Existe una empresa que reúne las condiciones para liderar el objetivo de la innovación tecnológica a nivel local: Invap. Se trata de una sociedad del Estado dirigida por la provincia de Río Negro y la Comisión Nacional de Energía Atómica. Durante los últimos 35 años, la compañía creció en forma consistente en el mercado de la ciencia aplicada, resistiendo el proceso de desindustrialización neoliberal de apertura comercial y enajenación del patrimonio público. “El gran secreto de Invap fue que desde los comienzos aplicó la táctica de reinvertir todas las ganancias, sin pagar dividendos, fórmula que le garantizó desarrollarse con el tiempo”, explicó a Cash Héctor Otheguy, gerente general de Invap.

Durante la convertibilidad, la compañía consiguió sobrevivir a partir de acuerdos de exportación, porque no hubo incentivos de parte del Estado. Eso se expresó a principios del 2000, cuando Invap se quedó con una importante licitación internacional para vender tecnología de punta a Australia. El contrato, a valores actuales, representaba cerca de 300 millones de dólares y fue lo que la hizo seguir funcionando durante la extensa fase del ciclo recesivo de la economía argentina.

Desde 2003, el cambio del rol de la política pública fue central para la empresa. A diferencia de los ’90, se comenzó a hacer un uso estratégico del poder de compra del Estado Nacional, con adquisiciones que pasaron a ser planificadas a largo plazo. La propuesta fue revitalizadora para Invap porque le permitió justificar el desarrollo de nuevas aplicaciones, lo que no se podría haber encarado sin la garantía de una demanda continuada en el tiempo. En una primera etapa, el Estado confió en Invap para el desarrollo de tecnología relacionada con energía nuclear. Luego se realizaron contratos en el rubro aeroespacial, para armar un sistema de satélites. A partir de la buena respuesta de la empresa, también se planificó la compra estatal por varios años de aparatos de radar, utilizados en tareas como la del control del tráfico aéreo. Entre los proyectos más recientes se destacó la puesta en marcha de tecnología para la televisión digital, idea que en principio fue aplicada a nivel nacional, pero luego permitió la exportación de equipos a la región.

Durante los últimos años, el Estado también se mostró con un rol activo en el financiamiento de Invap. La empresa encaró una política de fuertes inversiones de largo plazo, recibiendo créditos preferenciales del Banco Nación y el BICE y luego colocando obligaciones negociables suscriptas por la Anses. Con esos recursos se construyó un enorme establecimiento en Bariloche en 2005, con instalaciones que se pueden comparar con la de los grandes centros tecnológicos del primer mundo. Eso posibilitó concentrar la totalidad de las actividades de la empresa en un único espacio físico, pues hasta ese momento funcionaba en dieciséis establecimientos menores y dispersos en la provincia de Río Negro.

A partir de esta inversión y diversificación en los distintos campos de la ciencia aplicada, la empresa se expandió hasta duplicar la dotación de personal altamente calificado. A su vez, con los desarrollos de estos años en tecnología de alta complejidad, como el caso de innovaciones aeroespaciales, hubo un efecto derrame. Posibilitó iniciar un proceso para adaptar muchas de estas nuevas aplicaciones hacia ramas de la industria con menor grado de sofisticación. Además, fue un círculo virtuoso, creando empleo y conservando a los científicos en el país.

Entre las aplicaciones industriales desarrolladas por Invap, se destacó un proyecto de tubos de alta presión para la rama del petróleo y gas. “Hoy existe una política nacional para la ciencia aplicada como no la hubo en 40 años”, concluyó Otheguy, para agregar que “en estas condiciones, Invap puede contribuir sensiblemente a liderar la innovación tecnológica, hoja de ruta indispensable para todo proyecto de reindustrialización”