TIPO DE CAMBIO PARA UNA ESTRUCTURA PRODUCTIVA VARIADA
› Por Diego Rubinzal
La producción intelectual emanada de la periferia suele gozar de escasa difusión en los países centrales. Por ejemplo, las consecuencias económicas derivadas de la llamada “enfermedad holandesa” fueron analizadas primariamente por Marcelo Diamand. Ese ingeniero e industrial argentino describió agudamente las características de una “estructura productiva desequilibrada”. Los economistas de los países centrales recién se ocuparon de esta temática a raíz de los efectos económicos provocados por el descubrimiento de reservas de gas en el Mar del Norte.
Diamand sostenía que la Argentina contaba con una estructura productiva desequilibrada debido a la existencia de un sector agropecuario de elevada productividad (originada en las extraordinarias condiciones naturales del suelo y el clima) y de un sector industrial de menor productividad relativa. De ese modo, la estructura económica argentina estaba compuesta por un sector competitivo que aportaba divisas (el agro) y otro no competitivo que las demandaba (la industria).
Entonces, el ingreso de divisas –proveniente de las exportaciones agropecuarias– provocaba una apreciación de la moneda, afectando la competitividad del sector industrial. Por lo tanto, el tipo de cambio terminaba fijándose a un nivel que únicamente permitía la comercialización de recursos naturales.
En otras palabras, Diamand sostuvo que la industria local no era ineficiente en términos absolutos sino que sufría las consecuencias de los desequilibrios existentes en la estructura productiva. El descubrimiento de las reservas de gas en el Mar del Norte provocó en la economía holandesa un fenómeno similar a lo planteado por Diamand. La explotación de esas reservas produjo un brusco aumento de las exportaciones del recurso natural. La mayor oferta de divisas generó una fuerte apreciación de la moneda y, por ende, una pérdida muy apreciable de la competitividad industrial holandesa.
Si bien la tesis de Diamand está asociada a un problema estructural y la “enfermedad holandesa” a un shock específico (descubrimiento de un recurso natural, aumento sustancial de precio de los productos exportables), los dos enfoques coinciden en lo central: las consecuencias negativas derivadas de la apreciación cambiaria. Eso “implica la existencia de una diferencia entre el tipo de cambio que equilibra la cuenta corriente (que es el tipo de cambio de mercado) y el tipo de cambio que hace eficiente y tecnológicamente sofisticados a los sectores económicos (que es el tipo de cambio que la economía predice para que la industria eficiente pueda competir en los mercados). Sólo cuando la enfermedad holandesa es neutralizada el mercado estará en condiciones de jugar su rol de asignar eficientemente los recursos y estimular la inversión y la innovación”, sostiene el economista brasileño Bresser-Pereira.
Para contrarrestar este problema, Diamand sostenía que era necesario equiparar la estructura de productividades relativas del sector agropecuario y de la industria mediante la fijación de un sistema de tipos de cambios múltiples. Los derechos de exportación (mal llamadas retenciones) cumplen con esa finalidad, ya que reducen el tipo de cambio efectivo del sector más competitivo (el agro). El titular de AEDA, Matías Kulfas, sugiere la necesidad de replantear ese modelo de dos sectores (agro, industria), en función al desarrollo alcanzado por la industria productora de insumos de uso difundido (acero, aluminio, petroquímicos). Esa rama oligopólica tiene elevados grados de competitividad internacional.
“Esta realidad requiere pasar a un modelo de tres sectores en el que se procure compensar los problemas de enfermedad holandesa que los sectores uno y dos causan al tercero. En tal sentido, la respuesta de los tipos de cambio múltiples deben adecuarse al modelo de tres sectores, a diferencia de lo ocurrido en los últimos años en que se fijaron dos tipos de cambio efectivos: uno para el agro, con elevadas retenciones a las exportaciones, y otro para el sector industrial en su conjunto, con una tasa única y reducida. El sector industrial debería entonces establecer un nivel diferenciado de retenciones de modo de asegurar el aprovisionamiento a menores precios internos para las industrias que agregan valor a los insumos de uso difundido”, concluye Kulfas
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