De la Coca a la Meca
› Por Julio Nudler
Si el terrorismo musulmán volteó las Torres Gemelas, otros mahometanos, más dados al comercio, intentan derribar otros iconos estadounidenses, amparados en la consigna del boicot a la satánica superpotencia. Así, el tunecino Tawfik Mathlouthi, afincado en Francia, ha lanzado con gran éxito la Mecca-Cola, que hasta puede encontrarse ya en algunos supermercados de la cadena Auchan. Pero el gran impulso a su producto provendrá, según confía Mathlouthi, de la esperada invasión norteamericana a Irak. El ataque avivará el sentimiento antiyanqui de los árabes. (El empresario no aclara si esa perspectiva le hace desear secretamente la guerra.)
En cuanto a los persas, hace tiempo que cuentan con sucedáneos propios, como la Zam Zam Cola, que sustituyó a la Pepsi, expulsada en tiempos del ayatola Jomeini. Zam Zam ingresó vigorosamente al mercado saudí el pasado verano boreal, gracias al repudio declarado contra Coca y Pepsi. Según el periodista John Tagliabue en una reciente nota, los llamados al boicot son a veces disparatados. Cuenta que en Egipto fueron lanzados panfletos contra la multinacional Procter & Gamble, acusándola de haber bautizado su famoso detergente Ariel en homenaje a Sharon.
Mathlouthi, que rechaza la violencia y visita regularmente Estados Unidos, cuyo dinamismo comercial admira, no basa el éxito de su gaseosa islámica sólo en los sentimientos políticos de los árabes. Por tanto, con ayuda de químicos franceses consiguió que la Mecca sepa casi igual que la Coca. Y se jacta de haber recibido pedidos de otros países europeos e incluso de Estados Unidos. ¿No teme que allí lo boicoteen? De todas formas, como apelación al corazón de los islamitas, en la etiqueta de cada botella se promete que el 10 por ciento de la ganancia irá a un fondo de ayuda a los niños palestinos, y otro tanto a una entidad benefactora local. Lo cierto es que ejecutivos de Coca-Cola reconocen que el boicot está dañando sus ventas en varios países. Pero quizá compensen con toda la gaseosa que se echarán al garguero los bravos soldados de George W. Bush.