LA DEBACLE FINANCIERA INTERNACIONAL DEBILITó LAS BASES DEL DESARROLLO
Irlanda fue la vedette europea desde la década del noventa, con un régimen económico basado en inversiones de grandes corporaciones. Pero esas compañías fueron arrastradas por la crisis financiera global.
› Por Enrique Martinez *
Las sucesivas crisis financieras en países europeos aparecen para el ciudadano común como simples cuentas de un rosario que se van engarzando a medida que la pandemia del dinero se dispersa por el mundo central. Una primera mirada invita a dividir entre países débiles –España, Portugal, Grecia– y fuertes –Francia, Inglaterra–. Los primeros tienen problemas estructurales enteramente similares a los de Argentina 2001, sin poder de decisión o de control sobre sus mercados financieros, sometidos a vendavales especulativos. Los segundos son la sede de los principales bancos que han generado la mayor parte de la crisis y por lo tanto mantienen algún poder de derivar la crisis hacia otras regiones. Sin embargo, entre tanto ajuste de manual, el caso de Irlanda deja importantes enseñanzas, sobre todo para un país como la Argentina, empeñado en construir un modelo justo, independiente y sustentable.
Irlanda es un pequeño país, con algo más de 4 millones de habitantes. Como pocos en el mundo, ésta es una población menor en 2 millones de personas a la que había en 1841, cuando comenzó una histórica hambruna producto del sucesivo fracaso de varias cosechas de papa. Las muertes masivas y la emigración marcaron el espíritu de este pueblo hasta hace unos 50 años. Como bien describe Charles Sabel, esa sociedad cansada de fracasos decidió pensar en el largo plazo y para ello decidió fundar su desarrollo en dos ejes, a los que identificó como su real fortaleza:
1. Su material humano.
2. Su capacidad de construir consensos entre los organismos públicos, las empresas y los sindicatos.
Desde entonces fortalecieron enormemente su sistema educativo y, especialmente en las Universidades, construyeron facilidades que les permitieron tomar una ventaja de décadas respecto de otros países en cuanto a seducir a corporaciones como Hewlett Packard, IBM e Intel para que instalaran allí centros de investigación y desarrollo. Durante bastante tiempo la original propuesta tuvo éxito. Los números de Sabel y varias otras fuentes lo confirman. Fue especialmente exitosa frente a las crisis de sobreproducción propias del capitalismo. Las que podríamos llamar “crisis suaves”. En esos escenarios, las grandes corporaciones redoblan sus esfuerzos para innovar sobre la lógica de su posición dominante en el mercado. Hasta que llegó la ola grande de una crisis financiera. Son muchos los analistas que han demostrado que todas –sin excepción– las grandes corporaciones industriales son hoy empresas que obtienen beneficios por sus inversiones financieras de magnitud igual o mayor que las de origen productivo. Sólo que hay una gran diferencia. Todo el control o posición dominante que se pueda disponer sobre un mercado de granos o de automóviles se diluye cuando se habla de inversiones financieras. Allí mandan los bancos y las grandes organizaciones de especulación con bonos, futuros, hipotecas, derivados, para hacer dinero sin trabajar. La crisis financiera afectó a todas las corporaciones, que en términos generales tuvieron una conducta homogénea. Se replegaron sobre sí mismas, protegiendo ante todo sus inversiones y su gente cercana a las casas matrices.
En Irlanda, en consecuencia, desaparecieron de la noche a la mañana los planes de I+D y quedó sin sustento un modelo muy inteligente, salvo por un solo detalle: no era independiente. Nada podía hacer el país frente al achique de las empresas con gran nombre, que corrían como manada atemorizada a recuperar sus frágiles inversiones financieras. Este caso es paradigmático. Junto con el caso de Cuba se trata de los dos modelos de vinculación internacional más heterodoxos del último medio siglo. Sin embargo, aun así no alcanzó y no alcanza. La independencia, entendida como la capacidad de tomar decisiones al interior del país y para preservar la calidad de vida de la comunidad, definitivamente no se puede negociar ni postergar. Argentina está buscando su modelo productivo. El caso irlandés debería revisarse en todas las facultades de ingeniería y de economía del país. Creceríamos mucho en claridad
* Presidente del INTI.
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