BUENA MONEDA
El síndrome Moisés
› Por Alfredo Zaiat
El relato bíblico indica que la travesía por el desierto del pueblo hebreo conducido por Moisés duró cuarenta años. Fue tan prolongado el lapso desde la salida de la opresión de Egipto hasta llegar a Canaán sólo para provocar la renovación generacional, de padres esclavos que llegaron a dudar del poder de Dios a hijos libres. Moisés tampoco pudo ingresar a Canaán, según se relata en la Biblia, por una orden de Dios. Murió en el monto Nebo, contemplando la Tierra prometida a sus pies. Puede parecer exagerada, y en realidad lo es, pero la relación de esa historia bíblica y la conflictiva relación con el FMI facilita entender un poco más lo que a esta altura es una negociación absurda. El gobierno de Duhalde se ha sometido a los caprichos del organismo financiero internacional para cerrar un acuerdo humillante, que consiste simplemente en refinanciar por un año los vencimientos de la deuda con la propia institución. Duhalde ha cumplido con cada uno de los mandamientos reclamados para llegar a esa dudosa tierra prometida, pero todo hace prever que, como a Moisés, el dios-vocero de los intereses de bancos y privatizadas lo inhibirá de acceder a ella. Esta semejanza expuesta por el economista peronista Eduardo Curia concluye que no se sabe si Duhalde no puede cerrar el acuerdo por su propia debilidad política o, en realidad, no está autorizado para hacerlo.
Después de que el Fondo sacudiera con muy pocos modales la soberbia de Roberto Lavagna, que envió por su cuenta un borrador de la Carta de Intención, cuando históricamente ese vademecum de medidas es elaborado por los técnicos del organismo para que sea rubricado por el ministro de turno, se presenta una oportunidad que también es un desafío. Superar la crisis sin el FMI. No está claro que este gobierno pueda hacerlo, ya ganado por los lobbies y las internas salvajes del PJ. Pero resulta evidente que un acuerdo con el Fondo no mejora sustancialmente el horizonte económico. Más bien, la receta que impone para cerrar la negociación sólo adelanta la prolongación de la crisis.
Si Lavagna pudiera mirar más allá del corralito y el FMI, debería aprovechar las condiciones objetivas que brinda la economía para mejorar las perspectivas de crecimiento. Para ello, tendría que buscar en lecciones aprendidas en la crisis asiática. El economista Zainal Aznam, miembro del Instituto de Estudios Internacionales de Malasia, explica que Tailandia, Indonesia y Corea quedaron bajo control del FMI. Así, detalla el especialista, perdieron libertad para adoptar un enfoque independiente y se vieron obligados a seguir las prescripciones de imponer tasas altas de interés, recortar subsidios y obligar el cierre de bancos. Las consecuencias socioeconómicas de esas medidas fueron desastrosas: aumentaron el desempleo y la pobreza.
Zainal Aznam, además uno de los miembros clave del equipo de asesores económicos de Daim Zainuddin, ministro de Finanzas del primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, que aconsejó abandonar las políticas del Fondo, precisa las características que tuvo ese cambio a la heterodoxia en la estrategia económica:
- Aplicar estímulos fiscales para impulsar la actividad económica.
- Incrementar el gasto destinado a proyectos sociales y determinada obra de infraestructura, de modo de aumentar la inversión pública.
- Ampliar los programas de mitigación de la pobreza.
- Reestructurar las deudas bancarias y empresariales, al tiempo de establecer reformas económicas estructurales en entidades financieras y en compañías privadas.
- Establecer un control de cambio y selectivo de capitales.
Lo más probable es que esas medidas sean insuficientes o incluso que algunas de ellas no se ajusten a las necesidades de la crisis argentina. Apenas describe sintéticamente la experiencia de Malasia, que revela algo tan simple que sin romper con el FMI y la comunidad internacional hay vida sin el tutelaje de ese organismo, y que hasta puede ser que sea más agradable.