Dom 15.06.2014
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LA ECONOMíA ORTODOXA Y EL FUTURO

“Previsión perfecta”

› Por Andrés Asiain y Lorena Putero

Una de las tantas alucinaciones teóricas que flashearon los economistas ortodoxos en sus ámbitos académicos fue la de suponer que los seres humanos tienen “previsión perfecta”. Se trata de un atributo sobrenatural que la teoría económica neoclásica brinda a las personas, dotándolas del maravilloso poder de predecir sin margen de error cómo será el futuro. Sin preocuparse por la merma en la clientela de los adivinos, ni el rojo en los balances de las agencias de quiniela, el “saber” convencional de la ciencia predica que el homo economicus toma sus decisiones con la certidumbre que le brinda saber hoy cómo será el mañana.

La introducción del supuesto de previsión perfecta es realizada con el afán de presentar una economía que se encuentra siempre en equilibrio, descartándose la posibilidad de movimientos desestabilizadores en los precios. Por ejemplo, ante el desconocimiento de cuál será el precio futuro de un bien, una suba de éste podría inducir una mayor demanda, si se piensa que el precio continuará subiendo en el futuro, generando movidas alcistas sin mayor fundamento que un rumor.

La previsión perfecta, al asumir que “el futuro llegó hace rato”, elimina ese tipo de comportamientos, ya que, sin incertidumbre, la posibilidad de comportamientos especulativos se elimina por definición.

Si bien nadie puede creer que los seres humanos conocen el futuro a la perfección, la teoría ortodoxa toma el supuesto de previsión perfecta como una buena aproximación al funcionamiento de mercados donde hay poca incertidumbre y los individuos conocen los resultados a fuerza de costumbre. En palabras de Joseph Schumpeter en su Teoría del desenvolvimiento económico, si bien se trata de “una ficción en todos los casos (...) demuestra hallarse bastante próxima a la realidad, si las cosas disponen de tiempo para imponer su lógica a los hombres, a martillazos. Allí donde haya sucedido esto, y en los límites en que haya sucedido, puede uno contentarse con la ficción construyendo teorías sobre ella”.

No falta el audaz ortodoxo que mantiene la ficción de la previsión perfecta en los mercados más inestables e impredecibles que existen, como ser los financieros. Para fundamentar esa suposición plantean que la incertidumbre sobre el futuro del valor de las acciones, bonos, hipotecas, precios de materias primas o divisas puede ser reducida mediante la diversificación de los riesgos, la existencia de mercados de seguros y operaciones de arbitraje. De esa manera todo movimiento de precios en esos mercados se encontraría justificado, desestimando que sean el resultado de alguna aventura especulativa sin fundamentos. Semejantes teorías fueron las que legitimaron las políticas de desregulación financiera de las últimas décadas a nivel mundial, permitiendo el desarrollo de diversas burbujas especulativas, como la de las hipotecas norteamericanas, cuyo estallido derivó en la última crisis internacional.

El hecho de que teorías tan disparatadas puedan ser tomadas en serio por alguien demuestra lo permeable del saber económico al lobby de ciertos intereses. Un aparato académico mundial altamente vinculado a los grandes grupos financieros que realizan fortunas mediante la especulación parece tener más poder que el esfuerzo aristotélico por alcanzar la verdad en los profesionales de las ciencias económicas. Como señaló alguna vez un economista norteamericano, “la capacidad para sostener creencias erróneas es muy grande, especialmente cuando ello coincide con la conveniencia” (John Kenneth Galbraith, El poder y el economista útil)

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