Fortalecer las innovaciones basadas en las ciencias de la vida, de manera de dirigir y orientar los desafíos en salud, alimentos, energía y medio ambiente es la propuesta de la Bioeconomía. Su gran potencial es el aporte para el crecimiento, la creación de puestos de trabajo y otros beneficios sociales.
› Por Alberto Diaz *
Hace unos veinte años, un analista internacional de la biotecnología satirizaba sobre la moda de usar del término “bio”. Desde el “bio” arte hasta los biofármacos, los biopolímeros, los restaurantes bio, las “bio” casas, “bio” punk, hasta retomaba el “bió-grafo”. Hace unos pocos años se sumó la Bioeconomía.
A fines de abril la Casa Blanca anunció el “Bioeconomy Blueprint”, Programa especial para la Bioeconomía. Texto comprensible para fortalecer las innovaciones basadas en las ciencias de la vida, de manera de dirigir y orientar los desafíos en salud, alimentos, energía y medio ambiente. Al mismo tiempo, los funcionarios Federales asumen una serie de nuevos compromisos para que el país alcance los resultados del Blueprint.
Se puede pensar que lo de Bioeconomía es un nuevo concepto no para vender “humo”, pero sí tendencias, orientaciones, políticas, hacer determinados negocios, “ser posmodernos”. Ya la biopolítica desde hace años ha demostrado con Foucault y pensadores posteriores el rol y el uso de la biología como forma de control y dominios. Pero no todo, por suerte, es blanco y negro. Así que vale la pena ver qué se propone el país que lleva una gran delantera en todos los campos de la biotecnología y, de paso, reflexionar su adaptación a la Argentina.
Manifiestan que la Bioeconomía surge como una prioridad en Estados Unidos por su gran potencial para el crecimiento y la creación de puestos de trabajo y otros varios beneficios sociales. Una más robusta Bioeconomía permitirá a los habitantes de ese país vivir más y de manera más saludable, desarrollar nuevas fuentes de bioenergía, orientar los desafíos ambientales, transformar los procesos de manufacturas y aumentar la productividad y el campo de acción de los sectores agrícolas, al mismo tiempo que permitirá generar nuevas industrias y oportunidades de empleo.
Un aumento constante de la población requiere aumentar los servicios de salud y contar con más recursos materiales incluyendo alimentos, alimentación animal, nuevos materiales para vestimenta y casas, fuentes de energía y fabricación de productos químicos. Recientes avances en las ciencias biológicas están permitiendo lograr cada vez más estas necesidades. En realidad, la convergencia de la biología con la ingeniería y otras ciencias (física, química, ciencias de la computación) están demostrando el gran poder para generar nuevos descubrimientos científicos, nuevos productos, nuevos mercados y nuevos puestos de trabajo para profesionales altamente capacitados.
Los beneficios se pueden ver en todos los sectores de la economía. Los materiales a partir de la biomasa (bio-materiales) están probando ser excelentes sustitutos a los provenientes de los hidrocarburos en numerosos procesos industriales y de manufactura. La investigación es un factor clave, pero no es suficiente para asegurar el éxito de la Bioeconomía en Estados Unidos. En el sector biomédico las asociaciones público-privadas pueden ayudar a la Nación a obtener sus logros mejorando los resultados y reduciendo los costos sanitarios.
Una Bioeconomía actualizada debe ser acompañada por un esfuerzo en la educación y entrenamiento de manera de tener los mejores equipos de trabajadores del siglo XXI, con las habilidades y capacidades necesarias para tener los triunfos en un mundo altamente competitivo.
Existe un innecesario y agotador número de barreras regulatorias que se deberán remover para acelerar los avances de las “bioinvenciones” desde los laboratorios a los mercados pero al mismo tiempo asegurando la atención adecuada a las preocupaciones del medio ambiente y en la salud: llegar más rápido al mercado, sin mirar cómo y a quien.
El Bioeconomy Blueprint establece cinco imperativos estratégicos:
1. Apoyar las inversiones en I&D que van a proveer la base de la futura Bioeconomía.
2. Facilitar la transición de las bio-invenciones del laboratorio al mercado, incluyendo un mayor foco sobre las ciencias “traslacionales” y regulatorias.
3. Desarrollo y reforma de regulaciones para aumentar la velocidad y predictibilidad de los procesos regulatorios. Reducir costos pero protegiendo el medio ambiente y la salud de las personas.
4. Actualizar programas de entrenamientos con instituciones académicas a través de incentivos para obtener la necesaria capacidad de la fuerza de trabajo a nivel nacional.
5. Facilitar colaboraciones público-privadas y actividades precompetitivas, de manera de lograr pools de recursos, conocimientos y experiencias para ser exitosos.
Argentina es pionera en Biotecnología en salud en América latina desde los ’80 en el sector industrial. Tiene una fuerte tradición y escuela en la investigación biomédica, pero que en general no se ha integrado a la industria o a la aplicación en políticas sanitarias. Ha sido muy exitosa, sobre todo en los últimos 15 años, en biotecnología en la agricultura, sumada a su gran tradición de la genética vegetal y variedades. Ahora se suman las fuertes aplicaciones en biodiésel por el dominio industrial en el sector aceitero y los beneficios fiscales para su explotación y exportación, que se suma a la tradicional producción de alcohol. Todo esto puede ser base para el desarrollo de la Biotecnología Industrial, desarrollando el concepto y las “biorrefinerías”, e integrando la ineludible aplicación a los temas de medio ambiente.
Dado que nuestro Gobierno ha dado un paso de gran importancia en el tema petróleo, hidrocarburos e YPF, hay que mencionar la “biotecnología negra”, que es el momento de comenzar a desarrollar (sumada a la biotecnología azul por su aplicación a los recursos marinos) como ha hecho la empresa Noruega StatoilHydro para usar la biotecnología en toda su cadena de valor de gas y petróleo. Puso al frente de su programa de I&D a un biólogo molecular (de origen onco-inmunólogo) que está caracterizando microorganismos que facilitarán mayor recuperación de los pozos. Ya han logrado “firmas genéticas” de esas bacterias (algo así como el ADN de las personas) para identificar depósitos ricos en petróleo, que también permitirá una prospectiva que no afectará al medio ambiente, sobre todo en los mares. Además, esas bacterias les va a facilitar diversificarse, ya que son productoras de enzimas y otros metabolitos de gran interés y aplicación en salud humana y alimentos. Han desarrollado métodos y tecnologías para aumentar el conocimiento sobre las “bioconversiones” que realizan los microorganismos sobre el petróleo “pesado”, y también pueden realizar la conversión de diferentes biomasas para producción de combustibles. Finalmente utilizan técnicas como la proteómica y la metagenómica para estos proyectos, pero desde una visión industrial.
Es evidente que la Bioeconomía puede ser el producto de un marketing globalizado, pero también está mostrando el rol de las ciencias biológicas en la actualidad. La economía basada en las ciencias de la vida es ya una realidad para los negocios, las industrias y los gobiernos: hay que llevarlas a que sean también de interés y beneficio de toda la sociedad.
Nuestro país cuenta con un programa en software exitoso, una Fundación Argentina de Nanotecnología. Por otro lado, la interacción entre estas tres nuevas tecnologías crece día a día, sobre todo entre las ciencias de la computación y la biotecnología, que también demandan una fuerte reflexión sobre sus implicaciones sociales y bioéticas. ¿No sería el momento de poner en marcha un programa de biotecnología orientado desde el Estado y con todos los actores asociados? La reglamentación y puesta en funcionamiento de la Ley de la Biotecnología Moderna (Nº 26.270) en interacción con el Plan 2020 del Ministerio de Industria y el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial 2020 podrían ser la base para una activa política de biotecnología y fortalecer una innovadora Bioindustria en Argentina.
* Especialista en Biotecnología.
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