BUENA MONEDA
No es tan así
› Por Alfredo Zaiat
La manipulación de la información del gobierno de José María Aznar sobre el atentado en Madrid es un antecedente bien fresco. También lo es la actuación de la prensa dando verosimilitud al despacho de la máxima autoridad política española. La jerarquía de la fuente no implica que el periodista tenga que archivar una de sus principales herramientas de trabajo, que es la duda y la repregunta. Esto vale también para la prensa argentina con el gobierno de Kirchner. Si bien las situaciones son incomparables, el brutal ataque terrorista de Atocha y la posición del Fondo Monetario con Argentina se emparientan en la utilización de la mentira en un discurso amplificado en forma acrítica. El reportaje a Anne Krueger, que ha sido un destacado mérito periodístico de la corresponsal de Clarín en Washington, puesto que no hay antecedente reciente de un director gerente del organismo brindando una entrevista exclusiva a un medio argentino, reúne una sucesión de falacias que no merecen pasarse por alto.
–¿De cuánto tiene que ser el superávit para que no perjudique el crecimiento? –preguntó Ana Barón a la otra Ana.
–Turquía, que tuvo un gran problema en el 2000, decidió honrar sus obligaciones. El superávit fiscal es 6,5 por ciento y el crecimiento llegó al 8,5 por ciento. Es decir, tiene más crecimiento desde que resolvió ese problema. Ahora el crecimiento de Brasil está aumentando bastante rápido.
Ahora bien: para salir de su crisis Turquía recibió uno de los paquetes financieros de rescate más abultado del FMI y del G-7. Krueger no ignora, pero no lo menciona, que Turquía es un país que tiene un papel geoestratégico clave para las potencias occidentales, lo que le reporta un tratamiento preferencial del bloque de países ricos. Además de que no son comparables el superávit turco con el argentino, entre otros motivos por los recursos que pierde aquí el fisco con la privatización del sistema previsional. La evaluación sobre lo que afirmó Krueger respecto a Brasil es más sencilla: el gigante del Cono Sur no creció en 2003, año en el cual comprometió un superávit fiscal del 4,25 por ciento del PIB para pagar la deuda. La economía retrocedió 0,2 por ciento, y no bajó más debido a que Brasil se benefició también del boom de la soja y de elevados precios internacionales de los commodities. Los pronósticos de crecimiento de Brasil para este año son modestos 3,6 por ciento, que mes a mes son rebajados por consultoras y centros de investigación.
Krueger defendió, además, la asistencia financiera del Fondo durante los ‘90: “Argentina tenía una historia de disciplina fiscal como ningún otro país latinoamericano. Y esta credibilidad llevó a que la gente pensara: cuando se vean en aprietos, las autoridades reaccionarán en consonancia. El país tenía demasiada credibilidad y eso fue parte del problema”.
Con todo respeto, eso no fue tan así. Durante gran parte de la década menemista, la política fiscal fue irresponsable e inconsistente. Se implementó una amplia liquidación de activos públicos mediante privatizaciones, varias de ellas con sospechas de corrupción, para financiar gastos corrientes. El fisco resignó alegremente recursos mediante desgravaciones de las cargas sociales en forma indiscriminada, subsidiando así a grandes empresas que no merecían semejante beneficio. Y los desequilibrios de las cuentas eran financiados con un endeudamiento creciente que lo hacía insostenible. Con supuestos rígidos o flexibles, ortodoxos o heterodoxos, el cálculo del déficit fiscal de los ‘90 no refleja “una historia de disciplina fiscal”. Y lo menos que tenía el país luego de la crisis rusa era credibilidad, puesto que los esquemas de tipo de cambio fijo empezaron a ser mal vistos en los mercados.
Krueger también recuperó la idea del círculo virtuoso: “Para ayudar a los pobres se necesita más crecimiento, porque más crecimiento significa más empleos... Para tener más capacidad (industrial instalada) se necesita más inversión y más financiamiento, y para tener más financiamiento se necesita que se arreglen los problemas”.
La traducción de “arreglar los problemas” para Krueger es pagar más a los acreedores, aumentar las tarifas, dar más compensaciones a la banca, privatizar los bancos públicos y definir la coparticipación federal de impuestos. Después de la experiencia de la década pasada, el ponderado círculo virtuoso ha mostrado que se trata de una falacia, que simplemente es utilizado para engañar a la mayoría con un futuro venturoso mientras que en el presente se definen transferencias millonarias al bloque de poder económico.
Krueger tampoco es leal a su propio pensamiento cuando dice que “hubo el intento de seguir una política de déficit cero hasta julio 2001. Si eso hubiera funcionado, podrían haber superado el problema (la crisis por el estallido de la convertibilidad)”. Ella era una de las voces internas del FMI que sostenía que el régimen cambiario del 1 a 1 era inviable y que Argentina tenía que devaluar. Ese diagnóstico fue expresado ante un grupo de economistas argentinos en Washington, encuentro informal que fue consignado en su momento por Página/12 (12 de julio de 2001).
Krueger no es Aznar, pero el embuste los ha unido.