argentina registró una expansión exportadora por debajo del promedio regional. Cuando se miran los componentes de las Demanda para el período 2003-2008, se encuentra que las Exportaciones sólo explican el 9,2 por ciento de su expansión contra un 57,5 por ciento del Consumo y un 33,4 por ciento de la Inversión. Como lo indica esta evolución de los componentes de la demanda, el mercado interno también es clave en el crecimiento de la economía en la posconvertibilidad. Por esta razón, desatada la crisis global a partir de la segunda mitad de 2008, la economía argentina resultó menos afectada que el promedio de sus pares sudamericanas.
No obstante, las señales de desaceleración al interior de la economía eran preexistentes a la crisis y datan, al menos, desde mediados de 2007. La situación internacional sólo agudizó el freno.
Luego de repetir por un tiempo que la economía local se encontraba “blindada” a las turbulencias externas, el Gobierno recuperó iniciativa y sumó un conjunto de medidas en todos los órdenes de la política económica.
Siguiendo una reseña presentada por el citado trabajo del Cenda, estas medidas fueron:
Cambiarias. Desde mediados de 2006 hasta el tercer trimestre de 2008 el tipo de cambio se mantuvo prácticamente fijo en términos nominales, lo que dado el contexto de inflación moderada significó una apreciación cambiaria algo compensada por la devaluación del dólar. El deterioro del prácticamente único pilar del modelo no se hizo esperar y afectó a los sectores productores de bienes generando el estancamiento del nivel de empleo desde fines de 2007. Comparado con otros países de la región, entre los primeros meses de 2006 y junio pasado, es decir tomando un período largo, el peso se revaluó 4,9 por ciento respecto del real, 23,4 en relación con el dólar, 21,5 contra el peso chileno y un 11 por ciento respecto del euro. En el último año, la estrategia del BCRA fue depreciar suavemente la moneda con el objetivo de evitar los efectos inflacionarios de una oscilación brusca y brindar certidumbre para frenar la fuga de capitales. Adicionalmente se establecieron medidas para evitar las operatorias con paraísos fiscales y se fomentó la repatriación de capitales.
Monetaria y financiera. Para fortalecer la liquidez del mercado local y asegurar la posición de reservas se realizaron un conjunto de acuerdos contingentes entre los que destacan el swap de monedas con China por 10.300 millones de dólares y acuerdos con organismos internacionales por 8000 millones. El miércoles se sumó el swap con Brasil por el equivalente a 1800 millones de dólares. Adicionalmente se redujeron los encajes en dólares y otras medidas para mejorar la liquidez de la banca privada.
Fiscal-Ingresos. La principal medida en busca de holgura fiscal para el eventual financiamiento de las políticas anticrisis fue la reestatización del sistema previsional en noviembre de 2008: un traspaso inmediato al Estado de fondos por 90.000 millones de pesos y un flujo anual del orden de los 13.000 millones. A ello se sumaron en diciembre los regímenes de regulación impositiva, de promoción y protección del empleo registrado y de blanqueo de capitales. Para aliviar la situación de las provincias comenzó a coparticiparse el 30 por ciento de las retenciones sojeras.
Gastos. Relanzamiento del Plan Nacional de Inversiones Públicas para 2008-2010 por 31.000 millones de pesos para obras de desarrollo energético, infraestructura de transportes, comunicaciones, seguridad, banca pública, infraestructura de salud y vialidad. Se anunció que en 2009 se ejecutarían 16.000 millones de pesos, el doble que en 2008.
Comercio exterior. Para mantener el superávit comercial existente desde 2001 se tomaron medidas tanto para la promoción de las exportaciones como para limitar importaciones.
Exportaciones. En octubre de 2008 se instrumentó el Sistema de Pagos en Monedas Locales entre Argentina y Brasil destinado fundamentalmente a reducir los costos de transacción para las empresas de menor escala. Hacia fines del mismo año se redujeron las retenciones al trigo y al maíz y en febrero de 2009 se reabrieron sus exportaciones. También se redujeron a la mitad las retenciones de peras y manzanas frescas. Para desarrollar los mercados no tradicionales, a comienzos de 2009 se instruyó a embajadores y cónsules para profundizar las relaciones comerciales con Asia, Africa y Medio Oriente. Adicionalmente el BCRA habilitó unos 4000 millones de dólares para prefinanciación de exportaciones.
Importaciones. Aplicación de barreras arancelarias y no arancelarias, como aplicación de licencias previas de importación, medidas antidumping mediante establecimiento de valores de referencia y aceleración de procesos contra el comercio desleal. Estas medidas beneficiaron a sectores mano de obra intensivos, como textiles, calzados, juguetes y a sectores “sensibles”, como productos metalúrgicos, línea blanca y motocicletas.
Sectorial. A fines de noviembre de 2008 y con el objetivo explícito de combatir los efectos de la crisis internacional sobre el aparato productivo local, se creó el Ministerio de Producción, desde donde comenzaron a realizarse políticas de estímulo sectorial que, hasta hoy, se materializaron a través de créditos por casi 3700 millones de dólares. Ya antes de la creación de ese ministerio se había impulsado el plan anticrisis para la cadena del cuero y el calzado. Luego de creado, se anunciaron medidas de protección y estímulo para el sector automotor y autopartista. Inicialmente con planes como “Mi primer 0 km”, más recientemente con medidas puntuales, como el apoyo financiero a la filial local de General Motors y la Ley de Autopartes para mejorar la integración de componentes locales. Para otros sectores se lanzaron los planes de renovación de electrodomésticos, en particular de “línea blanca”, de apoyo a la adquisición de maquinaria agrícola y hasta de canje de bicicletas. Entre las medidas de intervención directa en empresas, además del caso de GM se destaca la estatización de la papelera Massuh ante la posibilidad de la pérdida de 700 puestos de trabajo. El sector primario tampoco se quedó afuera. Se lanzó un plan ganadero, otro lechero, y se firmó un acuerdo con las firmas proveedoras de fertilizantes y agroquímicos para establecer precios móviles, atando el precio local al de un mix de commodities de exportación. Los planes sectoriales también incluyeron al sector pesquero, al turismo y la construcción, en este último caso, vía créditos hipotecarios. En mayo pasado se anunció una nueva línea por 800 millones de dólares que llega a sectores de ingresos medios antes no alcanzados.
Laboral. Tanto las medidas fiscales vinculadas con el blanqueo laboral como las de promoción sectorial tienen impacto sobre el empleo. Pero además, el Gobierno desarrolló medidas específicas para mantener las fuentes laborales en un contexto de crisis. Una política de sostenimiento directo es el Programa de Recuperación Productiva (Repro) que, si bien es original de 2002, fue particularmente reforzado en la actual coyuntura. El Repro es un mecanismo por el cual el Estado nacional, financiado con fondos de la Anses, se hace cargo de una parte de los salarios de las empresas, mediante un subsidio de 600 pesos por trabajador por un plazo máximo de doce meses. Aunque el 95 por ciento de las firmas beneficiadas son pymes, 62 empresas grandes concentran cerca del 40 por ciento de los trabajadores que reciben el beneficio. Los sectores más beneficiados son: automotor, autopartista, metálico, textil, cuero, frutihortícola y pesca.
Ingresos. En diciembre de 2008, con el propósito de estimular el consumo, se anunció la derogación de “la tablita de Machinea”, lo que en la práctica significó un aumento del ingreso disponible de unos 800 mil trabajadores que ocupan la cúspide de la pirámide distributiva. En el mismo mes se otorgó una suma fija de 200 pesos a 1.800.000 jubilados. En mayo pasado se anunció un aumento del 15 por ciento para empleados públicos nacionales y docentes universitarios. Recientemente el Consejo del salario aumentó el salario mínimo.
Pasadas las elecciones, que tuvieron el efecto de dejar en stand by el debate por los efectos de la crisis global para cuestionar el modelo de desarrollo en el marco de la puja distributiva del sector agropecuario, llegó el momento de la evaluación de los resultados del conjunto del paquete anticrisis puesto en marcha desde noviembre de 2008. A la vista de sus resultados, puede decirse que los efectos de las medidas fueron dispares.
Los peores desempeños se registraron en las políticas de reactivación del consumo, en algunos casos por problemas de implementación; en otros, de concepción. A modo de ejemplo, de las cien mil heladeras que pensaban venderse en el plan línea blanca se vendieron 3000, de los 100.000 autos del plan 0 km sólo se colocaron poco más de 5000.
Los incentivos fiscales a los sectores de altos ingresos no se tradujeron en mayor consumo, sino que, dado el contexto de incertidumbre cambiaria, es probable que hayan alimentado la salida de capitales (corrimiento al dólar).
La baja de cargas fiscales al trabajo tampoco tuvo contrapartida en la creación de empleo, aunque puede haber funcionado como recurso defensivo. Pero el punto crítico de este tipo de medidas es que ya fueron probadas con similares resultados en la década del ‘90. Antes, como ahora, el efecto concreto fue una transferencia directa hacia los sectores de altos ingresos. Distinto hubiese sido el caso si el aumento del ingreso disponible hubiese favorecido a los sectores de menores recursos.
Algo similar puede decirse de los planes sectoriales, con reminiscencias de los “planes de competitividad” ensayados en las postrimerías de la convertibilidad. Al igual que entonces, un tipo de cambio competitivo hubiese sido un instrumento de recuperación más efectivo.
Es probable que en un contexto de crisis global las licencias no automáticas y las políticas antidumping hayan jugado un rol defensivo. Si se comparan los primeros cuatro meses de 2009 con igual período de 2008, las importaciones cayeron un 37,6 por ciento contra una baja del 22,4 en las exportaciones, lo que se tradujo en un crecimiento del saldo comercial hasta los 5885 millones de dólares, 1816 millones más que en los primeros cuatro meses de 2008. El matiz se encuentra en saber hasta qué punto la caída de compras al exterior fue resultado de las licencias o de la contracción económica y caída de la inversión. Cuando se mira la composición de las compras, se observa que el mayor descenso durante el período se registró en bienes de capital, no en los de consumo.
Otra vez, la cuestión cambiaria no es menor. Las devaluaciones graduales significan concebir al tipo de cambio como ancla inflacionaria y no como instrumento de competitividad. Para defender la apreciación del peso que muestran los números antes reseñados, se repiten los argumentos de los ‘90. El tipo de cambio no puede ser el único instrumento de un programa económico, pero sí es su condición necesaria. Su abandono a partir de 2007 se produjo justo cuando el modelo necesitaba consolidar los logros alcanzados.
La medida más efectiva de todas las implementadas fue la más extraordinaria: la reestatización de los fondos previsionales. Resulta difícil imaginar cuál sería hoy el margen de las políticas públicas anticíclicas si no se contase con estos fondos. Los créditos hipotecarios también mostraron un buen desempeño, al igual que el apoyo a las pymes para financiar capital de trabajo. Por el lado del gasto, si bien se registró un aumento respecto de 2008, los anuncios realizados son inferiores a los montos presupuestados. En cuanto a otras medidas defensivas, como el Repro, quizá sea pronto para evaluar su impacto.
La heterogeneidad de los resultados destaca dos aspectos. El primero, que sigue ausente un plan global e integrador. El segundo, que afortunadamente y a pesar de la disparidad de resultados, el Gobierno no manejó la crisis con piloto automático.
El impacto de la crisis internacional en cada país de la región fue directamente proporcional a su grado de inserción internacional.
Esto, una vez más, pone en el centro del escenario la importancia de los mercados internos.
Por eso mismo, desatada la crisis global a partir de la segunda mitad de 2008, la economía argentina resultó menos afectada que el promedio de sus pares sudamericanas.
Las señales de desaceleración al interior de la economía eran preexistentes a la crisis y datan, al menos, desde mediados de 2007. La situación internacional sólo agudizó el freno.
El Gobierno recuperó iniciativa y sumó un conjunto de medidas en todos los órdenes de la política económica.
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