LA MUJER PADECE SITUACIONES DE DISCRIMINACIóN EN EL MERCADO LABORAL
Las mujeres han alcanzado posiciones relevantes en diferentes esferas del ámbito público y privado, pero la desigualdad de género sigue presente en el mundo del trabajo. El empleo sin registrar también golpea con más fuerza a las mujeres.
› Por Guido Saccal
A pesar de que las mujeres han alcanzado posiciones relevantes en diferentes esferas del ámbito público y privado, la desigualdad de género sigue presente en el mundo del trabajo. Los “Objetivos de Desarrollo del Milenio” establecidos por las Naciones Unidas, que se proponen alcanzar un mayor equilibrio entre hombres y mujeres en el área educativa, en el ámbito laboral y económico y en la participación política siguen aún muy lejos de cumplirse.
En relación con el mercado de trabajo, la situación de la mujer está lejos de ser alentadora. La discriminación se percibe tanto en relación con el desempleo como con el acceso a determinados puestos de trabajo. Consultada por Cash, Norma Sanchís, socióloga de la Asociación por los Derechos de la Mujer Lola Mora, opinó que “hay una división sexual del trabajo, que consiste en que las mujeres se sobrecargan con los deberes del hogar y el cuidado de los chicos y mayores, mientras que los hombres se encuentran en libertad para acceder al mercado laboral. Si bien se ha avanzado en los últimos tiempos, ésta es la primera barrera que encuentran las mujeres y constituye el principal escollo para lograr la equidad de género”.
Las cifras del desempleo femenino son elocuentes. Según datos de la Cepal, por cada hombre sin empleo hay casi 1,3 mujeres buscando trabajo, lo que implica que la tasa de desocupación es un 30 por ciento más elevada entre estas últimas. La subocupación (personas con empleo que desearían trabajar más horas) golpea también con más fuerza al género femenino, así como el empleo no registrado. Son ellas también quienes más sufren en el acceso a determinados puestos de trabajo generalmente reservados para los hombres. En ese sentido, Sanchís comentó para Cash que “existe la llamada segregación vertical, que deja afuera de determinados sectores de la economía a la mujer, mientras que la segregación horizontal es la discriminación a la hora de acceder a puestos jerárquicos”.
En la cuestión netamente económica, el escenario se repite. Según datos de la Cepal, las mujeres perciben salarios entre 25 y 35 por ciento menores que los hombres, aun cuando las tareas que realizan fueren idénticas, con igual cantidad de horas, atribuciones y responsabilidades.
Las diferencias en la percepción de ingresos varían de acuerdo con el nivel educativo alcanzado. De acuerdo con ese informe de la Cepal, cuando los años de instrucción no superan los cinco (primaria incompleta), la diferencia se acerca al 35 por ciento. En la otra punta, en los sectores con más estudios (universitarios o terciarios) la diferencia se achica hasta un 23 por ciento.
La combinación entre pobreza y discriminación de género es explosiva. Sanchís explica que “ser mujer y pobre a la vez crea una situación de alta vulnerabilidad. Las mujeres que no pueden salir a trabajar por falta de una red de contención para las personas a su cargo forman parte de hogares con muy bajos ingresos que caen fácilmente en la pobreza”. Este panorama nacional tiene su correlato en la ciudad de Buenos Aires, donde la situación no es mejor. La Dirección General de Estadística y Censos publicó recientemente un documento en el que estima el desempleo femenino en un 28 por ciento por encima del que padecen los hombres. En relación con la informalidad, el empleo sin registrar también golpea con más fuerza a las mujeres, elevándose a un 31,1 por ciento, 2,5 puntos porcentuales por encima de los hombres.
Las diferencias salariales son también una constante en la Ciudad. Según la última medición de esa dependencia oficial de la ciudad de Buenos Aires, el ingreso medio de las mujeres es de 1771 pesos, mientras que el de los hombres es de 2520 pesos.
A la hora de proponer medidas, Sanchís señala que “es fundamental el rol del Estado impulsando políticas públicas que descarguen buena parte de las obligaciones sociales que hoy día recaen sobre la mujer. El Estado debe asumir con más decisión la apertura de guarderías, centros de salud y jardines maternales, aspecto que no sólo disminuirá la desigualdad de género sino que también será una herramienta fundamental para el combate contra la pobreza, permitiendo que las mujeres participen con más fuerza en el mercado laboral”
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