Domingo, 18 de marzo de 2012 | Hoy
EXTRANJERIZACIóN PRODUCTIVA Y FUGA DE CAPITALES
Por Esteban Actis *
La economía argentina ha sufrido en los últimos veinte años un marcado proceso de desnacionalización industrial. El fin del modelo de la convertibilidad no sólo no acabó con dicho proceso sino que lo profundizó a partir del continuo traspaso de capitales nacionales a manos de empresas extranjeras. Muchos economistas vienen señalando la gravedad de dicho fenómeno en el impacto sobre la balanza de pagos dado el incremento de remisión de dividendo y utilidades al exterior por las filiales locales. Esta situación morigera el ingreso de divisas por parte del superávit comercial y genera inestabilidad macroeconómica semejante al peso de la deuda externa en años anteriores.
A la discusión coyuntural sobre cómo atacar dicho problema (restringir el ingreso de IED, regular la salida de las utilidades, presionar a las empresas para que reinviertan las ganancias) se le ha omitido una variable clave que ayudaría a contrabalancear dicha fuga, que excede a medidas de corto plazo y parece difícil de alcanzar en el mediano. Se trata de la existencia de un grupo de “actores económicos” que existen en muchas de las economías emergentes: empresas multinacionales de base nacional.
Excluyendo al holding Techint (que concentra el 90 por ciento de los activos externos de capitales argentinos invertidos en el exterior) Argentina no tiene empresas nacionales con fuertes inversiones en los mercados mundiales. Se refiere a las de base nacional porque aquella idea defendida por los amantes de la “mundialización” de “capitales globales” es falaz dado que todo capital tiene una base nacional y es legitimado/defendido por un Estado en particular.
La inexistencia de dichos actores puede atribuirse a múltiples factores, entre los cuales se puede destacar la adscripción temprana y acrítica al neoliberalismo, la cultura rentista del empresariado argentino, la grave crisis del 2001, la ausencia en el actual modelo de un banco nacional de desarrollo y de políticas a favor de la internacionalización productiva, entre otros. No obstante, tal “vacío” imposibilita el ingreso de divisas provenientes del exterior.
En ese sentido, el caso brasileño es ilustrativo. Su actual condición de receptor y emisor de flujos de IED, dado la consolidación del proceso de internacionalización de capitales desde 2003, le permite amortiguar el shock externo por la sangría de dólares en concepto de utilidades y dividendos. Al igual que en la Argentina, la salida de divisas creció más de siete veces desde el 2003 (alcanzando los 25.000 millones de dólares en 2011). Pero ese flujo fue compensado en parte por el ingreso de divisas provenientes de los Investimentos Brasileros Directos (IBD). De acuerdo con los datos de la balanza de pagos del país vecino, en 2009 y 2011, años de bajo crecimiento y salidas de capitales producto de la crisis internacional, ingresaron en tal concepto 10 mil y 9 mil millones de dólares, respectivamente.
La falta de tales actores en nuestro país no sólo genera restricción externa, sino que afecta el desarrollo nacional y la inserción internacional de la Argentina. Su “aparición” debe ser uno de los objetivos a perseguir por este gobierno y los sucesivos si se pretende apuntalar y consolidar la transformación económica y productiva iniciada en 2003
* Licenciado en Relaciones Internacionales, profesor UNR, becario Conicet.
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