Dom 20.12.2015
cash

TURBULENCIAS EN LA ECONOMíA DE CHINA

Gigante en movimiento

Para países desarrollados o en desarrollo, la marcha de la economía china es fundamental. Transición del modelo de crecimiento basado en la inversión y exportación a uno centrado en el consumo interno.

› Por Marcelo Justo

Desde Londres

El estallido financiero de 2008 confirmó el papel central que China había ganado desde principios de siglo gracias a su crecimiento de dos dígitos y su plena inserción en la economía global. Esta inserción cambió tendencias que parecían irreversibles como el deterioro de los términos de intercambio entre materias primas y productos manufactureros. Con China se dispararon los commodities, América latina tuvo una década de oro, Africa creció como no lo hacía en mucho tiempo y hasta el mundo desarrollado se mostró chinodependiente.

No sorprende entonces que las noticias sobre la economía china de los últimos meses –caída del mercado bursátil, descenso del crecimiento del PBI, devaluación– hayan golpeado a una economía global vacilante generando pánico en las bolsas de valores. Un estudio publicado recientemente por el matutino británico The Guardian muestra que si el gigante asiático estornuda el mundo se resfría. Basado en la caída de las importaciones chinas en los primeros seis meses (14,6 por ciento respecto al año previo), el informe calculó cuánto perderían los distintos países si se repitiera el panorama en la segunda mitad de este año.

Nadie salió indemne. El motor de la Unión Europea, Alemania, perdería más de 14 mil millones de dólares, Estados Unidos casi 12 mil millones, Corea del Sur 14 mil millones y Brasil sería el más afectado en América latina con pérdidas en torno a los 12 mil millones. Otro estudio, publicado por analistas de la oficina de Hong Kong del banco BBVA, “Midiendo la dependencia de las exportaciones de América Latina hacia China”, enfatizó la dependencia de la región a los vientos de China. Los más expuestos son, en este orden, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Venezuela, Brasil, Panamá, Perú, Chile, Guyana y Argentina. “Brasil es el principal socio de China a nivel regional y es, por tanto, uno de los más golpeados. Argentina es el único país de América Latina junto a Costa Rica que ha experimentado una menor dependencia de China en términos de exportaciones, lo que no quiere decir que no sea también afectado por lo que pase en China”, indicó a Cash uno de los autores del informe, el economista en jefe, Xia Le.

Sea entonces para países desarrollados o en desarrollo, la marcha de la economía china es fundamental. En la reciente cumbre de ministros de finanzas del G-20 el gobernador del Banco Central de China (PBOC), Zhou Xiaochuan y el ministro de finanzas Lou Jiwei intentaron tranquilizar a sus pares señalando que en el resto del año habrá estabilidad financiera, un crecimiento del 7 por ciento y que el gasto estatal crecerá un 10 por ciento, es decir, por encima del PBI. Pero el mismo Jiwei habló de “dolores de parto” en los próximos cinco años mientras China intenta completar sus principales reformas estructurales.

Estas reformas, formalmente planteadas en 2010, buscan una transición del modelo de crecimiento basado en la inversión y exportación a uno más centrado en el consumo interno. Este nuevo modelo más inclusivo quedó fijado en bronce en el plan quinquenal 2011-2015 con su explícito estímulo del consumo mediante un incremento anual de los salarios y un mayor acceso a servicios básicos como salud, educación, vivienda y jubilación.

En términos de salario mínimo el plan fijó un aumento en torno al 13 por ciento anual que, combinado con una inflación del 2,5 por ciento, representa un importante incremento del poder adquisitivo. En relación con la salud y la jubilación el plan planteó una cobertura universal que debía completarse entre 2015 y 2020. Elaborado bajo el gobierno de Hu Jintao, se extendió al actual mandato de Xi Jinping quien, en marzo de 2013, asumió la presidencia con la promesa de sacar a 80 millones de personas de la pobreza gracias a una profundización de estas políticas públicas.

Según el ministro de finanzas chino Lou Jinwei, el cambio de modelo está encaminado. El ministro citó como pruebas la creación de siete millones de empleos durante el primer semestre del año y el hecho de que el consumo está superando a la inversión como componente del PBI. En diálogo con Cash, Xiaolan Fu, especialista china en economía de desarrollo de la Universidad de Oxford, puso estas cifras en contexto. “Dado el ingreso anual de personas en el mercado laboral esta creación de empleo no es suficiente. Igual pasa con las reformas de salud y jubilación. La gente ahorra más de lo que gasta en consumo porque tiene miedo de no poder afrontar una enfermedad grave. Es necesario profundizar estas reformas”, señaló Xiaolan Fu.

Las dificultades de un cambio de modelo para un país de casi 1400 millones de personas, con 33 gobiernos provinciales y cinco zonas autónomas, son muy grandes. La sofisticada Shanghai tiene el salario mínimo más alto del país (unos 1900 yuanes, equivalente a alrededor de 300 dólares) mientras que la atrasada provincia del sudoeste de Guizhou tiene el más bajo (alrededor de 1100 yuanes, unos 170 dólares). La reforma del sistema de salud, que comenzó a plantearse a principios de siglo, tuvo un primer lanzamiento entre 2009 y 2011 y sigue refomulándose.

En los últimos cinco años el gobierno ha invertido más de 500 mil millones de dólares para extender el acceso sanitario a toda la población. No ha sido suficiente. En agosto de este año el presidente Xi Jinping señaló que expandiría la cobertura de salud a enfermedades críticas para fin de año. “China ha pasado de un sistema en que se garantizaba el plato de arroz diario, la atención sanitaria y la educación gratis a una reforma de mercado en que se perdieron todas estas seguridades. Ahora se está buscando recuperar un nivel de seguridad social que es fundamental para el nuevo modelo. Este cambio está en marcha y, por el momento, es limitado”, señaló Xiaolan Fu a Cash.

La inversión, que representaba un 35 por ciento del PIB en 2000 y un 44 por ciento en 2009, se disparó por encima del 50 por ciento con la recesión mundial posterior a la caída del Lehman Brothers. En comparación, el consumo doméstico como motor de crecimiento, apenas superó el 30 por ciento durante este período. El hecho de que, según el gobierno, se haya finalmente quebrado esta inercia y que el consumo esté superando a la inversión es una señal de cambio, pero dadas las dificultades de los últimos meses cabe esperar un avance lleno de zigzags. Según le indicó a Cash Hongyi Lai, director de estudios chinos de la Universidad de Nottingham en el Reino Unido, el mundo tendrá que acostumbrarse a estas turbulencias. “El cambio de modelo puede tomar toda una década e incluso más porque hay muchos obstáculos estructurales y culturales que habrá que superar. El mundo se va a tener que adaptar a estos altibajos porque va a tomar tiempo”, indicó.

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