› Por Abraham Gak *
Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Argentina en circunstancias políticas, sociales y económicas críticas y de gran complejidad. El país comenzaba a dejar atrás trabajosamente un episodio de contracción económica de dimensiones inéditas, estaba en cesación de pagos y mostraba índices de desempleo y pobreza sin precedentes. Como fruto de una década de vigencia de la convertibilidad y de sometimiento a las reglas del Consenso de Washington, con sus letales efectos sobre el desempeño económico y el tejido social, la dirigencia política enfrentó un profundo descrédito y carencia de liderazgos hábiles y legitimados.
Los siete años transcurridos desde entonces fueron testigos de una indudable recomposición. La economía pudo ser encaminada en una trayectoria expansiva que le permitió recuperar el terreno perdido muy rápidamente y retomar luego la senda de un crecimiento que no se conocía desde hace décadas. Un hito significativo fue la renegociación de la deuda pública, alejándola como variable de ajuste que mantenía a nuestra economía dependiente de los grandes intereses internacionales; a la vez que se implementaron medidas que mejoraron la distribución de los ingresos a través del empleo productivo, la virtual universalización del beneficio jubilatorio, la asignación universal a los menores y la negociación salarial en paritarias.
Cuánto de este progreso resulta imputable a la presidencia de Néstor Kirchner es y será motivo de debate, porque este período no representa una excepcionalidad para la Argentina, sino que se inscribe en una tendencia que en grado variable ha abarcado virtualmente a toda Sudamérica. La gestión de Néstor Kirchner muestra, en este escenario, aciertos, errores y falencias. Desde el propio Gobierno se lanzó la discusión acerca del patrón económico y social que la Argentina debía adoptar. Un debate que había sido ahogado durante los 25 años precedentes como consecuencia de la hegemonía del ideario neoliberal. Aún queda un largo trecho por recorrer. Pero pocas, muy pocas fueron las voces de los actores políticos, intelectuales y académicos que mencionaban siquiera estas cuestiones siete años atrás. Néstor Kirchner fue un firme impulsor de la convergencia de las naciones sudamericanas, a la vez que enfrentó los intentos imperiales de expansión hacia el sur a través del libre comercio y del sometimiento financiero. Un movimiento que, sin duda, involucró a buena parte de los gobiernos de la región, pero que encontró a la Argentina como uno de los actores de primera línea. La firme actitud de rechazo del ALCA en la Cumbre de Mar del Plata y el liderazgo en la respuesta a los intentos golpistas en Bolivia y Ecuador son pruebas palpables de la vocación integradora y democrática de nuestro país.
La exitosa renegociación de la deuda externa, la recuperación de la soberanía e independencia de los organismos financieros internacionales y el rechazo de los programas de ajuste recesivo que reiteradamente reclama el Fondo Monetario Internacional, fueron acciones que nos permitieron retomar el comando de nuestro propio destino económico.
La designación por un proceso inédito y participativo de una nueva Corte Suprema de Justicia, integrada por un grupo de juristas de calidad y jerarquía indiscutibles, que honran las altas funciones que la Constitución les impone.
El veredicto final no nos corresponde a los contemporáneos de este proceso. Pero no nos cabe duda de que todo lo señalado pesará a favor de Néstor Kirchner, pues él ha sido el impulsor de estas medidas. Estamos todos los argentinos y sudamericanos abocados a una tarea mayor, si cabe: la de consolidar logros, enmendar errores y planear en conjunto las acciones estratégicas futuras. El terreno ganado en beneficio de nuestras naciones y en particular de las mayorías, no debe ser cedido. Es más, estamos obligados a consolidar un proceso que tiene por meta un desarrollo sustentable en el tiempo, con una creciente equidad en la distribución del ingreso. Esta es la respuesta que debemos ofrecer a los intentos de volver a las recetas de ajustes e inequidades que la ortodoxia pretende instalar aprovechando la desgraciada circunstancia por la que atraviesa nuestro país
* Director del Proyecto Estratégico Plan Fénix-Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
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