REFLEXIóN LAS IDEAS SOBRE LOS ASPECTOS SOCIOECONóMICOS DEL NUEVO PAPADO
El autor expone el marco analítico que se desprende de las primeras postulaciones en materia socioeconómica expresadas por el papa Francisco. La idea principal es la de una “economía más humana”.
› Por Ricardo E. Gerardi *
La Iglesia Católica, como institución milenaria, ha pasado por distintos momentos en lo referido a la aplicación del mensaje cristiano en el campo económico y social.
Los textos evangélicos revelan una exigencia que excede la de una buena y correcta administración (Mateo 25,14-30), y también apelan a que nos centremos en un “ser” maduro y solidario y no apegarnos al “tener”. El relato sobre el encuentro con el joven rico (Mateo 19, 16-22) y las bienaventuranzas (Mateo 5,3-12) son algunos de los pasajes donde se expresa una exigencia muy radical en lo que se refiere a los bienes materiales.
Las primeras comunidades cristianas intentaron vivir este mensaje, tal como se expresa en el texto de los Hechos de los Apóstoles (véase por ejemplo 2, 44-45, 4,32,34-35) donde “compartían todo cuanto tenían” y retiraban “según su necesidad”.
Sin embargo, con la progresiva incorporación de comunidades cristianas donde había familias con mayores ingresos que otras, el apóstol Pablo, si bien insta a vivir el espíritu evangélico y combatir la desigualdad, “flexibiliza” el mensaje apelando a la “generosidad” y el aporte de cada uno “según su posibilidad” (v. g.: 2 Corintios, 9, 6-8).
Esto fue “abriendo la puerta” a distintas situaciones y a que la Iglesia, como “institución”, cayera en la “tentación” del dinero y del poder. Esto fue cuestionado tanto dentro de la institución por personas como San Francisco de Asís, como por quienes luego rompieron con ella, como el caso de Lutero.
Hoy el papa Francisco, eligiendo ese nombre y con gestos concretos, busca que la Iglesia –y en particular quienes la conducen y no sólo las personas que están en órdenes religiosas, que tienen el “voto de pobreza”– camine, al menos, hacia una mayor sencillez y austeridad. Evidentemente no es un camino sencillo y fácil, dado “extremos” de corrupción que se detectaron en particular en el Vaticano.
La Iglesia Católica no sólo ha intentado dar testimonio (en particular a través de las órdenes religiosas) de una vida comunitaria desapegada del “tener” y del compartir de manera solidaria, sino que se ha planteado dar su aporte para la transformación del mundo. Este Papa esto lo ha hecho a través de gestos proféticos y de denuncia (por ejemplo criticando la “Globalización de la indiferencia” frente al drama de los inmigrantes ilegales), así como también abogando por una mayor justicia (por lo tanto con una “inclusión creciente”) y planteando un ejercicio “enaltecido de la política” y una “economía más humana”.
Lo anterior conlleva cambios culturales de los distintos actores y cambios institucionales (por lo tanto con un rol activo del Estado no sólo a nivel nacional sino también supranacional) y organizacionales (un accionar “inteligente” con eficacia y eficiencia) que vayan en esa dirección.
La jerarquía de la Iglesia no ha planteado medidas concretas sobre este particular, porque no le corresponde y no es “experta en instrumentos específicos”, pero podríamos decir que estas orientaciones se enmarcan en el pensamiento socialcristiano (derivado de la Doctrina Social de la Iglesia) y con similitudes con un enfoque y una práctica socialdemócrata, compatibles con el sistema democrático.
Una primera respuesta a este interrogante es que llega hasta lo planteado en el punto anterior y no más. Y esto se juega “en el hoy”, dado que “toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu Dios”, es real y se manifiesta en el “hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea, en su pueblo, sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa... y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el “hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la “vida eterna” (discurso del papa Francisco en el Encuentro con el Comité de Coordinación del Celam, el 28/7/2013).
En el mismo discurso el Papa advierte a los católicos sobre distintas maneras de ideologización del mensaje evangélico, donde la primera es: “El reduccionismo socializante. Es la ideologización más fácil de descubrir. En algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una pretensión interpretativa en base a una hermenéutica según las ciencias sociales. Abarca los campos más variados, desde el liberalismo de mercado hasta la categorización marxista” (ibidem).
Una forma de interpretar estas partes del discurso del Papa es que de alguna manera adopta una postura “post moderna” (caída de los grandes relatos) y por lo tanto proclive a descartar la implementación cercana de propuestas utópicas, dado que hay una “promesa” (“el Reino”) pero de la que sólo podemos alcanzar “una chispa de esa eternidad”. Podríamos decir que para algunos será un planteo “de un realismo positivo” (dada la condición humana actual y del mundo) y “concreto” de hacer lo más deseable de acuerdo con las posibilidades del hoy. Para otros, en cambio, será un enfoque “pesimista” en cuanto a la profundidad del cambio, dado que sólo podríamos alcanzar un “atisbo o chispa” de cambio confrontado con ese mundo “ideal”.
Más allá de lo positivo que conlleva buscar una “economía más humana”, cabría preguntarse si como humanos podríamos trascender la post modernidad colaborando en reforzar las continuidades y los “saltos” de la evolución que apunten a jugar la libertad y la acción en dirección a potenciar y hacer perdurar “las chispas de eternidad”. Entonces seguramente “el hoy” estaría direccionado por una energía creciente hacia el don y la reciprocidad en modalidades de economía social y solidaria, hacia un intercambio que vaya evolucionando de un enfoque utilitario y de “caza de oportunidades mercantiles” hacia un consumo responsable y un intercambio justo, hacia una mayor autogestión productiva y de “prosumidores”, hacia una redistribución progresiva de la riqueza, hacia un cuidado creciente de las personas y del medio ambiente, hacia una participación creciente y madura en todos los planos de la vida, a que los cambios tecnológicos y la evolución de las relaciones sociales a nivel “macro” posibiliten una profundización de los vínculos “micro” hacia una mayor amistad entre las personas. Ir dando mayor precisión, contenido y perspectiva a los valores propuestos por Francisco puede ser un desafío importante de construir entre todos
* Economista, profesor de Sistemas Económicos Comparados FCE-UBA.
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