Domingo, 19 de enero de 2014 | Hoy
SALARIOS, GANANCIAS Y CRECIMIENTO ECONóMICO
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
El saber económico convencional suele señalar que existe una “tasa natural de desempleo”, que en el lenguaje matemático y británico de los manuales y papers es presentado como NU (por las iniciales de Natural Unenployment). La misma estaría dada por la negociación libre entre empresarios y trabajadores, que permitiría fijar un nivel de salario real al que “todo aquel que quiera trabajar puede hacerlo”. De esa manera, quienes no trabajan a ese salario de mercado es porque no quieren hacerlo y prefieren quedarse en su casa tomando mate y viendo la tele, hecho que se califica como desempleo voluntario y que conforma su tasa natural.
Si un sindicato intenta subir los salarios por encima del nivel de mercado, la respuesta empresarial será una remarcación de precios que vuelva el salario real a su nivel natural. Si los controles de precios o la competencia externa le impiden trasladar los aumentos de salarios a precios, la respuesta empresarial será contratar menos trabajadores o hacerlo informalmente, siendo el resultado de la presión sindical la generación de desempleo o informalidad.
La tasa natural de desempleo constituye un límite infranqueable también para las políticas que buscan estimular el crecimiento de la actividad económica. Si se lleva esa variable por debajo de su nivel natural, sólo logran acelerar los reclamos salariales y su posterior pase a precios empresarial, resultando en una inflación creciente sin mayores repercusiones en materia productiva. De esta manera, la teoría ortodoxa se vuelve guardiana de una determinada distribución del ingreso entre el capital y el trabajo, la que se corresponde con el salario real fijado en negociaciones “libres” que resulta en un nivel de desempleo “natural”, por el que se sacrifica incluso al crecimiento económico.
La falsedad del mito de la “tasa natural de desempleo” descansa en considerar fijo el nivel de ventas, poniendo el acento de los motivos para la contratación de los trabajadores en el costo salarial. Sin embargo, un aspecto mucho más relevante para las firmas a la hora de evaluar ampliar su planta de personal es el volumen de ventas que depende, para su mayoría, del nivel de consumo interno. Como el salario de los trabajadores tomados en conjunto conforma el grueso de ese consumo, las subas y bajas de los salarios tienden a aumentar o disminuir la demanda interna y, por lo tanto, el nivel de contratación de mano de obra. De esa manera, y a contramano del pensamiento ortodoxo, una baja del salario real resulta en un incremento del desempleo, y una mejora del ingreso de los trabajadores, en un mayor nivel de empleo.
Eso no quiere decir que no existan límites para el impulso del empleo por la expansión de las ventas al calor de las mejoras salariales. Esos límites se encuentran vinculados con la capacidad de regular el margen de ganancia empresarial (para que los aumentos nominales de salarios no se evaporen en la posterior remarcación empresarial). También en la competencia internacional, que pone límites a la fijación nacional de los salarios, tal como lo manifiestan en cada paritaria los lamentos empresariales por pérdidas de competitividad.
En el caso argentino, también son relevantes la fuga de capitales, el déficit energético o el balance deficitario en divisas de la industria, que pueden traducirse en una presión sobre el mercado cambiario que obligue a restringir la actividad, el empleo y los aumentos salariales para mantener restringidas las importaciones.
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