Dom 20.02.2011
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Ajustados

› Por Roberto Navarro

En estos días empiezan las paritarias de los principales sectores productivos. Como todos los años, se escuchan quejas del sector empresario, que argumenta que las subas salariales carcomen sus utilidades y le restan competitividad frente a la competencia extranjera. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, pidió al Departamento de Estudios Laborales de esa cartera un informe que demuestra lo contrario. Los salarios se incrementaron en los últimos años como resultado de las negociaciones colectivas; pero cuando se mide la evolución de los costos laborales tomando en cuenta el aumento de la productividad de las empresas y las subas de precios de los bienes y servicios que comercializan, la caída real promedio por unidad de producción es del 20 por ciento en pesos desde la salida de la convertibilidad.

Si para medir la incidencia del salario en la competitividad del comercio exterior el cálculo se realiza tomando en cuenta el tipo de cambio multilateral (el peso comparado con una canasta de monedas de los principales países con los que comercializa el país), la reducción de los costos laborales promedio de la economía es del 54 por ciento. Estos datos revelan que los aumentos de sueldos de los últimos siete años no fueron suficientes ni siquiera para mantener los costos laborales en pesos y en dólares que existían durante la convertibilidad.

El salario es un costo de producción para las empresas, pero también una fuente de ingreso de los trabajadores que impulsa la demanda de bienes y servicios. Por esa razón, la caída de la participación de los trabajadores en los ingresos de las empresas atenta contra la sostenibilidad de la demanda. La competitividad de una empresa depende de varios factores: trabajo, capital, insumos y productividad, entre otros. En Argentina, en general, las empresas suelen preocuparse más por disminuir los costos laborales que por mejorar el resto de los ítems en cuestión.

Los empresarios limitan el tema de la suba de salarios a su comparación con el índice de precios; pero hay varios parámetros que influyen en el costo real por unidad de producción que no son tomados en cuenta.

- El incremento de los precios de los bienes que comercializan.

- El aumento de productividad de las empresas que reduce el costo de producción.

- El fuerte atraso que tenían los salarios al comienzo del nuevo modelo económico instaurado en 2003.

El estudio realizado por el Ministerio de Trabajo compara los costos laborales entre el tercer trimestre de 2001 y el mismo período de 2010. En nueve años, el salario promedio nacional se incrementó un 285,5 por ciento. Un porcentaje superior a la inflación medida por el Indec y aun a la de los consultores privados. Es decir que los trabajadores han mejorado su poder adquisitivo con respecto al final de la convertibilidad. Pero, teniendo en cuenta que el aumento promedio de la productividad de las empresas creció un 44 por ciento y el precio de salida fábrica, un 357 por ciento, el costo laboral real por unidad de las compañías cayó fuertemente.

En el caso de la industria, con numerosos sectores mano de obra intensivos, la caída de los costos laborales reales unitarios fue de un 22 por ciento. Es decir que del fuerte crecimiento de las ganancias de los últimos años una porción cada vez mayor es capturada por las empresas, en detrimento de los trabajadores. La caída de los costos laborales se dio en la mayoría de los sectores industriales. El Ministerio de Trabajo realizó un informe sectorial tomando en cuenta la evolución de la productividad y la variación de precios mayoristas de cada rubro hasta el primer semestre de 2010. El sector aparatos eléctricos sufrió una caída del 34 por ciento; en madera, la baja fue del 27 por ciento; automotores, 25 por ciento, al igual que maquinarias y equipos; cuero cayó un 20 por ciento y alimentos, un 15 por ciento, entre los sectores en los que se produjo una mayor rebaja en los costos laborales reales unitarios.

Un dato que no sólo preocupa a los industriales, también al Gobierno, es la competitividad externa. Los empresarios aseguran que los últimos aumentos salariales los han perjudicado en esa pelea. Es decir que los ajustes dificultan la evolución de sus exportaciones y, a la vez, comprometen su posibilidad de competir con las importaciones. Sin embargo, los costos laborales reales en moneda extranjera cayeron más aún que los expresados en pesos. El costo laboral real unitario industrial en moneda extranjera tuvo una caída promedio entre 2001 y la actualidad del 55 por ciento. La razón es que el tipo de cambio multilateral es un 62 por ciento más competitivo que a finales de la convertibilidad.

La participación salarial en los costos de la industria sigue siendo una de las más bajas de la historia. En promedio, el costo salarial industrial representa el 16 por ciento de los costos totales. Las diferencias intrasector son grandes, pero en todos los casos la participación salarial es baja comparada con el pasado y con los costos de otros países. En refinación de petróleo el costo salarial representa el 7,8 por ciento de los costos totales; en alimentos y bebidas, el 12,8; en material de transporte, el 15,7. En indumentaria y textil, un rubro mano de obra intensivo, el costo salarial equivale al 16,24 por ciento de los costos totales. En metalúrgica básica, el 17,1 por ciento.

El costo laboral en industria es, en promedio, el más alto de la economía, por su mayor necesidad de mano de obra y porque paga los mayores salarios. En promedio, en el total de la economía, la participación del costo laboral en los costos totales es del 8,01; en 2001 era del 8,15 por ciento. Según datos de la OCDE, el costo laboral en la Unión Europea en 2001 era de 22,50 dólares y en 2009 subió a 40,70 dólares; en Estados Unidos, en el mismo período, subió de 25,90 a 30,56 dólares; en el este europeo se disparó de 3,83 a 9,01; en el Sudeste asiático, de 8,31 a 13,12 y en Brasil, de 3,60 a 7,98.

En la disputa que se está dando en el seno de la Unión Industrial, el tema de los costos laborales es un factor de conflicto. Si bien ninguna de las líneas internas propone el salariazo, las pymes, que destinan casi toda su producción al mercado interno, proponen una recomposición gradual de los salarios. Las grandes multinacionales, que viven cada vez más de sus exportaciones, proponen ser muy duras en la negociación salarial. En el Gobierno, si bien enfriaron la discusión del proyecto de reparto de utilidades diseñado por el diputado Héctor Recalde por las dificultades en el Congreso en un año electoral, siguen pensando que sería la mejor manera de impulsar una mejora sustentable de la participación de los trabajadores en los ingresos de las empresas

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