BUENA MONEDA
Corrida contra el dólar
› Por Alfredo Zaiat
Después de la sacudida de la hiperdevaluación, saldo de una violenta corrida contra el peso, no hay pocos que piensan que se están generando las condiciones para una corrida contra el... ¡dólar! No se asusten lectores: no ha ingresado ningún virus en la computadora de quien escribe este artículo. Como se sabe, en Argentina siempre se puede estar peor, pero vale recordar que el preciado billete verde llegó a los 4 pesos, para empezar desde entonces una retirada hasta descender a 3,50. Y si no fuese por la activa intervención del Banco Central en el mercado cambiario, la divisa se hubiera desplomado más y a mayor velocidad. Ese retroceso no ha sido otra cosa que una corrida contra el dólar, cuya cotización fue defendida en controvertida decisión por el equipo económico. Con el supuesto de algún orden político hasta las elecciones, que evidentemente se trata de un requisito muy fuerte dada la guerra dentro del peronismo con resultado incierto, la continuación de la fuga del dólar hacia el peso no es descabellada. Para evitar confusiones, el billete verde puede volver a dispararse, pero merece destacarse la principal razón del actual comportamiento que llena de incredulidad a la mayoría. Esta corrida al revés se debe al régimen de control de cambios que se fue aceitando en los últimos meses. Estrategia que, precisamente, quiere anular el Fondo Monetario en sus exigencias para cerrar el acuerdo con Argentina.
El control de cambios, que si bien no es absoluto, permitió capturar parte de los dólares del saldo positivo de la balanza comercial que hasta mediados de año se perdía por impericia del Banco Central. Esas restricciones, que obligan a los exportadores de más de 200 mil dólares a liquidar las divisas en el BC, transitan el mismo camino emprendido por Malasia cuando abjuró de las recetas del Fondo, con resultado exitoso. Aquí también se trabó la fuga de divisas con la bicicleta de la compra de títulos públicos y acciones en la plaza local para cancelar esa operación en el exterior. Ante el indudable positivo efecto del control de cambios, en lugar de flexibilizarlo como pide el FMI, debería perfeccionarse para capturar una porcentaje mayor del superávit comercial.
En un escenario como el actual, descartando un ajuste en el funcionamiento del control de cambios por las presiones de la banca a través del Fondo, el ingreso al mercado de una pequeña porción de los dólares guardados en el colchón provocaría un descenso adicional de la cotización. Si bien la mayoría todavía está muy sensible por el corralito y la devaluación, la estabilidad de las variables financieras puede tentar a ganar una renta apreciable en colocaciones en pesos. Basta con imaginar cuál puede ser la reacción del precio del verde si apenas un cuarto de los dólares del colchón (unos 5000 millones) se canjean por pesos, ya sea para constituir plazos fijos o para consumir apurados por la perspectiva de suba de precios de bienes que quedaron retrasados respecto a la evolución de la divisa.
La extensión de este veranito financiero puede gatillarse con la firma del acuerdo con el Fondo Monetario, que incluso puede incluir un pequeño aporte a las reservas, aunque el saldo a fines del año próximo será mayores pagos que ingresos de los organismos multilaterales.
La eventual baja del dólar le plantea una dilema a Roberto Lavagna, puesto que en esa circunstancia tendría una menor recaudación vía retenciones y deflación, en este último caso si los precios acompañan el retroceso de la divisa. Pero también tiene la oportunidad, reclamada por Eduardo Duhalde, de pasar del veranito financiero a uno de mejora parcial de la demanda doméstica precipitada por una caída de precios.
Más allá de esas especulaciones políticas, la tímida pero corrida al fin contra el dólar muestra que sacándose la anteojera ideológica de la década del 90 no resulta aventurado recuperar la moneda doméstica para intentar ser un país relativamente normal.