Dom 09.02.2014
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LA DISTRIBUCIóN ESPACIAL DE LOS HOGARES COMO REFLEJO DE LA DISTRIBUCIóN ECONóMICA

Segregación espacial

Aquellas sociedades con mayores niveles de igualdad presentan diferencias menos marcadas en relación con las características de los hogares y su distribución espacial que los países con niveles de desigualdad más altos. La situación en el AMBA.

› Por Fernando Groisman y M. Eugenia Sconfienza *

Históricamente la distribución espacial de los hogares ha sido el reflejo de la distribución económica de las sociedades. De este modo, aquellas sociedades con mayores niveles de igualdad presentan diferencias menos marcadas en relación con las características de los hogares y su distribución espacial que los países con niveles de desigualdad más altos. Estos últimos pueden exhibir un paisaje en el cual es posible identificar fácilmente los contrastes, no sólo en la calidad de las viviendas sino también en la intensidad de la segregación espacial de las mismas.

Si bien el panorama distributivo en Argentina durante los últimos años ha mejorado ostensiblemente, en los segmentos poblacionales en los que perduran la pobreza y la indigencia la segregación residencial parece haberse consolidado y tiende a perpetuarse. En el caso del Area Metropolitana de Buenos Aires –AMBA– (Ciudad de Buenos Aires + 24 partidos del Conurbano) se ha profundizado un proceso de desplazamiento de los hogares pauperizados hacia los extremos de la ciudad y anillos periféricos de la metrópoli.

Debido a la densidad poblacional el AMBA es el territorio más crítico en la Argentina en materia de déficit habitacional, lo que se manifiesta en la sostenida expansión de villas y asentamientos precarios. Producto del encarecimiento del suelo y de los alquileres urbanos, y de las altas tasas de interés en materia de créditos hipotecarios, el acceso a la vivienda se ha vuelto cada vez más restrictivo, y las mejoras en materia de protección social no han logrado saldar aún esta deuda habitacional.

Una posible explicación, en el marco del favorable contexto económico de gran parte del corriente siglo, es que los hogares con menores recursos y que además residen en entornos urbanos segregados enfrentaron mayores dificultades para acceder a los beneficios del crecimiento económico. Ello pudo haber sido el resultado, alternativa o complementariamente, de características personales de los miembros de estas familias –baja educación, baja experiencia laboral, entre otros–, como de las restricciones que les impone la propia segregación –transporte público deficitario, escasez de información adecuada, estigmatización social–. En todo caso este comportamiento sugiere que la salida de los hogares de la condición de segregación no depende solamente de un contexto de crecimiento económico.

Las consecuencias de la concentración espacial de sectores más ricos y más empobrecidos refuerza la persistencia de barreras a la interacción entre grupos sociales. Dado que la segregación residencial es un concepto amplio que no sólo refiere a la concentración de la población en el territorio urbano sino también a las oportunidades diferenciales de acceso a toda clase de recursos que tal condición define, es que la segregación se manifiesta en diferencias relativas al acceso de servicios públicos como el transporte y/o la localización de la demanda de empleo.

Las grandes urbes tienden a concentrar el mayor volumen de oportunidades laborales. La contracara de esta situación es que muchos de los trabajadores que no logran una inserción laboral estable y se mantienen en la precariedad –empleos informales, subempleo, etc.– carecen de los medios económicos para residir en las grandes ciudades pero necesitan permanecer en las cercanías para poder subsistir, ya sea realizando alguna “changa” o actividades de reciclaje urbano.

La dinámica que se genera en relación con la precariedad laboral y la segregación residencial es un círculo en el que se refuerzan ambas situaciones. Lograr un empleo de calidad no es sencillo al residir en zonas segregadas, a la vez que huir de la segregación espacial –con difícil acceso al crédito hipotecario–, no se hace posible sin lograr una inserción laboral de calidad.

Si bien en la agenda social las dificultades habitacionales tienden a ocupar los primeros lugares (Plan Federal de Viviendas y en los últimos dos años el Programa de Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Unica Familia –Pro.Cre.Ar–, entre otros), resultan aún limitadas las políticas en la materia debido a la intensidad de la problemática y la perpetuación en el tiempo de la desigualdad espacial. Asimismo, sería deseable que se alentaran, además de créditos para el acceso a la vivienda, incentivos para la radicación de empresas y actividades comerciales generadoras de empleo en las zonas urbanas segregadas

* Investigadores Centro de Investigación en Trabajo, Distribución y Sociedad (Citradis).

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