ENFOQUE
› Por Federico Bernal *, Esteban Kiper ** y Ricardo De Dicco *
La rápida expansión del comercio con Venezuela registrada entre 2003 y 2008 implicó un incremento del 0,5 al 2,0 por ciento de su participación en el total de las exportaciones argentinas. Al desagregar por rubros, se observa que la incidencia de las manufacturas de origen industrial (MOI) exportadas a este país fue de casi el 5,0 por ciento sobre el total, favoreciendo a sectores de alto valor agregado industrial y tecnológico. La sólida y productiva interconexión con Venezuela ha desatado una feroz ola de críticas provenientes de la ortodoxia económica y política. Sus detractores la consideran sumamente perjudicial al interés nacional. ¿Es realmente así? ¿Qué intereses, qué sectores y –más importante aún– qué modelo de país resulta beneficiado con esta alianza estratégica?
Para comenzar a responder estos interrogantes, se analizan brevemente ciertos aspectos clave de las relaciones comerciales, económicas y energéticas entre ambos países. Relaciones que, lejos de representar un problema o una amenaza, involucran un sinnúmero de ventajas y beneficios para la profundización de un modelo industrial y socioeconómicamente desarrollado en la Argentina.
En el último lustro, la relación comercial con Venezuela fue una de las más fructíferas el país. Las exportaciones crecieron un 1000 por ciento entre 2003 y 2008, lo que hizo de ese país el segundo destino de mayor crecimiento en ese período. Considerando las exportaciones por grandes rubros económicos, el balance es aún más favorable. Las exportaciones de mayor crecimiento fueron las MOI, que con una expansión de casi 1200 por ciento pasaron de 100 millones anuales en 2003 a más de 800 millones en 2007 (en 2008 cayeron levemente, ubicándose en 760 millones). El otro rubro destacado es el de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA), registrando un crecimiento del 400 por ciento en igual período: de 100 a 600 millones de dólares.
En la trayectoria de los principales rubros exportados por la Argentina a Venezuela entre 1998 y 2008 se observa que hasta 2003, las de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario cayeron notablemente, mientras que las de origen industrial presentaron un comportamiento errático, menor a los 200 millones de dólares anuales. Sin embargo, a partir de ese año el dinamismo de las exportaciones MOI crece muy fuerte, comportamiento también verificado en el caso de las agropecuarias, aunque de mucha menor magnitud.
Como el boom exportador a Venezuela se dio en un contexto de rápida expansión del comercio mundial, conviene compararlo con el crecimiento de las exportaciones argentinas al resto del mundo. Mientras que las exportaciones de productos primarios al resto del mundo crecieron un 90 por ciento entre 2003 y 2007, las destinadas a Venezuela aumentaron más de un 400. En el caso de las MOA la diferencia entre ambos grupos arroja una expansión del 92 por ciento en el primero, contra una del 350 en el segundo. Para el caso de las MOI, la diferencia es notable: 125 contra 1120 por ciento, siempre a favor del comercio con Venezuela.
Así se permite concluir que el proceso de integración con Venezuela ha sido provechoso no sólo en términos de mejora en el balance comercial y de oxigenación fiscal (en 2008, las exportaciones a Venezuela representaron el 25 por ciento de los intereses pagados por la Argentina al exterior), sino también y fundamentalmente en términos de diversificación de las exportaciones. ¿Por qué? Porque las MOI suelen ser las portadoras de mayor contenido tecnológico y valor agregado. En este sentido, la naturaleza del comercio con el país caribeño es particularmente relevante por su sesgo hacia sectores complejos. Sectores cuya penetración resulta, en la mayor parte de los mercados, muy dificultosa por la existencia de barreras arancelarias o paraarancelarias, la complejidad de las operaciones comerciales, logísticas e institucionales.
Al desagregar las exportaciones a Venezuela por empresa (las más relevantes no se encuentran identificadas en la base estadística, de modo que se trabaja con la información disponible) se verifica la presencia de bienes de alto contenido tecnológico. Entre ellas se destacan los productos provenientes de las industrias automotriz, farmacéutica, alimentaria (lácteos y carnes) y de bienes de capital (ascensores), así como también los equipos de radioterapia del Invap. La incidencia de las exportaciones a Venezuela sobre el total exportado por empresa varía en cada caso, pero en promedio es elevado (46 por ciento). Esto refleja la importancia de Venezuela como destino de las exportaciones de mayor valor agregado y contenido tecnológico.
En sintonía con los importantes beneficios comerciales, industriales y tecnológicos, se destaca el significativo volumen de financiamiento provisto por Venezuela al Estado argentino. Dicho financiamiento fue utilizado para cancelar amortizaciones de la deuda pública de tal manera de mejorar el perfil de vencimientos y relajar la situación fiscal en el corto plazo. En efecto, el volumen de títulos adquiridos por el Estado venezolano entre 2005 y 2008 alcanzó los 9200 millones de dólares, lo que representó el 50 por ciento de los vencimientos de capital de 2008 y el 7 por ciento de la deuda pública.
El otro terreno en el que Venezuela aportó al desarrollo local ha sido en el energético. La provisión segura y confiable de recursos energéticos resulta un elemento relevante para la viabilidad de un proceso de desarrollo económico. Al respecto, cabe mencionar las ventas de fueloil por 207 millones de dólares de Pdvsa, las cuales aportaron al equilibrio entre oferta y demanda energética en el país. En términos financieros, las condiciones de pago fueron extremadamente favorables para la Argentina, con una tasa de interés sobre saldos de unos 12 puntos por debajo de la del mercado (2 contra 15 por ciento). Dicha operación significó un ahorro de 15 millones de dólares para Cammesa. Pero el análisis en materia energética estaría incompleto si se omitieran los convenios suscriptos entre Pdvsa y Enarsa. Gracias al crudo del bloque Ayacucho en la Faja del Orinoco, el paupérrimo horizonte de reservas nacionales de petróleo ascendería de 6 a 20 años, con precios por barril desacoplados de la cotización internacional, bajo un esquema de intercambio por productos exportados desde la Argentina. Además del rol como combustible fundamental del aparato productivo, ese crudo será vital a la seguridad energética nacional.
Las relaciones comerciales, económicas y energéticas entre Venezuela y la Argentina conllevan enormes beneficios para ambas naciones. Sin embargo, vista la dinámica actual del proceso, la mayor industrialización de la Argentina y la profunda necesidad de industrialización y diversificación del aparato productivo venezolano (las exportaciones no petroleras fueron apenas de 3500 millones de dólares en 2008), nuestro país salta a la vista como el gran favorecido en la ecuación bilateral. ¿Cómo explicar pues el rechazo que esta provechosa ligazón genera en el establishment local?
Una Argentina enlazada comercial, financiera y económicamente a América del Sur mediante acuerdos de cooperación interestatales promotores de la industrialización, la diversificación del aparato productivo nacional y el desarrollo socioeconómico endógeno ha sido resistida por la Argentina agroexportadora. Al margen de lo mucho que aún resta por hacer y solucionar, la alianza estratégica con Venezuela es sinónimo de expansión, modernización e interrelación de los mercados internos de ambos países. Y un mercado interno con esas características es incompatible con un modelo de acumulación basado en la exportación de materias primas e impulsado por las ventajas comparativas de la Pampa Húmeda. Sólo así podría explicarse la resistencia y el desprecio del establishment local hacia Venezuela.
* Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (CLICeT).
** Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA).
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