DISTRIBUCIóN DEL INGRESO E INCLUSIóN SOCIAL
Durante el kirchnerismo, el consumo popular se convirtió en uno de los indicadores privilegiados para mostrar un desempeño económico y social exitoso y virtuoso. No siguieron la misma dirección las dinámicas de endeudamiento entre los diferentes sectores sociales.
› Por Ariel Wilkis *
El sociólogo Gabriel Kessler publicó un libro (Controversias sobre la desigualdad, FCE) cuyo propósito es poner en perspectiva los avances y retrocesos de la desigualdad durante el ciclo de gobiernos kirchneristas. Esta nota sigue la misma dirección, pero centrándose en una sola dimensión: la desigualdad frente al consumo y el endeudamiento. La relevancia de este tema la hemos expuesto anteriormente (ver Cash 22/4/2012). Durante este ciclo político, el consumo popular se convirtió en uno de los indicadores privilegiados para mostrar un desempeño económico y social exitoso y virtuoso.
Estas líneas analizan las tendencias contrapuestas que pautan la evolución del consumo. Si, por un lado, hubo una disminución en la brecha de la desigualdad frente al consumo, por otro lado no siguieron la misma dirección las dinámicas de endeudamiento entre los diferentes sectores sociales. La desigualdad siguió marcando la relación frente a las deudas.
Para fundamentar esta interpretación nos basamos en los datos provenientes de las últimas dos Encuestas Nacionales de Gasto de Hogares (2004/2005 y 2012/2013), elaborados en el informe de Guillermo Manzano para el Centro de Estudios Sociales de la Economía (Unsam). Esta es la información disponible, mientras no se desarrollen mediciones enfocadas especialmente sobre estas cuestiones como las que realizan los bancos centrales de varios países de la región.
Un dato insoslayable del período: el quintil de hogares más pobre según ingreso per cápita familiar aumentó un 402 por ciento su ingreso mensual medido en valores corrientes entre la medición de 2004/2005 y la medición de 2012/2013. En cambio, el quintil más rico lo hizo un 264 por ciento. Este mejoramiento impactó en una mayor participación en el consumo. El primer quintil representaba el 27,5 por ciento de la población y realizaba el 9,91 por ciento del gasto total en el inicio del ciclo kirchnerista; en el final representaba el 28,3 por ciento y realizaba el 13 por ciento del gasto.
Entre ambos momentos, el quintil más rico perdió 5 puntos porcentuales de su participación en el consumo total.
En el mismo sentido se encuentran los datos en lo referido al indicador de gasto medio de población. El primer quintil consumió un 64 por ciento menos que el promedio en 2004/2005, en la última medición lo hace un 54 por ciento. Este mejoramiento es a expensas del quinto quintil. En 2004/2005, éste consumía 165 por ciento más que el promedio, en 2012/2013 134 por ciento.
Esta tendencia se refleja en un claro indicador de desigualdad frente al consumo: la brecha total de consumo medio per cápita (cuánto más consumen los miembros de un quintil en comparación con el otro) entre ricos y pobres disminuyó de 7,3 a 5.
Esta tendencia la encontramos al analizar cada ítem de consumo, tomando como referencia la brecha de consumo entre el quintil de más ingresos y el quintil de menos ingresos.
La disminución en la brecha de consumo se refleja en todos los items analizados, menos en uno (propiedades). También se observa que algunos items disminuyeron más de la mitad la brecha (indumentaria y calzado, equipamiento y mantenimiento del hogar).
El mejoramiento en la participación en el consumo y la disminución de la desigualdad entre sectores es una tendencia que marca el período. Los datos apoyan una prédica en favor de la inclusión a través del consumo. Sin embargo, una tendencia de signo contrario ayuda a comprender cómo se desarrolló este proceso.
La Encuesta Nacional de Gasto de Hogares proporciona un dato clave. En 2004/2005, los hogares más pobres tenían comprometido 1,36 peso en gastos de consumo del total de bienes y servicios adquiridos por cada peso de ingreso corriente; en 2012/2013, esta relación fue de 1,29 peso. Por su parte, el quintil más rico tenía una relación de 0,77 en la primera medición y de 0,70 en la última.
Si observamos la relación entre gasto de consumo/ingreso corriente de todos los quintiles vemos cómo el más pobre se encuentra en una situación de clara desventaja. El primer quintil prácticamente es el único que muestra un sobregasto con relación a los ingresos tanto en 2004/2005 como en 2012/2013 (el índice total es 0,91 para la primera medición y 0,84 para la segunda).
Se infiere que los mecanismos que sostienen la diferencia entre pesos que ingresan y pesos que egresan son el desahorro o el endeudamiento. En un proceso de aumento del consumo y de ingresos es de esperar que sea la segunda opción la que prevalece para dar cuenta de esta diferencia.
El mejoramiento en los niveles de ingreso no modificó estructuralmente el hecho de que los hogares más pobres gastasen más dinero del que obtienen de sus ingresos. La disminución de la brecha de consumo no implicó un proceso paralelo en lo relativo al endeudamiento. La evolución del primero no puede ser analizado sin tener en cuenta este último. La desigualdad frente al endeudamiento es un factor clave, aunque poco tenido en cuenta por la agenda pública.
En su libro, Kessler se pregunta qué sociedad es más igualitaria. ¿Una homogénea pero excluyente, u otra que tiene desigualdades internas pero que ha realizado un proceso de inclusión? Este interrogante es el mismo que puede ser formulado a la luz de los datos presentados. ¿Qué es más igualitario, un sistema que excluye del consumo, o uno que incluye sin modificar las dinámicas de endeudamiento?
El valor de la respuesta a este interrogante queda definido tanto para evaluar el pasado reciente como para tomar partido por un futuro aún más igualitario
* Conicet/Idaes-Unsam.
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