BUENA MONEDA
¡No es el dolor, coño!
Por ALFREDO ZAIAT
› Por Alfredo Zaiat
El buque llegará al puerto de Buenos Aires el 11 de marzo. El “Cecilie Maersk” partió de Valencia con 280 toneladas de medicinas y alimentos. Ese cargamento fue integrado con donaciones realizadas por españoles desinteresados. Sensibilizados por la crisis argentina, los estibadores portuarios que cargaron las cajas durante cuatro días no cobraron por su trabajo. La organización de esa cruzada estuvo a cargo de la Fundación Mensajeros de la Paz, cuyo titular es el sacerdote Angel García. La Iglesia de España recaudó en un fin de semana de 5 a 7 millones de dólares, según quien lo estime, destinados “a los pobres” de Argentina, en 77 mil misas realizadas en 23 mil parroquias de toda la península bajo el lema “Argentina nos duele”. Esa campaña nacional fue convocada por la Conferencia Episcopal Española y Cáritas España con el objetivo de sensibilizar a los españoles sobre la difícil situación social, económica y financiera de Argentina. Varios clubes de fútbol, Real Madrid, Rayo Vallecano y Atlético Madrid, también lanzaron colectas propias. Resulta tentador caer en el lugar común de pensar “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”. Pero, y en cierta manera tropezando con ese riesgo, no deja de ser interesante ingresar en la lógica del comportamiento de los españoles con respecto a la crisis argentina.
La dádiva es la actitud culposa de aquellos que ostentan riquezas frente al menesteroso. Limosna que sirve para reproducir el modelo de inequidad, al tiempo de acentuar la relación de sumisión del desdichado, que va perdiendo así lentamente su dignidad. Decoro que va virando a un acto de autohumillación inconsciente al terminar agradeciendo esas monedas arrojadas al gorro desflecado. Así se va consolidando un modelo de relación poderoso-débil, sin cuestionar las bases de esa estructura injusta de la distribución del ingreso.
España, con su merecida y bien pagada integración al mundo desarrollado de la mano de la Unión Europea, tiene los vicios del nuevo rico. Sus empresas con millonarios intereses en Argentina y el gobierno de Aznar acompañando sus reclamos en una política zigzagueante de dureza y gestos de apoyo no pueden hacerse los distraídos de las causas que sumergieron al país en semejante crisis. No son víctimas, como gustan presentarse aquí y afuera, sino uno de los tantos protagonistas de la debacle.
Las oscuras negociaciones con el menemismo, la sospecha de corrupción en las privatizaciones que tuvieron a los españoles como actores relevantes y las vidriosas renegociaciones de esos contratos forman parte de ese menú de responsabilidades. También la fijación de tarifas elevadas, facilitando así la obtención de rentas extraordinarias, giradas con celeridad a sus casas matrices en Madrid para mostrar balances impecables ante accionistas exigentes. Esas tarifas (de teléfonos, luz, gas y naftas) provocaron una menor capacidad de compra disponible de la población, al tener que destinar una creciente porción del presupuesto familiar a cubrir el gasto de los servicios públicos. A la vez, descolocaron junto al retraso cambiario a la producción argentina en la carrera de la competitividad. Esas tarifas en dólares se ubicaron durante la década del 90 muy por encima del promedio ante cualquier comparación internacional de empresas de servicios públicos, tanto europeas como estadounidenses.
Y no sólo fueron las compañías privatizadas. También bancos españoles operaron en la plaza local, con las conocidas cualidades de ese mercado: tasas altas, proveedor de recursos al Estado e ineficiencia operativa, costos que terminaron siendo transferidos a empresas y particulares, con ganancias espectaculares para las entidades financieras.
“Los sectores más pobres y populares de Argentina están padeciendo las consecuencias más hirientes de la crisis por la que está pasando esta nación hermana”, dijo el padre José Fernández, al oficiar la misa de 19 en el Santuario de Santa Gema. Los fieles españoles no deberían ser los contribuyentes, simplemente porque así expían culpas que les son ajenas. Y porque la crisis argentina no se soluciona con dádivas, sino con nuevas reglas de juego con los españoles, no con el pueblo y sí con sus empresas, que la limosna busca evitar y confundir.