› Por Mariano Kestelboim *
En un escenario de intensa discusión sobre la política económica, grandes medios de comunicación arribaron apresuradamente a un número que llamara la atención sobre un supuesto derroche general provocado por los feriados y desviaron la atención sobre su efecto redistributivo. Difundieron un informe de la consultora Analytica que concluyó que “el costo de cada feriado es equivalente a 4430 millones de pesos”; por lo cual, en 2013, la supuesta merma de producción de bienes y servicios treparía a 84.170 millones de pesos, cifra que representa casi dos veces el gasto público en educación y cultura del Presupuesto nacional 2013. Los cálculos publicados no tuvieron una justificación detallada ni rigurosa y llegaron al absurdo de aplicar una regla de tres simple: dividieron el PBI por 365 y multiplicaron su resultado por la cantidad de feriados. Analytica, que desarrolló un estudio menos simplista y sectorizado, aclaró que, con la metodología lineal, “el costo por día feriado llega a ser de más del doble”. El mensaje fue claro y contundente: a la Nación le sale demasiado cara la política de mayor tiempo de ocio.
Esa conclusión está sesgada y es una grosera subestimación de la capacidad analítica de la sociedad en un tema que afecta a todos. Primero, considera que la actividad de todos los sectores cae, excepto la del turismo, que pareciera ser la niña mimada del oficialismo. Segundo, el hecho de que se haya ido extendiendo, en los últimos cuatro años, la cantidad de feriados (de 12 a 19) no implica que las empresas deban contraer su producción. Tercero, su efecto neto en la economía es muy difícil de determinar, dado que depende de múltiples variables imposibles de anticipar y aislar, de impacto simultáneo y, en muchos casos, interdependiente. Cuarto y más importante, la agregación de los feriados provoca una fuerte redistribución del ingreso, tanto por dinamizar el turismo interno y las economías regionales como por mejorar el salario de gran parte de los trabajadores a costa, lógicamente, de las empresas.
Las compañías programan sus tareas en función de su objetivo de venta. Pueden planificar de muchas formas el recupero del tiempo productivo en caso de que decidan no trabajar un feriado. La manera más económica es a través de la intensificación del trabajo en horarios habituales. Esta variante es común sobre todo en actividades administrativas que, antes o después de los feriados, se recargan.
También es importante advertir que la agregación de los feriados fue gradual, no se llegó a un nivel inmanejable y siempre se puede sostener la actividad con horas extras. Como la baja del tiempo laboral por los siete nuevos feriados en relación con el tiempo de trabajo anual es pequeña (entre 2,9 y 3,2 por ciento, según la antigüedad de cada empleado), las firmas en general intensifican tareas, suben horas extras, operan los días feriados o pagan premios por productividad. De ser necesario, a veces pueden optar por sumar turnos o contratar más personal.
Los feriados implican, como mínimo, mejores ingresos relativos para todos los empleados con ingresos fijos mensuales (cobran lo mismo por menos días laborales). Por caso, cada nuevo feriado agregado para un empleado administrativo de 1 a 5 años de antigüedad que trabaja de lunes a viernes implica una suba salarial implícita en torno del 0,45 por ciento (varía en función de beneficios específicos de cada rama y no computa los feriados que caen en fines de semana). Así, por este concepto se habrá acumulado, entre 2009 y 2013, una mejora implícita de sus remuneraciones cercana al 2,2 por ciento, en detrimento del margen de ganancia empresarial. Obviamente, el abanico de posibilidades entre las diferentes actividades es amplio y los obreros que reciben pagos por horas extras son los más favorecidos. La Ley de Contrato de Trabajo establece un piso de recargo del 50 por ciento calculado sobre el salario habitual, cuando son de horas extras en días comunes, y del ciento por ciento en sábados después de las 13 horas, domingos y feriados. Hay sindicatos que poseen convenios mejores: los químicos que trabajan en feriados perciben un 300 por ciento de aumento.
El encarecimiento de costos laborales, acompañado de records de ventas de casi todos los sectores y un progresivo achicamiento de la rentabilidad (sobre todo de pymes), presiona sobre la necesidad de minimizar costos de intermediación y ganar productividad. La misma puede mejorarse tanto a través de la incorporación de nueva tecnología, como mediante una planificación y reorganización productiva más eficiente y mayores economías de escala. En este punto se requiere un sinceramiento: hay mucho margen en la mayoría de las empresas para ahorrar tiempos operativos y el Estado tiene herramientas de asistencia técnica para reconvertir estructuras de trabajo atrasadas y financiar inversiones. Así, los feriados tendrían el efecto deseado de elevar la calidad de vida como resultado de la reducción de la brecha tecnológica que separa al país de las economías más avanzadas. Este es el principal motivo por el cual los trabajadores de esas naciones, reconocidas por su arraigada cultura del trabajo, poseen 35 días de vacaciones anuales y en Argentina la mayoría sólo goza de una quincena.
El mayor costo laboral afecta proporcionalmente más a pymes por tener un uso más intensivo de mano de obra. Por ello, sería relevante la difusión de investigaciones públicas de impacto de las medidas para analizar el fenómeno con mayor rigor técnico. Serían útiles para lo siguiente: determinar el efecto concreto de la incorporación de feriados en cada área, en especial sobre el empleo (según un informe del Ministerio de Turismo, las ramas características del turismo generaban 956.546 puestos de trabajo en 2006); sustentar análisis de políticas públicas que permitan revertir eventuales desigualdades disruptivas del proceso de reindustrialización y brindar un panorama de apoyo al desarrollo de inversiones.
Un sesgo llamativo de los análisis publicados fue que, ante una inminente renegociación de paritarias, los referidos aumentos de los costos laborales fueron omitidos, a pesar de su mayor facilidad de cálculo en comparación con los estudios que remarcaron el supuesto recorte en la producción.
La investigación del impacto de los feriados es muy compleja y costosa. Por lo general, las decisiones de gasto en un contexto de esparcimiento son mayores que en un espacio de trabajo. Los días de descanso, si bien pueden provocar mermas en algunas actividades comerciales dependientes del circuito laboral (viajes en taxis o almuerzos ejecutivos, por ejemplo), la demanda se anticipa o se posterga y el cambio de rutina dispara decisiones imprevistas de consumo y de inversión turística, inmobiliaria y en actividades productivas vinculadas.
Además, se genera un reordenamiento geográfico del consumo en localidades no saturadas. Ciudades como Buenos Aires atraviesan un nivel de congestión alarmante, verificado, por ejemplo, en las exponenciales subas de los costos inmobiliarios, que explican gran parte de la creciente dispersión de precios. Un informe del Geenap indica que “el gasto en turismo suele dirigirse hacia sectores con menor nivel de concentración y de ingreso, dadas las características de muchas de las localidades receptoras; llega con más facilidad a los sectores de menores recursos y, por lo tanto, potencia su impacto dinamizador y distributivo sobre la actividad”. No es neutro que millones de turistas transiten las rutas tomando diferentes decisiones de consumo que multiplican la actividad lejos de las grandes ciudades. A la vez, esas escapadas mejoran la calidad de vida de quienes no se van, ya que pueden disfrutar de una ciudad menos congestionada.
El negocio de los centros turísticos se vuelve menos dependiente de los meses de enero y febrero, lo cual reduce la presión en los precios de temporada, propicia la inversión en infraestructura y genera empleos más estables. Las grandes distancias entre los centros turísticos tradicionales y la Ciudad de Buenos Aires, por caso, incentiva la desconcentración de la oferta a través de la creación de nuevos polos turísticos más cercanos.
Si bien aún los trabajadores no terminaron de recuperar la cantidad de días no laborables (vacaciones más feriados), eliminados por la última dictadura y las políticas de flexibilización laboral de los ’90, la nueva modalidad de muchos lapsos cortos de descanso permite una mejor coordinación del tiempo libre de las familias, genera espacios para el desarrollo cultural, impulsa escalas mínimas de actividad en ciertas regiones que no podrían desarrollarse exclusivamente a través del turismo internacional –según la Cámara de Turismo, el 76 por ciento de los turistas movilizados en 2011 fueron residentes locales– y posibilita la preservación de divisas al sustituir turismo interno por externo.
Dado el alejamiento de Argentina de los centros económicos mundiales, el mayor costo del transporte requiere diseñar formas no convencionales de promoción del turismo interno. Esto es relevante si se pretende sostener un modelo que, como consecuencia de la recuperación de buena parte del poder adquisitivo de los trabajadores perdido en la convertibilidad y su crisis, provocó tensiones distributivas que contribuyeron a impulsar una apreciación cambiaria que abarata el turismo externo.
Detrás de la creencia de que los días feriados implican colosales pérdidas para el país, se halla una visión retrógrada sólo enfocada en el empleado como un haragán. Desgraciadamente, ciertos sectores sociales cuestionan la agregación de días no laborables sin motivos económicos justificados.
En una economía global con contradictorias crisis de sobreproducción mezcladas con desesperantes problemas de desempleo, desigualdad y pobreza, la agregación de feriados es una brisa a contramano. Frente al cada vez más hostil mercado laboral en el mundo, es una clara medida a favor del trabajador; en un nivel no exagerado, los feriados permiten una distribución más equitativa sin implicar pérdidas para el conjunto del país como se quiso hacer creer
* Coordinador del Departamento de Política Económica de la SID.
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