Domingo, 18 de septiembre de 2016 | Hoy
Por Claudio Scaletta
Para los principales funcionarios del gobierno el reciente encuentro de inversores globales, provincianamente denominado “Davosito”, habría dejado un clima de “euforia” y de “victoria simbólica”, operación que incluyó la definitiva apropiación del metódicamente llamado “CCK”. Aunque lo simbólico no suele ir de la mano de lo contante y sonante, fue suficiente para satisfacer el síndrome de abstinencia de festejos oficiales de los últimos meses. A la garra puesta en la promesa número ochenta y siete de lluvia de inversiones, la primavera próxima habría sumado los “primeros brotes verdes”, a la vez que la providencia judicial agregó la transitoria baja de la inflación, elementos que en el desierto de la macroeconomía permitieron al gobierno abocarse a lo que mejor sabe: el marketing político y la creación de expectativas. Para un modelo que dice basarse en la inversión, una variable que en los números experimenta una fuerte contracción, la escenificación de presuntos futuros inversores internacionales halagando “el cambio” fue una imagen anhelada y buscada.
La primera observación es qué tan verdes y extendidos son los brotes. El primer dato es que, más allá de los transitorios efectos judiciales, la inflación núcleo muestra cierta desaceleración desde los niveles altísimos que había alcanzado, cercanos al 47 por ciento anual en junio. Los factores que explican el freno presente al 43 por ciento son principalmente tres; el tipo de cambio estable, los ajustes salariales por debajo de los precios y la recesión, en ese orden. No obstante, el leve freno inflacionario y el comienzo de la efectivización de los salarios post paritarias, indujeron una menor contracción del poder adquisitivo que, según la consultora Contexto, pasó de caer a una tasa del 10 interanual en junio al 6,5 en el presente. Entre los pocos brotes reales se encuentran los despachos de cemento, que crecieron el 6,6 por ciento en agosto, totalmente comprensible luego del parate inducido en la primera mitad del año, y la recuperación de la venta de automóviles, que refleja sobre todo las ventas reprimidas de 2015 por escasez de divisas, el abaratamiento relativo de los cero kilómetro versus los usados y el excedente de los sectores beneficiados por el nuevo modelo, el agro pampeano que compra camionetas de alta gama. En el margen se cuela también la suba en la venta de motos en agosto. Estos pocos componentes, inflación, despachos de cemento, ventas de autos y motos, fueron suficientes para que muchos economistas comiencen a hablar de punto de inflexión y rebote.
Con brotes y todo, la pregunta de fondo sigue pendiente. Suponiendo que el fondo del pozo se tocó en julio ¿cuáles son hacia adelante los factores que empujarán el crecimiento? En promedio las exportaciones no crecen, la obra pública no es un componente central de la demanda y sigue en el plano de las promesas. Según el presupuesto 2017 se mantendrá un déficit fiscal por encima del 4 por ciento. El déficit comercial aumentará y los rojos del año que viene serán cubiertos por nuevo endeudamiento por 15 mil millones de dólares. Antes que un escenario de crecimiento parece uno de vender la casa para mantener el nivel de vida. Peor aun, la casa sería un activo propio y aquí se financiará déficit con deuda. En consecuencia, todas las fichas están jugadas a la inversión externa, los que explicaría la extraña euforia post Davosito.
En este punto interesa un ejercicio. Imagínese, sin cuestionar causas y números, que las ilusiones y expectativas de los funcionarios PRO se cumplen y llegan inversiones externas en abundancia. Frente a ello cabe preguntarse, ¿existe alguna economía del planeta que haya realizado una transición al desarrollo independiente, cualitativo, con transformación de la estructura productiva, de la mano de la inversión extranjera? La experiencia histórica, local e internacional, muestra que las filiales de las empresas globales se concentran siempre en los sectores dinámicos de la estructura de desarrollo dependiente, de la que forman parte. Hoy como ayer estos sectores de vinculación al mercado mundial, los que ofrecen las posibilidades de negocios sin rupturas, son la agroindustria, la minería y los hidrocarburos, apoyados en las finanzas y la logística de comercialización. También se habla de algunos sectores “nuevos”, como las telecomunicaciones, los servicios de alto valor agregado orientados a la exportación y las energías renovables.
Nótese que a pesar del tic nervioso empresario por disminuir costos laborales se trata de sectores, todos salvo los servicios, con bajísima relación empleo/capital. Hoy las principales firmas globales ya operan en el país en casi la totalidad de estos sectores y lo hacen con alta productividad y generando “empleos de calidad”. Se trata, precisamente, de sectores en los que la demanda de trabajo se encuentra saturada: el de los profesionales altamente capacitados. Las multinacionales conocen la Argentina desde antes que se la cuenten en un prospecto. La pregunta es qué llevaría a las matrices de estas empresas a aumentar las inversiones en el país. ¿La profundización de la economía de mercado? ¿Entonces por qué la inversión extranjera no aumentó en tiempos de Martínez de Hoz? ¿O por qué las firmas globales invierten en China? En el Centro Cultural Kirchner se escucharon algunas respuestas: los empresarios le reclamaron a los funcionarios reglas de juego de largo plazo. Una lectura posible es que quieren saber si el hijo de Franco Macri renovará su apoyo en 2017. Una lectura económica es que las multinacionales invierten donde ganan dinero. Un escenario de inestabilidad sólo se justifica contra tasas de ganancia altísimas. Las ganancias medias y seguras suponen escenarios de estabilidad política que garanticen la seguridad jurídica de largo plazo y sobre todo, la seguridad de remitir utilidades. ¿De qué depende, entonces, la estabilidad política de largo plazo? En el país del presente la respuesta es una sola: del nivel de empleo, la variable más descuidada por la nueva administración, que aumentó el desempleo a la increíble velocidad de un punto por trimestre. Y una variable que, dada la “heterogeneidad estructural” que describían los economistas de la Cepal hace medio siglo, no se resuelve con IED en sectores dinámicos tradicionales.
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