Dom 23.09.2012
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ESTRATEGIA INDUSTRIAL E INVERSIóN PRIVADA

Expectativas

› Por Arturo H. Trinelli *

El protagonismo de la industria en la generación de empleo, luego de los drásticos procesos de reestructuración sectorial experimentados entre mediados de los ’70 y los ’90, permite prever para el 2020 más de un millón de puestos de trabajo, de acuerdo a estimaciones del Ministerio de Industria. Construcción y el rubro automotor han sido los que más han impulsado esa demanda laboral, razón por la cual el Gobierno viene trabajando para mantener los niveles de actividad en dos sectores claves del crecimiento industrial registrado en los últimos años.

El hecho de que sólo considerando el período 2003-2008 se hayan creado 34.000 empresas industriales, a razón de 5500 por año, con un promedio de apertura de industrias superior al 9 por ciento anual, sumado a la creación de parques industriales en todo el país y el consecuente auge de las pymes, revelan una expansión del sector fabril que, si bien se ha desacelerado recientemente, constituye uno de los pilares del modelo actual. Este proceso, sin embargo, no está exento de tensiones: junto al auge del sector fabril coexisten importantes niveles de concentración industrial, donde, además, muchas de las empresas de mayor facturación son de capital extranjero, lo que promueve elevados niveles de remisión de utilidades y la consolidación de una burguesía con gran poder de veto sobre el conjunto de la economía, afectando el poder de competitividad real de las pymes y profundizando una creciente especialización productiva en la explotación de recursos naturales sobre la base de ventajas comparativas estáticas. Al mismo tiempo, el déficit intrasectorial que manifiestan las ramas industriales más dinámicas revela en cierta forma el carácter trunco de la estructura industrial argentina, que acaso en etapas de expansión vertiginosa como las recientes expone deficiencias estructurales imposibles de revertir en apenas un puñado de años.

Por eso recobran trascendencia los debates en torno de la política industrial y las perspectivas para la consolidación a futuro de un desarrollo industrial pensado más allá de los gobiernos de turno. En La industria manufacturera: trayectoria reciente y cambios estructurales, Fernando Porta y Cecilia Fernández Bugna afirman que la clave para transformar un ciclo de expansión en un proceso de desarrollo económico está en la dimensión mesoeconómica, para lo cual resulta fundamental el estudio de algunos de sus factores más relevantes, como la dinámica de los sectores productivos, las políticas en el ámbito provincial y regional y el desenvolvimiento de los agentes económicos. En el caso argentino, los autores sostienen que la dinámica mesoeconómica ha estado condicionada en el largo plazo por tres factores: los recurrentes temores a la restricción externa, que han llevado permanentemente a tensiones inflacionarias e inestabilidad cambiaria; la volatilidad de variables que han deprimido la tasa de crecimiento potencial, con “expectativas” de los agentes económicos muchas veces contradictorias frente a los indicadores reales de la economía, y procesos de desindustrialización relativa deliberadamente forzados, como los que se impulsaron en el país durante el neoliberalismo. “En el marco del esquema macroeconómico que reemplazó a la convertibilidad y de una coyuntura internacional favorable, las políticas económicas predominantes en los últimos años han posibilitado administrar estos rasgos desplazando sus efectos contractivos. Sin embargo, sus determinantes estructurales no han sido removidos y no parece plausible que un conjunto de incentivos macroeconómicos alcance para hacerlo”, concluyen Porta y Fernández Bugna.

Por lo tanto, en pos de garantizar para los próximos años una armónica aproximación entre crecimiento y desarrollo, incrementar valor agregado y aumentar la densidad tecnológica de la producción aparece como un camino irreversible en un mundo donde la periferia tiene la gran oportunidad de abandonar su tradicional papel de proveedor de materias primas. En esa tarea, el Estado debe ser acompañado por el capital privado, con niveles de inversión que ayuden a la consolidación de las mejoras distributivas y grados de fiscalización pública para disciplinar las siempre complejas “expectativas” empresarias

* Economista GEENaP. [email protected]

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