Dom 02.02.2003
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RED ALTERNATIVA DE PRODUCCION, COMERCIALIZACION Y CONSUMO

Economía solidaria

Asambleas vecinales empezaron a organizar un sistema económico de autogestión con el objetivo de preservar fuentes de trabajo. Reciben donaciones como capital inicial para impulsar sus proyectos.

Por Lucio Salas Oroño *

Las asambleas populares y vecinales, que por estos días están cumpliendo su primer año de vida, son nuevas organizaciones sociales con arraigo barrial que intentan múltiples intervenciones en la vida política, social y cultural. Expresiones de un pensamiento radicalizado que surgió el 19 y 20 de diciembre de 2001, se mantienen firmes en la consigna política del que se vayan todos –”un programa de acción política mundial”, según expresó recientemente el Subcomandante Marcos– y en diversas construcciones de tipo contracultural. Desde esa perspectiva, la lógica de la vida las ha llevado a intentar distintas formas de autogestión social en pequeña escala, basada en los conceptos de horizontalidad y autonomía propios de colectivos autoconvocados.
El desarrollo de prácticas orientadas a la supervivencia –compras comunitarias, ollas populares, acopio y reparto de alimentos, socorros mutuos– les otorgó una indispensable experiencia de gestión que comienza a plantearse saltos cualitativos: con toda la modestia del caso, ya hay asambleas que elaboran pan, que hacen pañales y que producen líneas completas de artículos de higiene para el hogar. En este contexto surge la iniciativa de dos asambleas vecinas –la Barrial de Núñez y la Popular de Núñez-Saavedra– de establecer un vínculo solidario entre productores y consumidores. El objetivo principal es el de contribuir a la conformación de una red alternativa de producción, distribución, comercialización y consumo de artículos de demanda masiva. Los objetivos más inmediatos consisten en preservar fuentes de trabajo en empresas productoras de orientación social, crear puestos de trabajo para integrantes de las asambleas que se encuentran desocupados y desarrollar formas de comercio justo, donde el consumo se vaya tornando más consciente y responsable.
Estas asambleas están en contacto con colectivos de trabajadores de las llamadas empresas ‘recuperadas’ (aquellas que quebraron y fueron puestas nuevamente en marcha por los antiguos empleados, en su mayoría bajo las formas de cooperativas de trabajo), con productores cooperativizados de productos frescos orgánicos y con distintos microemprendimientos productivos vecinales. Con la experiencia hecha hasta ahora en la distribución de estos productos en bolsas comunitarias y la que se adquiera mediante la puesta en marcha inminente de un equipo de vendedores, se aspira a abrir en un plazo breve un Centro que permita la comercialización minorista directa, gestión de ventas, distribución y comercialización mayorista (por canales tradicionales y también vía organizaciones sociales como asambleas, comedores populares, cooperadoras, etc.) de estos productos y muchos otros que surgen de iniciativas de supervivencia, pero que pueden expandirse si tienen acceso al mercado. La forma que adoptaría este proyecto es de tipo cooperativo.
Las asambleas, pobres en recursos monetarios, cuentan con recursos humanos calificados, que pueden complementarse en distintas tareas incluyendo la indispensable de capacitación. Más aún: cuentan con un amplio espectro de relaciones profesionales y académicas, que materializan en distintos avales y apoyos técnicos, certificaciones sociales de la transparencia de procedimientos y una indispensable simpatía y apoyo moral por el proyecto.
La viabilidad económica inicial la aportan donaciones provenientes de la solidaridad internacional; a los efectos de la lógica económica, estos aportes funcionarían a modo de “crédito”, hoy inaccesible en la Argentina. Entre ellos se destaca el del Observatorio de la Argentina Contemporánea de París, que realizó una subasta de cuadros donados al efecto por pintores argentinos y latinoamericanos radicados en Francia. La Presidenta del Observatorio, la historiadora Diana Quattrocchi-Woisson, sostiene que ésta es una forma ideal para que los argentinos en el exterior puedan sentirse partícipes de la nueva construcción social en el país.
“Se están gestionando también otros aportes solidarios que permitan cubrir el total de los costos iniciales y del período en el que seconsidera que el Centro no será económicamente rentable; como el proyecto incluye la compra de un vehículo utilitario para el transporte, de todas las instalaciones necesarias, costos fijos y remuneraciones del personal, la suma total se acerca a los 60.000 pesos. Aunque nos resulte difícil conseguirla, entendemos que se trata de una inversión que tendría una alta capacidad multiplicadora en términos económicos y una gran potencialidad social.”
Ya es hora de que el nuevo movimiento social argentino, que tan creativo se ha manifestado en el aspecto político y cultural, emprenda la reconstrucción del entramado básico también en el nivel de las relaciones económicas; de algún modo, es una prueba de fuego para su capacidad de autogestión. Vale la pena intentarlo.

* Integrante del Grupo Impulsor del Centro de Comercialización, Distribución y Consumo Alternativos
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