Domingo, 15 de mayo de 2005 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Los bancos centrales no son otra cosa que bancos creados por el Estado para servir a sus fines: entre ellos, financiar al Estado mismo. Con ese carácter nació en 1668 el Banco Real de Suecia y en 1694 el Banco de Inglaterra. Como tarea afín a la primera, acuñan o imprimen la moneda corriente en el país y regulan la creación de dinero bancario que tiene lugar a través de las operaciones de préstamos y depósitos de los bancos particulares. Esa regulación a los bancos originó operaciones como las de redescuento y de fijación de encajes legales sobre los depósitos. Fueron bancos al servicio del Estado, y por lo tanto precursores del Banco Central, el Banco Nacional (1826), el Banco de la Provincia y Casa de Moneda (1853), el segundo Banco Nacional (1872). El desastroso régimen de Bancos Garantidos (1887) autorizó a una veintena de bancos a emitir moneda. La especulación desatada por tal régimen contribuyó a la crisis del ‘90, que en parte fue superada por la creación de la Caja de Conversión (que tomó la función de emitir moneda) y por el Banco de la Nación Argentina (con las funciones de redescuento, fijación de los encajes bancarios, agente financiero del gobierno, etc.). A fines de siglo, la Caja de Conversión recibió la función de convertir moneda de oro a papel y viceversa. La crisis del ‘30 hizo nacer otros organismos, como la Comisión de Control de Cambios, lo que dispersó aun más las funciones de un Banco Central. La idea de crear una banca central fue discutida en el Banco Nación en 1931 por una comisión informal presidida por Enrique Uriburu y constituida por Ernesto Hueyo, Federico Pinedo, Raúl Prebisch, René Berger, Pablo Kilcher y Ernesto Malaccorto. El ministro Uriburu se negó a crear el banco por un decreto-ley, y el tema pasó al siguiente gobierno y su ministro Hueyo, quien, no conforme con el proyecto Uriburu, convocó al experto británico Sir Otto Niemejer, quien elaboró otro proyecto. En 1934, Federico Pinedo como ministro de Hacienda, encargó a Raúl Prebisch elaborar un proyecto de Banco Central y una reorganización general bancaria, que el ministro sometió al Parlamento y defendió con éxito, dándose nacimiento formal al Banco Central de la República Argentina en mayo de 1935. Prebisch fue invitado a asumir su presidencia, pero entendió que su juventud no cuadraba con tan alta investidura, aunque fue su primer gerente general, cargo que ocupó hasta 1943.
En 1970, luego de premiar a dos de los suyos –Frisch y Tinbergen– la comisión encargada de los Premios Nobel otorgó el preciado galardón a quien fue, posiblemente, el más grande economista del siglo 20 (si consideramos que Keynes y Schumpeter no vivían al momento de crearse tal distinción en 1969). Paul Anthony Samuelson nacía hace 90 años en Gary, Indiana. Muy joven (16 pirulines) ingresó a la Universidad de Chicago, por entonces el máximo centro mundial de elaboración teórica neoclásica. Se dice que allí corrigió en sus clases al maestro Jacob Viner. Luego, merced a una beca, pasó a Harvard, en 1935, interesado por la innovación teórica de la competencia monopolística, debida a Chamberlin. Pronto ocurrió la revolución keynesiana, que tuvo a Harvard como cabeza de puente. Y ahí nomás ocurrió otra revolución científica, la nueva economía matemática, liderada por Von Neumann. En Harvard provocó la admiración de Schumpeter y trabajó de igual a igual con Hansen. Sólo estuvo cinco años, doctorándose con el que sería su libro Fundamentos del Análisis Económico. Tentado por una mejor oferta (profesor adjunto) del M.I.T., que acababa de crear una carrera de economía, se mudó allí. Lo primero que hizo fue renovar el análisis dinámico en economía. La guerra había estallado y participó en comisiones de alto nivel científico. En 1944 lo promovieron a profesor asociado y no tardó en producir un libro que leerían varios millones de estudiantes en todo el mundo, llamado simplemente Economics (1948), conocido aquí como Curso de economía moderna, que no sólo lo hizo rico sino querido y respetado por millones de economistas. Cuando ocurrió la revolución de la programación lineal estuvo en primera fila, y con sus colegas Dorfman y Solow escribió Programación lineal y análisis económico (1958). Joseph Stiglitz editó los dos primeros tomos de sus Escritos Científicos Completos, que reúnen cuatro centenares de artículos, cada uno de los cuales haría la fama de cualquiera. Samuelson ha contribuido a áreas como teoría del consumo, economía del bienestar, dinámica económica, programación lineal y maximización, teoría del capital, comercio internacional, equilibrio general, macroeconomía, economía keynesiana y finanzas públicas. De sí mismo expresó: “En esta era de especialización, a veces pienso de mí mismo como el último ‘generalista’ de la economía”.
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