EL BAúL DE MANUEL
El día. Darwinismo
› Por Manuel Fernández López
El día
Este suplemento, que usted hojea ahora en busca de claves para entender nuestra loca economía es fruto directo del talento e industria de un grupo de economistas profesionales, quienes por su parte adquirieron sus técnicas de trabajo con profesores universitarios. Los docentes de hoy, a su vez, son el eslabón más joven de una larga cadena que empieza, ¿cuándo? O mejor dicho: ¿por qué comienza? Observó el Nobel Gunnar Myrdal que luego de la segunda posguerra, los países coloniales recién emancipados se dieron nuevos proyectos nacionales, de tinte nacionalista, y buscaron la ciencia y la técnica desarrolladas por el resto del mundo. Franco Venturi, por su parte, vio que en el siglo XVIII, regiones de menor desarrollo relativo que Francia o Inglaterra, al tomar conciencia de su atraso, luego de un cambio político, tal como expulsar a un imperio extranjero (Nápoles), unirse a un país vecino exitoso (Escocia), o instaurarse una monarquía progresista (España), se volcaron a importar ideas, ciencia y técnica creados en países más avanzados y contenidos en libros que se traducían a la lengua común del país. Ese abrirse al cambio científicotecnológico fue el iluminismo o ilustración. Parte de ese cambio fue establecer la enseñanza universitaria de una ciencia joven, la Economía Política. Con nombre de Comercio y mecánica, Filosofía moral, o Economía Civil y Comercio, se crearon cátedras en las universidades de Nápoles y Glasgow y en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de Aragón. De tal modo, el primero en dar una clase de Economía a una audiencia fue Antonio Genovesi, el 5 de noviembre de 1754, en la Universidad de Nápoles. Le siguieron Adam Smith, en la cátedra de Filosofía Moral de Glasgow, y Lorenzo Normante y Carcavilla en Aragón. La Argentina, ex colonia y también muy atrasada, entró en esa historia un medio siglo después –luego del 25 de Mayo de 1810– al crearse en la Universidad de Buenos Aires la cátedra de Economía, el 28 de noviembre de 1823, puesta a cargo de Pedro José Agrelo, quien duró pocos meses, la cátedra se cerró y volvió a abrirse en 1826 a cargo de Dalmacio Vélez Sársfield y luego Juan M. Fernández Agüero. Rosas la volvió a cerrar y, reabierta en 1855, fue confiada a Clemente Pinoli, Nicolás Avellaneda, M. Zavaleta, Vicente F. López, Emilio Lamarca, etc. Por ello, proponemos se instituya el 5 de noviembre como Día del Profesor de Economía.
Darwinismo
A mediados del siglo XVIII comenzó a desarrollarse la doctrina positivista, que alcanzó su cumbre con José Ingenieros, en el siglo XX. Una sección de esa doctrina fue la recepción del pensamiento evolucionista, asociado a obras de Darwin y Spencer, y la elaboración de un racismo según el cual la selección de las especies también se cumplía entre los seres humanos, quienes tendían a luchar por la posesión de recursos escasos, con el triunfo final de los más aptos. El darwinismo social se aplicó a la conflictiva relación del europeo con el indio y a la determinación de pautas que guiasen la nueva inmigración que se establecería en las pampas. Sarmiento tuvo la primacía de propiciar tal política: “al exterminar [los españoles] a un pueblo salvaje cuyo territorio iban a ocupar, hacían simplemente lo que todos los pueblos civilizados hacen con los salvajes: absorbe, destruye, extermina. Si este procedimiento terrible de la civilización es bárbaro y cruel a los ojos de la justicia y de la razón, es, como la guerra misma, como la conquista, uno de los medios de que la providencia ha armado a las diversas razas humanas, y entre éstas a las más poderosas y adelantadas, para sustituirse en lugar de aquellas que por su debilidad orgánica o su atraso en la carrera de la civilización, no pueden alcanzar los grandes destinos del hombre en la Tierra. Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que están en posesión de unterreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la América [del Norte], en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica, la más perfecta, la más inteligente, la más bella y la más progresiva de las que pueblan la Tierra ... la población del mundo está sujeta a revoluciones que reconocen leyes inmutables; las razas fuertes exterminan a las débiles, los pueblos civilizados suplantan en la posesión de la tierra a los salvajes”. Ayer, la tierra escasa justificó matar al indio. Hoy, el petróleo escaso justifica matar al iraquí. Mañana, el agua escasa ¿justificará matar al argentino? No es una posibilidad remota, sino a sólo 50 años. La receta es nuestra, y 50 por ciento de los estadounidenses la apoya para acaparar el petróleo, aunque de él se prive al resto del mundo. ¿Cómo no apoyaría de igual modo el suministro de un elemento esencial a la vida humana?