Domingo, 17 de mayo de 2015 | Hoy
LA ELITE Y EL PODER
Por Carlos Andujar *
El Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad que se desarrolló en Buenos Aires del 12 al 14 de marzo de 2015 seguramente será el puntapié inicial para tantos otros encuentros que se darán en la región. Las ponencias y los intelectuales que allí estuvieron continúan dialogando con nosotros, no sólo cuando los volvemos a ver por Internet, sino principalmente cuando sus ideas y pensamientos interpelan los modos con los que nos acercamos a la realidad.
Uno de ellos, el teólogo brasileño Leonardo Boff, defensor de la Teología de la Liberación y asesor de movimientos sociales de cuño popular liberador, como el Movimiento de los Sin-Tierra y las Comunidades Eclesiales de Base, escribió en su columna semanal sobre el odio. En busca de los fundamentos de ese odio, dice Boff que las clases poderosas que se acostumbraron a hacer del Estado su lugar natural y a apropiarse privadamente de los bienes públicos no toleran que esto no suceda y quieren volver a ocupar ese lugar que juzgan de derecho suyo. Afirma, sin medias tintas, que han empezado a darse cuenta de que tal vez nunca más tendrán condiciones históricas para rehacer su proyecto de dominación y conciliación.
Aunque parezca que describe nuestra realidad, está hablando del Brasil de Dilma cuando menciona que para la elite dominante el camino de las urnas se ha vuelto inseguro gracias a el nivel crítico alcanzado por amplios estratos del pueblo que rechazó su proyecto político de alineación neoliberal, y siendo hoy el camino militar imposible, lucubran con la esdrújula posibilidad de la judicialización de la política, contando con aliados en el Poder Judicial que nutren semejante odio al PT (Partido de los Trabajadores) y sienten el mismo desdén por el pueblo. Cualquier similitud con la resistencia a la democratización de la Justicia o la llamada marcha de los fiscales por estas tierras no es pura coincidencia.
Sin embargo, ese odio al que se refiere Boff no proviene solamente de las elites que sienten que el actual proyecto populista las desplaza, siempre relativamente, del centro de la escena.
Ese odio que llega a extremos inusitados e irracionales, que impide cualquier tipo de invitación al diálogo o a la discusión, que es alentado y promovido por los medios de comunicación hegemónicos y conservadores y se manifiesta tanto en las redes sociales como en reuniones familiares, está instalado ampliamente en la clase media y también en un pequeño sector de las clases populares.
El odio contra el PT, afirma el teólogo, es menos contra el PT que contra el pueblo pobre que gracias al PT y a sus políticas sociales de inclusión ha sido sacado del infierno de la pobreza y del hambre y está ocupando los lugares antes reservados a las elites acomodadas. Estas piensan en hacer sólo caridad, donar cosas, pero nunca en hacer justicia social. Existe, pues, con raíces profundas, un desprecio hacia el pueblo, nos guste o no. Ven, temerosas, el ascenso de las clases populares y de su poder. Estas invaden sus lugares exclusivos. En el fondo, comienza a haber una pequeña democratización de los espacios.
En Argentina, como seguramente en el Brasil, no debe confundirse el odio irracional con nuevas demandas legítimas de las clases populares que sólo pueden aparecer tras grandes procesos de inclusión y democratización. Dichas voces, habilitadas por los gobiernos populistas de la región, deben ser atendidas por los mismos proyectos políticos populistas. El piso no es el mismo del cual se comenzó, por lo tanto las políticas públicas y los actores sociales que contribuyan a su sostenimiento seguramente no serán los mismos, o por lo menos no lo serán del mismo modo.
A pesar de ello, el odio y el desprecio de los sectores acomodados, si bien la mayoría de las veces se encuentra personificado en la persona de la Presidenta, está claramente destinado hacia los beneficiarios de las políticas sociales más que a las políticas públicas en sí. No ven mal que se entreguen computadoras, ven mal que se las entreguen a ellos, que no se las merecen y no las usan para estudiar. No ven mal la asignación por embarazo, ven mal que se la den a ellas, que “se embarazaron” para tenerla.
Se pregunta Boff como teólogo, siendo en su gran mayoría esas clases acomodadas cristianas: ¿cómo combinan esta práctica perversa con el mensaje de Jesús? ¿Qué es lo que enseñan las muchas universidades católicas y los cientos de escuelas cristianas para permitir que surja ese movimiento blasfemo, pues alcanza al propio Dios que es amor y compasión y que tomó partido por los que gritan por vida y por justicia? La pregunta, en definitiva, es cómo nos dejamos interpelar por el Otro. Parafraseando a Eduardo Rinesi, hoy en la Argentina el escenario de ampliación de derechos abre la puerta a estos nuevos otros. Y aquí cabe preguntarnos: ¿cómo los esperamos, con qué pasión primaria los recibimos? Algunos, no pocos, los esperan con miedo, con recelo, con repugnancia, cruzando de vereda. Otros, en cambio, los miramos con esperanza, con educación universal, con amor, porque estamos convencidos y confiamos en los otros que están llegando, porque sabemos, tenemos la certeza, de que esos otros nos hacen falta, porque esos Otros nos completan.
* Docente UNLZ FCS Colectivo Educativo Manuel Ugarte (CEMU)
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