BUENA MONEDA
› Por Alfredo Zaiat
La promesa es el motorcito que permite desarrollar los vínculos personales, los profesionales y los que se construyen entre instituciones o entre países. Una parte se obliga a dar o hacer alguna cosa y la contraparte espera que ese compromiso se cumpla. A veces, la promesa es confundida con la ilusión, esa representación que aparece en la conciencia sin causa real que la motive. En esos casos, lo más probable es que el saldo sea la desesperanza y la sensación de haber sido engañado. En materia económica, muchas de las promesas son ilusiones y, pese a ello, una y otra vez una legión creciente de incautos deposita deseos o aspiraciones en discursos que son construcciones teóricas que difícilmente se conviertan en realidad. En concreto, las inversiones que prometen liberarse si se cierra un acuerdo por la deuda en default con el Club de París y las reformas progresistas del FMI con el nuevo titular socialista francés, Dominique Strauss-Kahn, se parecen mucho a ilusiones.
El pasivo impago con el grupo de países desarrollados reunidos en el Club de París por poco más de 6000 millones de dólares es un compromiso que tiene la Argentina. Se recibió ese dinero y la obligación es devolverlo si se quiere ir normalizando las relaciones financieras internacionales. La negociación tiene que pasar, como en cualquier otra deuda en mora, por las condiciones de la refinanciación y, en este caso particular, sobre el papel de auditor del FMI que exige ese club de poderosos. Prometer que la clausura de ese capítulo de la deuda impaga es la llave para el arribo de inversiones resulta una excusa política para facilitar o presionar el proceso de arreglo con esos acreedores. Como se sabe, las motivaciones en las decisiones de inversión del capital extranjero no están alimentadas por un acuerdo con acreedores. Si bien es mejor tener un horizonte despejado en ese campo, no resulta la clave principal en el flujo de esos capitales. Se trata simplemente de una ilusión presentar un futuro cierre de las negociaciones con el Club de París como la apertura de la puerta de millonarias inversiones. Como no será así, luego esa ilusión se alentará con la necesidad de ofrecer una propuesta a los bonistas que quedaron fuera del canje. Y después será cualquier otra cuestión “fundamental” para convertirse en un “país serio”, y siempre faltará algo más para terminar de seducir a la esquiva inversión extranjera.
Otra de las promesas que se han presentado con fuerza se refiere a la reforma del Fondo Monetario Internacional para que ese organismo desprestigiado sea útil para el desarrollo de los países periféricos. Las excesivas expectativas depositadas en la gestión DSK, que recibió el apoyo explícito del Gobierno, desconoce la historia y el actual estado de esa institución, además de la extrema dificultad que implica modificar el funcionamiento de una megaestructura burocrática internacional. El viernes pasado se realizó la conferencia “Reforma del FMI: una perspectiva latinoamericana”, organizada por la Fundación Friedrich Ebert de Argentina y el Grupo Fénix de la UBA, donde se presentó un esclarecedor documento elaborado por Roberto Frenkel. En ese paper se presentan los problemas que enfrenta el FMI:
1. No está cumpliendo sus funciones tradicionales y no se vislumbran las nuevas.
2. Los ingresos son insuficientes para cubrir sus costos operativos.
3. No ha jugado un papel relevante en la discusión de los desbalances globales, a pesar de que esa cuestión se encuentran el corazón mismo de la institución.
4. Adolece de crisis de legitimidad.
5. Se desconfía de su orientación intelectual y de la calidad de sus recomendaciones de política.
En las soluciones a esos problemas, con ese diagnóstico compartido por diversos analistas, Estados Unidos es el actor que define la orientación más allá de que la titularidad del organismo recaiga en un europeo y, en esta oportunidad, en un socialista con ansias de reforma. Por ahora, el dueño del circo no ha manifestado intención de encontrarle sentido al funcionamiento del FMI, más aún cuando una de las cuestiones más relevantes –los desbalances globales– lo tiene como principal responsable. Por el contrario, Frenkel explica que Estados Unidos ha sumado al FMI en la orientación que tiene sobre ese tema: “Responsabilizar a la política cambiaria de China y a otros países superavitarios por el problema, y presionar para que las supuestas medidas correctivas sean adoptadas exclusivamente por dichos países”. Y agrega: “que el FMI esté ausente de las grandes cuestiones financieras internacionales que afectan a Estados Unidos y los países desarrollados está lejos de ser una novedad. El FMI ha sido una institución enfocada en los países en desarrollo y controlada por Estados Unidos”. Frenkel, que es uno de los economistas locales más destacados, arribó a una conclusión que transforma la promesa de una eventual reforma del FMI en desilusión: “Más de lo mismo”, sostuvo.
Argentina puso en ridículo al FMI, a su staff ejecutivo y a sus técnicos. Y el resto de los países, con los antecedentes de las traumáticas experiencias de las crisis de Rusia, Argentina y Turquía, coincidió en reducir la vulnerabilidad frente a la volatilidad de los flujos de capital y los shocks externos negativos. Para ello, la política que aplicaron fue la de una flotación administrada del tipo de cambio, acumulación de reservas y superávit de cuenta corriente. Frenkel señaló que “la doctrina oficial del FMI no parece reconocer las virtudes del nuevo contexto para los países en desarrollo y sigue recomendando políticas macroeconómicas de flotación pura e inflation targeting”. Esto significa apreciación del tipo de cambio y dejar de acumular reservas, con la consiguiente reducción del superávit de cuenta corriente y de la tasa de crecimiento. O sea, preparar el camino para otra crisis. Por ese motivo, Frenkel apuntó con inteligencia que “sigo pensando que, por ahora, al Fondo es mejor tenerlo lejos”.
En concreto, las dos promesas –inversiones luego de acordar con el Club de París y la reforma del FMI– se unen en la ilusión de que el Fondo firmará un cheque en blanco al actual programa argentino. Ese aval –se sostiene– brindará vía libre para definir un convenio por la deuda acumulada con las naciones que integran el grupo de los poderosos. En los hechos, el Fondo dará su veredicto en los tradicionales informes anuales del denominado Artículo IV, que difícilmente sea elogioso. Después, en el mejor escenario, el Club de París podrá abrazarlo para justificar un acuerdo de refinanciación, más como gesto formal y político que como respaldo al plan. Así quedará otra vez en evidencia que el actual esquema de poder y la concepción sobre la economía que tiene el FMI siguen siendo los conocidos. Como lo expresó Frenkel: “Más de lo mismo”.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux