Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
LA REFORMA DE LA CARTA ORGáNICA DEL BCRA
Por Sergio Cesaratto *, Marc Lavoie ** y John Weeks ***
“¡Traigan un economista que tenga un solo lado! Todos mis economistas me dicen: por un lado... por el otro”, dijo el presidente de Estados Unidos Harry Truman. En una entrevista reciente con el diario La Nación el profesor Lance Taylor ofrece un ejemplo perfecto de este tipo de economistas: él respalda el crecimiento pero advierte sobre los peligros de la inflación; aprueba la existencia de un Banco Central que coopere con las autoridades pero advierte sobre el gasto público excesivo; defiende los controles a las importaciones pero muestra reparos por las posibles “ineficiencias microeconómicas”. El profesor Taylor juega a dos puntas criticando todo lo que los argentinos podrían hacer, aunque no estamos convencidos de que él haya dicho en la entrevista que está a favor de un banco central independiente. De hecho, él lo negó.
Nosotros compartimos algunas de estas preocupaciones y sabemos que el gobierno argentino también lo hace, aunque estamos menos preocupados por la idea de que los controles a las importaciones sólo protegen sectores domésticos ineficientes. Para comenzar, comparando Argentina con Europa, donde la imposibilidad del Banco Central para cooperar con los tesoros nacionales creó la crisis, Argentina luce bastante bien: tiene un Banco Central que está mandatado para cooperar con el gobierno elegido democráticamente para lograr tasas de crecimiento y empleo consistentes con la tasa de inflación más baja posible. En Europa, el Banco Central Europeo que no coopera permitió que las tasas de interés de la deuda soberana salten a niveles insostenibles. En ese sentido, el funcionamiento del Banco Central argentino es más parecido a la Reserva Federal.
Además, los banqueros centrales europeos y los líderes políticos promovieron medidas de austeridad que causaron una seria recesión y exacerban los problemas presupuestarios que generó la crisis financiera. Se trata de un escenario muy parecido al que atravesó Argentina durante la convertibilidad, cuando se impuso la antigua Carta Orgánica del Banco Central. En contraste, hoy en Argentina existe un Banco Central a favor del crecimiento que cuidadosamente utiliza sus reservas internacionales para limitar las necesidades del Gobierno de recurrir a los mercados financieros y promueve la inversión doméstica a través de la banca pública. Esto sólo puede ser una buena noticia.
Nadie puede negar la importancia de un tipo de cambio real competitivo para sostener el nivel de exportaciones y promover el desarrollo de un sector manufacturero competitivo. Creemos que la dependencia de las exportaciones en los caprichos del precio de la soja y las cosechas también es una preocupación de las autoridades argentinas. Sin embargo, muchos economistas argentinos son escépticos sobre los efectos positivos de una devaluación del tipo de cambio sobre las exportaciones manufactureras; en cambio, están más preocupados por los efectos inflacionarios que una devaluación puede tener en un país como Argentina, donde existe una larga tradición sindical de defensa del salario real. Esos economistas también advierten que la reducción del salario real a través de la devaluación, si llega a ser exitosa, deprimirá la demanda doméstica, el crecimiento y generará desempleo frente a un pequeño y poco esperable boom de las exportaciones. Así, el objetivo de un tipo de cambio competitivo debe estar acompañado por políticas de ingresos que preserven los salarios reales.
Finalmente, el Gobierno, junto con muchos economistas, en un intento por diversificar el sector exportador y reducir la dependencia de las importaciones, está desplegando políticas industriales y comerciales activas antes que recurrir al modelo de devaluación y contracción fiscal que proponen sus críticos. Uno no puede olvidarse de que Brasil tiene el control público del financiamiento a largo plazo a través del Bndes, y que dado la mayor tasa de crecimiento del PIB de Argentina, el gobierno argentino tiene razones legítimas para imponer controles a las importaciones. En cuanto a las ineficiencias que supuestamente generan las políticas de sustitución de importaciones y los controles a las importaciones, vale señalar que las consecuencias de la desindustrialización después de años de neoliberalismo son una herencia mucho más pesada
* Universidad de Siena.
** Universidad de Ottawa.
*** Universidad de Londres.
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