POLíTICAS PúBLICAS, CRECIMIENTO DE LA RED, INFORMACIóN Y CONCENTRACIóN
Las principales cinco compañías que diseñan el nuevo paradigma de producción (Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook) están redefiniendo los conceptos de valor y capital dominantes durante el siglo pasado.
› Por Juan Kestelboim * y Mariano Kestelboim **
En el último cuarto de siglo se produjo una revolución tecnológica que desencadenó formidables cambios culturales y económicos y originó también el desarrollo de corporaciones de la más alta influencia política en el mundo, con epicentro en Estados Unidos.
Internet no sólo es un nuevo medio de comunicación, se está convirtiendo en una capa de realidad que interviene en los distintos tipos de relaciones humanas: comerciales, afectivas, políticas, académicas, laborales y culturales. Quien controle Internet, posiblemente tendrá la llave del funcionamiento del mundo de los próximos 50 años.
A principios del siglo XX, el fordismo determinó el modelo de producción capitalista de los siguientes 70 años en las economías desarrolladas; así despegó definitivamente los modelos de las economías centrales de las periféricas y terminó de cristalizar la relación asimétrica entre productores de materias primas y de bienes industriales. Hoy, las principales cinco compañías que diseñan el nuevo paradigma de producción (Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook) están redefiniendo los conceptos de valor y capital dominantes durante el siglo pasado. Estas corporaciones están corriendo de lugar el eje de la relación consumidor-producto: los consumidores son ahora una parte inescindible del producto.
La rentabilidad de este modelo de negocios reside en su capacidad de acceder a los mercados globales. Estas empresas están construidas sobre bases muy dinámicas que les permiten llegar rápidamente a millones de usuarios y concentrar mercados a los que la competencia muy difícilmente puede alcanzar por las enormes escalas mínimas que demandan. El teléfono de línea tardó 75 años en tener sus primeros 50 millones de usuarios, el juego Angry Birds de la finlandesa Rovio apenas 35 días.
Otros rasgos significativos que las distinguen son el carácter virtual o aterritorial de su producto; su muy fuerte impronta innovadora, ofrecen servicios que antes no existían y lo hacen de una manera simple y natural, como si ese servicio (o la necesidad de él) hubiera existido siempre. Estas empresas también son multifacéticas; si bien, en principio, parecen orientadas a satisfacer un fin específico, como buscar páginas en Internet o vender libros, una vez que se hacen de una base amplia y fiel de usuarios, comienzan a desarrollar modelos de negocios paralelos que también operan por escala y se potencian entre sí y, de ese modo, se convierten en monopolios de gran poder a nivel global.
Cuando una compañía se alza con el estándar para un determinado servicio, su marca resume popularmente el nombre de ese servicio. Ya no buscamos información en Internet, googleamos. Por último y muy importante, debido a su velocidad de crecimiento, pueden eludir instrumentos de control comercial y fiscal tradicionales de los Estados donde operan.
Argentina, hasta el momento, ha sido un testigo dócil de esta transformación que se impulsa en las economías más avanzadas del mundo. Mientras Estados Unidos capitaliza el cambio con la generación masiva de compañías multimillonarias fantásticamente bautizadas como unicornios que imponen estándares de consumo, otros países, como Inglaterra y Francia, ya empiezan a formular nuevos sistemas legales para proteger sus economías y las nuevas fuentes de valor: usuarios y datos. La pasividad local en materia de regulación podría tornarse muy peligrosa, sobre todo cuando prevalecen otros intereses o no se percibe el rol crucial que el control de la información posee y lo rápido que va creciendo.
En este sentido, un hecho que tuvo poca repercusión en el reciente Foro económico de Davos fue el acuerdo entre el Presidente Mauricio Macri y la número dos de Facebook, Sheryl Sandberg, para que organismos del sector público comiencen a utilizar Facebook At Work (FAW), la solución de comunicación interna desarrollada por la firma liderada por el estadounidense Mark Zuckerberg para agilizar la productividad de empresas e industrias.
No se dieron demasiadas precisiones sobre el convenio. Sólo se difundió que el Ministerio de Modernización de la Nación implementará FAW en un plan piloto. Según informó el portal de noticias iProfesional, a partir de una entrevista con el subsecretario de Gobierno Digital de esa cartera, Daniel Abadie, la red social laboral primero será utilizada por la Secretaría de Gestión e Innovación Pública que incluye a la Subsecretaría de Gobierno Digital y a la Subsecretaría de Innovación y Gobierno Abierto para después expandirse a otras áreas del Estado, según avance la prueba.
De esta manera, Argentina podría ser el primer Estado del mundo en usar esta tecnología, pensada para empresas, en oficinas gubernamentales. Llamativamente, la información pública se almacenará en servidores controlados por una empresa privada, extranjera y regida por la legislación de Estados Unidos.
El sector público es el mayor empleador en el mundo. Por lo tanto, las oficinas nacionales actuarían también como una experiencia piloto para Facebook que se podría convertir en un gran argumento de venta para la compañía. La diputada de Proyecto Sur, Alcira Argumedo, presentó esta semana un pedido de informes al Poder Ejecutivo para conocer los detalles del acuerdo.
Desde ya, vale recordar que, si el gobierno pretende utilizar una intranet de comunicación interna, existen herramientas similares desarrolladas localmente. Argentina es un país con recursos humanos calificados para diseñar nuevas plataformas que se ajusten a sus propias necesidades; su industria del software en los últimos años registró un crecimiento sostenido que podría potenciarse a través de las compras públicas. Éstas son un mecanismo importante de estímulo al desarrollo productivo, en especial en sectores estratégicos donde las escalas mínimas de producción son cada vez más elevadas, como en este caso.
El poder de la información no debería subestimarse y menos frente al tremendo avance de las compañías tecnológicas que basan su estrategia de expansión en la acumulación y organización de información. Por caso, Google, nacida en 1998, se convirtió en un gigante buscando dar la respuesta exacta a cada pregunta; para eso, no solo indexa páginas web: pone a disposición de cualquier persona con acceso a Internet gran parte de la información producida por la humanidad, desde detallados mapas satelitales de todos los rincones del planeta a reproducciones en máxima
definición de las obras de arte de los principales museos del mundo. Esta compañía, ofreciendo otros servicios vinculados –Google Maps, YouTube y Gmail, entre otros–, se posicionó desde febrero pasado como la empresa más valuada del mundo. Con una capitalización bursátil superior a los 546.000 millones de dólares (supera al PBI de Argentina), desplazó a Apple de la cima.
El poder de Facebook, séptima empresa más valiosa del mundo con más de 1590 millones de usuarios, también nutre su negocio de la captación de información. Esta empresa, fundada hace 12 años, consiguió transformar nuestra forma de relacionarnos, convirtió nuestras vidas en álbumes de fotos abiertos y amplió a niveles insospechados nuestra capacidad para absorber información de nuestro entorno.
Argentina tiene 28 millones de usuarios y es el décimo quinto país que más cuentas posee en el mundo. Pasamos dentro de esa plataforma un promedio de 10,5 horas al mes. Todo ese tiempo sumado da un acumulado colectivo de 210 millones de horas produciendo contenidos, clasificando marcas, jerarquizando ideas que la compañía basada en California comercializa en forma de publicidad y servicios. Si dividimos ese tiempo por las 180 horas mensuales que requiere un empleo promedio obtenemos el equivalente a más de un millón de empleos calificados full time que esta empresa norteamericana capitaliza de manera casi gratuita.
Como cualquier compañía, Facebook facilita la infraestructura para que sus empleados trabajen; en este caso, su plataforma. Sin embargo, la singularidad es que allí ingresan millones de usuarios casi de manera cotidiana sin recibir a cambio un solo centavo. El producto de su trabajo, en cambio, es comercializado y capitalizado por la compañía. Los usuarios tienden a creer que están recibiendo un servicio gratuito que de un momento a otro podría ser tasado y, por eso, aceptan la ampliación de los espacios publicitarios y la modificación de las cláusulas de privacidad sin advertir que Facebook ya está obteniendo un beneficio concreto por el uso de su plataforma.
Esta misma lógica es utilizada por la mayoría de las empresas de la economía digital. Twitter, por ejemplo, no valdría nada sin el contenido que generan cada segundo sus más de 300 millones de usuarios en el mundo, entre los que se encuentran la mayoría de los políticos y artistas argentinos más reconocidos.
La tendencia natural de la economía digital es la concentración acelerada de recursos. Pocas compañías dominan mercados de cientos de millones de personas a nivel global. Los nuevos emprendimientos que asoman como potenciales dominadoras de un segmento de mercado son rápidamente adquiridas por los gigantes tecnológicos.
Ningún sector como el de la economía digital ha construido tanto valor en tan poco tiempo. Las firmas digitales descubrieron y explotan con avidez un recurso de valor nuevo: el usuario. Es un recurso estratégico y finito y en la mayoría de los países, esa explotación es invisible a los ojos del Estado y de la sociedad.
No obstante, algunos países ya han comenzado a regular el sector. Con distintas visiones, desde China a Estados Unidos. China optó por cerrar fronteras y desarrollar una industria propia para su inmenso mercado. Francia comienza a multar a las mega compañías para transferir ingresos a otros sectores afectados y a instalar impuestos que permitan redistribuir los beneficios. El Reino Unido intenta repensar la economía digital en términos de beneficios al ciudadano. Estados Unidos empieza a limitar con impuestos el crecimiento exponencial del sector
¿Qué deben hacer Argentina y la región? La pasividad general y la concesión del control de la información pública es la peor estrategia. Los actores que están sacando las mayores ventajas de este proceso cuentan con la inacción estatal y ahora también con su complicidad. El Estado debe
tomar conciencia de que enfrenta una corriente capaz de redefinir las reglas de juego de la economía en el mediano plazo. Se deben planificar políticas públicas orientadas a analizar e intervenir en el sector para preservar y aprovechar los recursos estratégicos propios y orientarlos al desarrollo nacional. Además del riesgo de pérdida de control de información sensible del sector público, entregar nuestro mercado gratuitamente a un coloso tecnológico del exterior también es restar oportunidades a la industria local y su competitividad.
La economía digital ha crecido exponencialmente y se ha vuelto un mercado con tendencias claras a generar inequidades entre los emprendedores. Es hora de evaluar políticas públicas que regulen la actividad como actualmente aplican los países desarrollados y no someternos ingenuamente a sus intereses.
* Especialista en comunicación digital
** Economista. @marianokestel
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux