EL DESARROLLO AUTóNOMO DE UNA EMPRESA ARGENTINA DE ALTA TECNOLOGíA
Estatal y también eficiente
El Invap es una compañía pública que rompe con el preconcepto de que si es estatal no puede funcionar bien. Exporta alta tecnología. Debate por el reactor australiano.
Por Claudio Scaletta
El Invap es una empresa que desmitifica algunos lugares comunes. Es estatal, es eficiente y no recibe fondos públicos. Es argentina y exporta alta tecnología. Surgió del sueño de un grupo de científicos y es rentable. Genera un altísimo valor agregado y no es capital intensiva. Entre sus principales productos de exportación se encuentra algo que los industriales locales siempre creyeron que debían importar: plantas llave en mano. Se trata de uno de los escasos emprendimientos productivos que en la Argentina lograron capitalizar procesos de aprendizaje e innovación tecnológica. Frente a una reindustrialización deseada, es una firma local en condiciones de brindar soluciones tecnológicas en casi todas las áreas. A pesar de estas características, en principio deseables, sus fugaces apariciones en los medios de comunicación no se deben a la potencia de sus logros, sino a cuestionamientos que, en otras latitudes, serían desechados por absurdos. Lo que sigue es el diálogo de Página/12 con Héctor Otheguy, titular del Invap.
¿Cómo se originó el proyecto Invap?
–Invap tiene ya 26 años de vida. El grupo que lo formó comenzó cinco años antes como un nucleamiento de Investigación y Desarrollo dentro de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Quien lideró ese grupo fue Conrado Varotto, que hoy es el director de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). El regresó de Stanford en 1971 después de haber visto el nacimiento del Silicon Valley. Su idea era generar un grupo de investigación aplicada, es decir, conectada con el proceso económico. Y esa semilla empezó a crecer en el Centro Atómico Bariloche. Después de varios años de trabajo se pensó en la conveniencia de crear una empresa, para tener una mayor ejecutividad, pero fundamentalmente para mostrar que la tecnología es un negocio, que si se desarrolla algo útil, alguien estará dispuesto a comprarlo y con ello aportar al mantenimiento del proyecto. Por eso se crea la empresa. Me gustaría aclarar que si bien ciertas fechas coinciden, es un error decir que la empresa nace durante el Proceso.
Considerando que son una sociedad del Estado de la provincia de Río Negro, ¿cómo sobrevivieron a la debacle de las últimas administraciones?
–Como nuestra especialidad inicial fue la cuestión nuclear y la provincia no tenía especialistas en este tema, dejó la conducción en profesionales de la CONAE. En 26 años hubo sólo dos gerentes generales, Varotto en los primeros 15 años, hasta el 1991 y, desde entonces, ese cargo lo ocupo yo, que antes fui su segundo. En este sentido hay una continuidad de 26 años en la que nunca recibimos ninguna sugerencia de nombrar a tal o cual persona. Entiendo que esto es una excepción y un mérito de los gobernantes que entendieron que si a una empresa tecnológica se la trataba como a otro tipo de entes u organismos gubernamentales no funcionaría. El poder político designa funcionarios en el directorio, pero no cumplen funciones ejecutivas.
¿Cuál es el nivel de subsidios que recibe el Invap?
–Nunca recibimos subsidios. La provincia puso 100 mil dólares para que la empresa arrancara, incluso no fue todo en efectivo,parte fue en terrenos y algunos vehículos. Luego, en 26 años, nunca puso un peso más. El Invap funciona exactamente igual que una sociedad anónima, con la única salvedad de que el capital es ciento por ciento del Estado rionegrino, que le cede el control a la CNEA.
¿Qué sucede con los beneficios y cómo se absorben las pérdidas?
–Son reinvertidos completamente en la empresa. La provincia no puso más dinero, pero tampoco sacó. Y eso fue lo que le permitió crecer y hoy su capital está por encima de los 10 millones de dólares. Cuando hubo pérdidas nos achicamos. Hoy trabajan en el Invap 350 personas que en su mayor parte, alrededor del 80 por ciento, son profesionales y técnicos altamente especializados.
Tienen casi el perfil de una consultora.
–Sí, pero a diferencia de una consultora que termina en papeles y recomendaciones, lo nuestro termina en equipos, puede ser un reactor nuclear vendido en Egipto o en Australia, puede ser un satélite puesto en órbita, los instrumentos de ese satélite o equipos para conservación de alimentos por liofilización, sistemas especiales de herramientas para pozos de petróleo y gas, y muchos más.
¿Cuáles son sus áreas de trabajo actuales?
–La nuclear, que es de donde nacimos. La industrial, donde trabajamos en plantas para tratamientos de residuos químicos, también en la parte de petróleo y gas, donde se diseñan distintos tipos de soluciones específicas, por ejemplo herramientas inteligentes para perforación. La aeroespacial: somos la única empresa latinoamericana capaz de realizar una misión satelital completa, desde el concepto hasta la puesta en órbita de satélites, excepto el lanzador, que hasta ahora lo hemos contratado con la NASA. De hecho ya hemos producido tres satélites y ahora estamos tratando de entrar al mercado estadounidense. Por último, tenemos el área que llamamos de “nuevos negocios”, donde en realidad está todo lo que no es ni nuclear, ni industrial, ni espacial. Por ejemplo, hemos hecho guardaganados electrónicos o simuladores para la capacitación en el uso de radares. Sería algo así como el espacio embrionario, donde recibimos a clientes con demandas tecnológicas específicas.
¿Los satélites se producen en Bariloche?
–Solamente 15 personas del Invap trabajan en Buenos Aires, el resto lo hace en Bariloche, en distintas zonas de la ciudad. El área satelital está cerca del hotel Llao Llao. El 21 de noviembre pasado el satélite SAC C cumplió 2 años en órbita, esto es, la mitad de su vida útil, lo que para nosotros es un motivo de orgullo.
¿Cuánto cuesta un satélite?
–A valores del mercado internacional, entre 60 y 70 millones de dólares, y pesa 500 kilos. Para un economista estamos hablando de un valor agregado de más de 100 mil dólares el kilo que se comparan con 10 centavos o menos de las exportaciones tradicionales de la Argentina.
¿A Estados Unidos no le molesta que países como Argentina intenten competir en sus mercados de alta tecnología?
–Recientemente nos visitaron en Bariloche técnicos de la NASA y también el embajador de Estados Unidos. Nosotros tratamos de fomentar la idea dentro del gobierno estadounidense de que la NASA nos ayudó a desarrollar más rápido esta área.