EL BAúL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Un país que atraviesa un prolongado período recesivo debe ajustar su consumo global al menor nivel de empleo e ingreso. Las capas medias y bajas de la población, a fin de mantener su consumo de bienes indispensables, deben sacrificar o diferir la renovación de artículos de consumo durables. Cuando la recesión finaliza, ya agotados los bienes de consumo durables, una porción significativa del mayor gasto se destinará a reponerlos. Este estímulo inicial continuaría alimentándose a sí mismo si todo el nuevo gasto se volcase a productos del propio país. Pero si la recesión misma, o políticas anteriores, condujeron a desmantelar el aparato productivo local, la alternativa será proveerse de nuevos bienes de consumo durables en fuentes externas a la economía nacional. La filtración hacia importaciones del gasto en consumo será tanto más intensa cuanto mayor sea el grado de apertura externa del país. Si el país es parte de un esquema de integración (unión aduanera, mercado común, etc.), el grado de apertura externa es máximo, y el nuevo gasto, en lugar de realimentarse a sí mismo, sencillamente expande la economía de los socios externos del esquema de integración. Cuando comenzó la presente reactivación, en 2003, con demasiado optimismo se trazaron pronósticos hacia el futuro, como si la tasa del 11 por ciento fuese sostenible en el tiempo, olvidando que muchas unidades productivas de la Argentina ahora están radicadas y operan desde Brasil. Otra actividad, la construcción de viviendas, actúa con un mecanismo similar, como expuso Prebisch en el Programa de Reactivación de la Economía Nacional (1940): no se importan casas, pero sí sus insumos, sobre todo de viviendas suntuarias. Pero la mayor falta de vivienda se verifica en los sectores populares y medios, necesidad que no requiere viviendas suntuarias. La construcción de casas modestas puede efectuarse con un mínimo de insumos importados. En tanto el otro factor, la mano de obra, puede considerarse consumidor de insumos de fuente local. Un esquema de integración, pues, puede ser empobrecedor, si reproduce en un pequeño ámbito la vieja división del trabajo entre países industriales exportadores de manufacturas y países agropecuarios exportadores de materias primas. En este caso, Brasil y la Argentina. Tardó el gobierno en darse cuenta, pero en su haber debe computarse la rapidez de su respuesta.
El oriental
A diferencia de la de EE.UU., escrita por Thomas Jefferson, la Declaración de la Independencia argentina es poco publicitada. Decía así: “En la benemerita y muy digna ciudad de san Miguel del Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos diez y seis, terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande y augusto objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España; los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la recitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primero, llenos del santo orden de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su virtud la determinación siguiente: -DECLARACION - NOS los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en el nombre y por la voluntad de los pueblos que representamos, protestamos al cielo, a las naciones y hombres todos del globo, la justicia que regla nuestros votos,declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7º, sus sucesores y metrópoli; quedar en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia e impera el cúmulo de sus actuales circunstancias...”. Fue signatario del acta el doctor Pedro Medrano (1769-1840), nacido en Maldonado, Uruguay, quien el 19 de julio pidió que se añadiese a “libre e independiente de” la expresión “... y de toda otra dominación extranjera”, lo que fue acordado por el Congreso. El añadido no aclaraba si la dominación se refería a países extranjeros, organismos internacionales o empresas multinacionales.
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