Hay gente que con solo abrir la boca
llega a todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.
Lima Quintana

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Sin lugar a dudas, Roberto “Bob” Killmeate fue de esas personas necesarias de las que habla Lima Quintana, por múltiples razones, pero fundamentalmente por ese don de soñar, imaginar, tener la capacidad de pensar grandes ideas pero, a la vez, hacerlas realizables. Su larga trayectoria de trabajo, compromiso y logros junto con los artesanos, campesinos, pequeños productores y demás actores de la economía social y solidaria así lo demuestran.

En Patagonia lo conocimos hace más de 25 años, cuando vino a Guardia Mitre (Río Negro) después de haber sobrevivido a la Masacre de San Patricio, donde fueron asesinados sus compañeros palotinos, previo paso por Los Juríes, donde con compañeros campesinos comenzaron a organizar el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase).

En sus primeras conversaciones con las familias campesinas de la Línea Sur de Río Negro percibió el enorme potencial y conocimiento que tenían las mujeres artesanas para ampliar la economía familiar y promover el desarrollo de las comunidades de la región. Hoy el Mercado de la Estepa “Quimey Piuké” de Dina Huapi se ha transformado en unos de los referentes nacionales más importantes de la economía social y solidaria y es un ejemplo de organización asociada para la producción y comercialización de artesanías regionales.

La economía social tenía que crecer en Patagonia, su campo institucional se debía ampliar y el rol del Estado comenzaba a ser importante. Es así como se inició un intenso proceso de participación popular, promovido por Bob, que culminó con la aprobación en la Legislatura de Río Negro de la primer Ley provincial impulsada a través de la iniciativa popular, la Ley Nº 4499 de Economía Social y promoción de Mercados Asociativos que es reconocida y consultada por otras provincias y países de la región.

Roberto tenía muy claro que la dimensión institucional era importante, pero debía ser acompañada por el desarrollo y complejización de las redes y tramas productivas y comerciales. Se entusiasmó y consiguió liderar el Proyecto Guanaco-Estepa para aprovechar integralmente la fibra del guanaco. Así se lograron vincular horizontalmente encerradores y esquiladores; hilanderas, diseñadoras y tejedoras en el circuito productivo y comercial de la estepa rionegrina. La red de la economía solidaria se ampliaba y diversificaba en regiones y tipos de fibras.

Hace unos pocos años Bob visualizó que se daban condiciones para avanzar mucho más y promover e integrar experiencias asociativas en las otras provincias patagónicas. Por eso se trasladó a El Calafate donde inició la construcción de la Red Mapa integrando experiencias de artesanas asociadas en diferentes poblaciones de Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, y Neuquén; la integración de los mercados asociativos patagónicos comenzaba a ser una realidad.

Su última utopía rondaba en torno de integrar aún más a las hilanderas y tejedoras; Bob comenzaba a soñar en un nuevo proyecto, “Ruta nacional 40: Ruta de las Hilanderas”, y en su cabeza comenzaba a cobrar forma la idea de unir a las campesinas hilanderas y tejedoras desde Ushuaia a La Quiaca integrando inclusive a la Red PUNA. Lo llamaba el proyecto del “hilo más largo del mundo”, que daría fuerte visibilidad nacional a la mujer campesina, sus conocimientos, sus valores y su contribución ineludible a los procesos de desarrollo inclusivos.

Fue un promotor excepcional, nunca trabajó solo, sabía reunir y unir a los más diversos; instituciones públicas y privadas; organizaciones de productores, tecnológicas y de fomento; municipales, provinciales, nacionales e internacionales. Conseguía que esa diversidad se uniera, comprometiera y movilizara detrás de sueños compartidos y también de objetivos precisos y muy concretos.

Su muerte fue sorpresiva, inesperada, el 14 de diciembre. Ya se lo extraña y mucho, pero la utopía debe continuar.

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