Dom 20.02.2005
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BUENA MONEDA

"Excedente bruto de explotación"

› Por Alfredo Zaiat

Cuando se debaten cuestiones de la economía resulta imprescindible coincidir en conceptos básicos que involucran esa discusión. En caso contrario, lo que puede ser un diálogo constructivo se convierte en un intercambio de sordos, con saldo desalentador para aquellos que aspiran a lograr una síntesis superadora de la controversia. Cuando se habla de salarios, por caso, algunos pueden pensar que los sueldos son “una gratificación que entrega el empresario a quien hay que agradecerle”. Otros consideran, en cambio, que son “la retribución a la fuerza de trabajo”. Para los primeros cualquier pedido de aumento de salarios se presenta como un afrenta; para los últimos, se trata de mejorar ingresos por laborar. Ciertos economistas buscan profundizar el debate y hablan de “excedente bruto de explotación”, que significa la participación del ingreso que no se llevan los asalariados. Cuando se aborda ese tema con ese último concepto el nivel de la discusión adquiere más sustancia que la que, por ahora, muestra la emprendida por la Unión Industrial, CGT y Gobierno. Esos tres protagonistas parecen más preocupados en no quedar desbordados por los reclamos de movimientos que emergen por fuera de estructuras tradicionales (el caso más reciente fue el de los subtes, y antes el de los telefónicos) que por el recorrido futuro de los salarios.

“Excedente bruto de explotación” es un interesante concepto que durante décadas había sido archivado en las discusiones económicas. Y ese rescate lo ha realizado el Banco Central de la República Argentina en su reciente Informe de Inflación –primer trimestre 2005–, que se ha transformado en uno de los mejores documentos de coyuntura económica. Resulta imperdible y una buena guía de ruta el primer párrafo del apartado “Salarios y precios”, que se transcribe textualmente: “La trayectoria de los salarios y su eventual impacto en precios es uno de los temas que sigue de cerca el BCRA y la pregunta que intenta responder es: ante un aumento del salario nominal, ¿cuánto se traslada a precios?, y por ende ¿cuál es la recuperación del salario en términos reales? En un mercado de trabajo en equilibrio, una proporción importante de los incrementos nominales de los salarios que no responden a aumentos de productividad debieran ser trasladados a precios. Sin embargo, el importante aumento en el excedente bruto de explotación (–se repite–: la participación del ingreso que no se llevan los asalariados) a nivel agregado, generado por el fuerte cambio en los precios relativos, posibilitaría una recomposición salarial sin que necesariamente sea trasladada a precios finales, aun cuando estos aumentos no sean convalidados por una mayor productividad”. Concluye que esa es la situación de los sectores productores de transables (industria y agro) beneficiados por la mejora relativa de su actividad fruto de la devaluación. Diferente es el panorama para el sector de servicios, que podría trasladar a precios aumentos de salarios siempre y cuando el mercado lo convalidara.

Notable y bienvenido un documento oficial que evita lugares comunes y la ignorancia sobre la dinámica económica que durante décadas se le ha impuesto a la sociedad. Falacias presentadas como verdades absolutas tales como la identidad emisión=inflación o aumento de salarios=inflación, en realidad, buscan simplemente preservar nichos de privilegio y superganancias.

Como la tensión trabajadores-empresarios es, en definitiva, una relación de fuerzas, agitar el fantasma de la inflación es el arma más eficaz para encolumnar voluntades con la meta de disciplinar los reclamos de mejoras salariales. En la práctica, la poca o bastante inflación que hubo desde la salida de la convertibilidad le corresponde a la respuesta de los empresarios a la devaluación más que a los ajustes de salarios. La inexistencia de cláusulas indexatorias en los salarios fue la exagerada contribución del mundo del trabajo para contener el aumento de precios: los ingresos reales registraron en promedio una caída del 24 por ciento durante 2002. Desde entonces, el avance fue dispar y moroso en exceso teniendo en cuenta que pasados tres años desde el estallido, los salarios promedio de la economía todavía acumulan una caída del 15 por ciento de su poder adquisitivo, según el Indec.

La principal diferencia que se registró al interior de la dinámica de los salarios tiene que ver con el empleo formal y el informal. Mientras que el primero ya casi recuperó el salario en términos reales, el otro, junto a los trabajadores del sector público, todavía registra una pérdida real de poco más del 25 por ciento. Al respecto, el informe del BCRA ofrece otra lectura atractiva: esa divergencia en la trayectoria de salarios “no se explica exclusivamente por cuestiones de mercado”. Si este y el anterior gobierno no hubiesen dispuesto en total cinco aumentos por decreto a los trabajadores formales, que suman 350 pesos (250 que ya fueron incorporados al sueldo y otros 100 pesos que comenzaron a devengarse el mes pasado), la recuperación hubiese sido mínima. En los hechos, esos ajustes –sin el último aplicado– “representan el 80 por ciento de la suba de los salarios nominales del sector formal privado de la economía”. Esto refleja que los empresarios piensan íntimamente que el trabajador debería agradecerles por cobrar su sueldo, sentimiento que brota de los poros de las declaraciones de estos días del futuro presidente de la Unión Industrial.

En el último año, con un crecimiento de la economía a ritmo chino del 8,8 por ciento, la recomposición salarial en términos reales alcanzó apenas el 3 por ciento. Lo sorprendente –o, en todo caso, patético para comprender el comportamiento de los empresarios– es que en ese contexto de fortísimo crecimiento económico “se habría producido una caída (del salario real) de no haber sido otorgado el aumento por decreto de enero de 2004”, se precisa en el documento del Central.

En ese breve pero contundente apartado del Informe de Inflación del BCRA se insiste en encontrar respuestas a la pregunta clave: “¿en qué medida la economía está capacitada para absorber aumentos salariales?”. Ciertas pistas las brinda cuando se analiza el cuadro adjunto que ofrece ese documento sobre salarios y rentabilidad de los sectores. De él se extrae que en los sectores productores de bienes tuvieron un incremento del excedente bruto de explotación de 18,7 puntos porcentuales desde la salida de la convertibilidad debido a la fuerte alza de la actividad, la suba de precios y el incremento de productividad. “En ese contexto el alza de los salarios podría ser absorbida sin generar necesariamente presiones sobre los precios”, concluye el informe.

En el sector servicios, la situación es completamente opuesta: el excedente bruto de explotación bajó 14,8 puntos en ese período, lo que implica que “será más difícil que sean absorbidos los aumentos de salarios sin que exista traslado a precios”. Sin embargo, en el informe del BCRA se afirma que “teniendo en cuenta que los servicios sólo representan un 35 por ciento de la canasta del Indice de Precios al Consumidor, aun con un traslado pleno a precios de los mayores costos se daría una recuperación del salario real del sector formal”.

Para evitar que los miedos paralicen y que las confusiones desorienten, el reciente Informe de Inflación (páginas 32-33) es de lectura ineludible para los hombres del Gobierno encargados de mediar en la negociación salarial y para todo aquel que quiera entender de qué se trata cuando se habla de la pésima distribución del ingreso que todavía persiste.

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