Domingo, 23 de agosto de 2009 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Entre todas las actividades humanas, la producción es acaso la más necesaria a la existencia misma del hombre. Ninguna corriente del pensamiento económico dejó de considerarla en alguna forma. Incluso la economía subjetivista, que asignaba a las necesidades y su satisfacción un papel central en la construcción de la ciencia económica, tarde o temprano debió referirse a aquel aspecto del humano quehacer. Desde la taxonomía del proceso de producción (Marx: 1867) hasta su formulación axiomática (Koopmans: 1951), el economista nunca dejó de investigar este problema. Uno de los rasgos hallados es que en la producción no hay “tierra de Jauja”, vale decir, que no puede producirse algo sin consumir algún insumo (Perón diría: no puede hacerse una tortilla sin romper algunos huevos). Hay un caso, sin embargo, en que la producción utiliza un insumo absolutamente gratuito y no perecedero y cuyo uso podría expandirse cuanto se desee. Se trata del uso del viento mediante molinos, de uso extenso en la llanura pampeana para la extracción de agua, conocido en el mundo desde siglos atrás y usado para generar energía eléctrica desde hace menos tiempo. En la región patagónica concurren condiciones ideales para este emprendimiento: el viento sopla sin cesar, de Oeste a Este, con velocidad variable, pero generalmente alta. Esa característica viene desde el origen de los tiempos y durará otro tanto. Hasta aquí fue causa de desertificación de un territorio en que cabrían varios países europeos. Pero la extensión de la tierra no se compadece con su fertilidad, y no es posible allí una agricultura o una ganadería diversa. Su aporte al país no vino del suelo, sino del subsuelo, con la producción de petróleo y gas. La gran oportunidad es hoy la instalación de generadores de energía eólica, tal como se ha iniciado en Pico Truncado. La escala que podría alcanzar la producción de energía eólica es incalculable, pues para duplicar la producción de determinado número de molinos de energía eólica, basta con instalar otros tantos molinos. La especialidad hasta podría generar una especialidad de la ingeniería local. En tal caso, cuando llegue el fin del petróleo y el gas, y gobernantes y pueblo se pregunten: “y ahora ¿quién vendrá a ayudarnos”, podrán repetir una canción que unas décadas atrás entonaba el conjunto Peter, Paul y Mary: “The answer my friend is blowing in the wind” .
La reciente incorporación a préstamo de un jugador de fútbol paraguayo a un equipo de primera división, y las condiciones de la transacción, merecen alguna reflexión de índole económica. Una de las condiciones es que, si el equipo argentino, al cabo del préstamo, quisiera contratar al jugador, debería abonar una cierta suma de dólares. La pregunta es: ¿Por qué no una suma de pesos argentinos? En otros términos, ¿en qué unidad monetaria expresar una transacción futura? En cualquier transacción común, el comprador se informa del precio de un bien expresado en pesos argentinos, decide comprar y saca de su bolsillo una suma de pesos argentinos, que entrega al vendedor y la transacción se perfecciona. El tiempo entre el ofrecimiento de venta y el pago es prácticamente nulo: no hay ningún riesgo de que la expresión del precio en pesos implique una pérdida de valor de la moneda “peso argentino”. En cambio, el ofrecimiento de venta de ciertos activos de alto valor, como propiedades inmuebles, automóviles, etc., de baja liquidez, por ello mismo requieren del transcurso de cierto tiempo para transferirse de un titular a otro. En tal caso, si la moneda en que se anuncia el precio pierde valor, el vendedor al concluir la transacción recibe un valor inferior al que pretendía en el momento inicial. Por tal motivo, al anunciar el precio de una transacción futura se usa como unidad de medida, en este caso, el dólar, una moneda cuyo valor no cambie entre el momento inicial y el final. Claramente, aquí la moneda aparece desempeñando dos funciones distintas: una, expresar el valor de los bienes objeto de tran-
sacciones; otra, permitir el intercambio entre uno y otro participante de la tran-sacción. El ente que sirve para expresar el valor se llama numerario, término que en el lenguaje común designa al dinero, y que después de Walras se utiliza en sentido técnico como unidad de valor o moneda de cuenta. La otra función la desempeña el dinero, el medio general de cambio. Son dos funciones distintas, y en principio pueden desempeñarlas dos bienes distintos, aunque a veces un mismo bien reúne las dos. En la Argentina, cuando reina la estabilidad, los precios se expresan en pesos y se pagan en pesos. Cuando el precio de los bienes debe expresarse en otro numerario, o de otro modo, cuando el peso se vuelve un numerario imperfecto, ello revela el deterioro de la unidad monetaria nacional.
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