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La creación de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en 1948, facilitó el desarrollo de una corriente de pensamiento económico alejada de los cánones ortodoxos. En su primera publicación, “Estudio Económico de América Latina de 1949”, ya se desplegaba un esquema conceptual articulado en torno de la oposición centro-periferia. Ese trabajo, elaborado bajo la dirección del argentino Raúl Prebisch, reunía abundante información estadística de los países latinoamericanos y analizaba rigurosamente la desigual evolución de los términos del intercambio internacional en el largo plazo. A ese primer documento le seguirían muchos otros que irían conformando el corpus teórico “estructuralista”.

La oficina de la Cepal, situada en Santiago de Chile, se convirtió en un refugio para aquellos investigadores sociales que escapaban de las dictaduras militares instaladas en sus países de origen. La sede cepalina cobijó a numerosos intelectuales cuyos trabajos contribuyeron al surgimiento de la Teoría de la Dependencia. El destacado sociólogo y economista brasileño Celso Furtado fue uno de ellos. En sus numerosos escritos insistía en la necesidad de analizar el fenómeno del subdesarrollo dentro de un contexto histórico específico.

Furtado sostuvo, en su clásico libro Desarrollo y subdesarrollo, que el subdesarrollo era el resultado del impacto producido por la expansión del núcleo industrial de los países centrales. En ese marco, las relaciones económicas establecidas entre el núcleo dinámico y la periferia fueron funcionales a los objetivos perseguidos por los países centrales (captura de mercados para sus manufacturas y aprovisionamiento de materias primas). Ese particular tipo de vinculación provocó la conformación de una economía dual en los países subordinados. Por un lado, los sectores agroexportadores se consolidaron como el núcleo dinámico interno. Por el otro, el resto de las actividades conservó formas productivas atrasadas con típicos rasgos precapitalistas y bajísimos niveles de productividad.

En ese sentido, Furtado planteaba que “el subdesarrollo no constituye una etapa necesaria del proceso de formación de las economías capitalistas modernas. Es, en sí, un proceso particular resultante de la penetración de las empresas capitalistas modernas en las estructuras arcaicas”.

Un punto destacable del desarrollo teórico de Furtado fueron sus trabajos acerca del proceso de acumulación y el excedente. El brasileño definía el excedente como la diferencia entre el producto social (PIB) y el costo de reproducción de la población (CPR). El CPR era estimado a partir del ingreso percibido por el trabajador no calificado. El destino de ese excedente podía ser la acumulación dentro del sistema productivo o fuera de él, elevando el nivel de consumo del grupo poblacional que lograra apropiarse del mismo.

Esos aportes de Furtado son retomados por los economistas Gerardo De Santis y Julián Barberis en “Argentina: etapa superior del subdesarrollo”. Ellos señalan que los pocos países que lograron sortear las barreras en el camino del desarrollo “lo hicieron en base a la movilización de los recursos propios, en un proceso de acumulación de capital fundamentalmente financiado con ahorro interno... un primer paso al estudiar el proceso de acumulación potencial, que permita cambios estructurales de la economía para transitar un sendero hacia el desarrollo, debe enfocarse en conocer la masa de recursos disponibles susceptibles de ser acumulados. ¿Genera la economía argentina una masa de recursos tales que le permitan llevar adelante un proceso de acumulación de capital de envergadura? (...) ¿Genera la economía argentina un nivel de excedente suficiente?”.

Investigaciones sobre esta cuestión concluyeron en la existencia de un importante nivel de excedente para financiar un proceso de acumulación autostenido

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