Domingo, 25 de septiembre de 2011 | Hoy
ANáLISIS DEL COMPORTAMIENTO DE LAS 500 GRANDES EMPRESAS
En la posconvertibilidad, las grandes corporaciones registraron una pobre tasa de inversión al tiempo de contabilizar abultadas ganancias. Concentración y extranjerización.
Por Pablo Manzanelli
Uno de los aspectos más interesantes del actual debate sobre la “profundización del modelo” es cómo orientar la economía argentina hacia una complejización de su estructura productiva. Entre sus múltiples aristas resalta la de los recursos que, eventualmente, podrían financiar tamaño objetivo, para lo cual ciertas peculiares estrategias de la cúpula empresaria podrían aportar, al menos, algunos elementos de consideración. Se trata de la reticente actitud de las grandes corporaciones a canalizar sus excedentes a la formación de capital. Esto reviste particular interés dado que son las firmas que se han apropiado de ganancias extraordinarias en un contexto de elevada y creciente concentración.
Cualesquiera sean los indicadores que se consideren para confrontar esa afirmación, corroboran que las elevadas ganancias siempre se han mantenido muy por encima de la inversión durante la posconvertibilidad. Según la Encuesta Nacional a Grandes Empresas del Indec, en el período 2002-2009 la elite empresaria internalizó tasas de ganancias sobre valor agregado del 31,8 por ciento, que contrastaron con tasas de inversión mucho más bajas de 14,7 por ciento. En ese mismo horizonte temporal, esas firmas se apropiaron de 370 mil millones de pesos en concepto de utilidades, reorientando a la inversión neta apenas 38.000 millones de pesos.
Para ilustrar esta conducta de las grandes empresas cabe el ejemplo de Telecom. Según indica en sus balances, esta firma obtuvo en concepto de utilidades más de 600 millones de pesos entre 2003 y 2009, mientras que su inversión no llegó a reponer el desgaste de su stock de capital (inversión neta negativa). Otro caso es el de Siderar, del grupo Techint, que declaró en sus estados contables más de 1000 millones de pesos como utilidades netas en el período 2003-2009. Y aun siendo receptor de 140 millones de pesos en concepto de beneficios fiscales otorgados por la ley de promoción industrial, destinó apenas 300 millones a la formación neta de capital.
La contracara de este proceso es el comportamiento del “resto de la economía”. Se trata del heterogéneo segmento social que no compone el panel de las 500 firmas más grandes (empresas pequeñas, medianas y “mediano-grandes”, a las que se suma el papel del Estado). Las decisiones de inversión del “resto de la economía” determinan que la tasa de inversión nacional registre en la posconvertibilidad un nivel más elevado que el de las grandes corporaciones: 21 por ciento versus 14,7 por ciento, respectivamente. Lo que denota, a su vez, una pérdida de 11 puntos porcentuales en el aporte de las grandes empresas a la inversión bruta nacional.
A esta altura cabría preguntarse a qué se debe esta conducta de la cúpula empresaria, que es pasible de ser calificada como de “reticencia inversora”, particularmente si se atiende al atractivo “clima de negocios” y al favorable contexto operativo de tales firmas: expansión de la actividad económica y del mercado internacional (en demanda y precios), bajos costos laborales en términos históricos, escasa ociosidad de la capacidad instalada, percepción de variadas subvenciones estatales. Entre otros factores posibles, este comportamiento podría estar asociado a: 1) el elevado grado de concentración económica, dado que los oligopolios no necesitan ampliar significativamente la capacidad productiva para ganar posiciones en sus mercados; 2) la fuerte extranjerización de la cúpula empresaria, puesto que sus estrategias globales no necesariamente coinciden con el contexto local; y 3) los “efectos no deseados” de la promoción industrial, dado que los beneficios a las inversiones, que igualmente se hubieran realizado por el contexto doméstico e internacional, estarían aumentando la masa de ganancias y no la inversión potencial.
También cabría cuestionarse por el destino de ese elevado excedente de las 500 grandes empresas que no es volcado a la inversión reproductiva. Teniendo en cuenta que 282 de esas 500 firmas son propiedad de capitales extranjeros, las ganancias no consumidas productivamente se podrían estar orientando a la remisión de utilidades y dividendos al exterior (en 2010 la remisión alcanzó el 51,5 por ciento del superávit comercial), al pago de honorarios, regalías y royalties, o a la fuga de capitales por diversas vías, como el manejo discrecional de los montos de exportaciones y/o importaciones en operaciones intracorporativas y la cancelación total o parcial de créditos concedidos por la propia casa matriz y/o alguna subsidiaria radicada en otro país.
Advertir sobre este peculiar comportamiento de las fracciones del capital que ejercen el predominio económico es importante en diversos sentidos para el actual debate sobre la “profundización del modelo”. Por un lado, debido a sus trascendentes derivaciones en materia inflacionaria (restricción de oferta), por sus efectos sobre la cuenta corriente del balance de pagos y, fundamentalmente, por las restricciones que genera para el desarrollo potencial de la economía argentina. Por otro, porque resulta dificultoso pensar un cambio efectivo de la matriz productiva y una complejización del entramado industrial, sin captar –al menos– una parte de ese excedente que no se está invirtiendo productivamente en el país
* Investigador del Area de Economía y Tecnología de Flacso.
En el período 2002-2009, la elite empresaria internalizó tasas de ganancias sobre valor agregado del 31,8 por ciento.
Ese comportamiento contrasta con tasas de inversión de apenas 14,7 por ciento de ese grupo de corporaciones.
282 de esas 500 firmas son propiedad de capitales extranjeros.
Las ganancias no consumidas productivamente se podrían estar orientando a la remisión de utilidades y dividendos al exterior.
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