Dom 06.05.2007
cash

EL BAúL DE MANUEL

› Por Manuel Fernández López

¿Oro? Yo lo conozco

Un tema antiguo de la literatura económica era el de la cantidad de dinero que necesita un país. La respuesta de los clásicos ingleses fue relacionar esa cantidad con el volumen de riqueza que se negocia durante un año. La aparición de los bancos centrales les atribuyó la facultad de regular la cantidad de dinero, y en ello consiste la política monetaria. El problema es fijar cuándo y por qué debe ser mayor o menor la cantidad de dinero. Es decir, qué patrón o bien de referencia se tiene en cuenta para subir o bajar esa cantidad. Hoy y aquí, la cantidad de dinero procura mantener estable el precio de la divisa extranjera, es decir, una cotización del dólar en torno de la banda de 3,08-3,11 pesos. La política económica juzga ese precio como conveniente, tanto para fijar el costo de las importaciones, como para retribuir las exportaciones. A ese precio, y dada la abundante liquidez internacional, la oferta de dólares excede la demanda; el banco ejecuta la política monetaria añadiendo a la demanda de particulares su propia demanda de dólares, y así equilibra el mercado. A esa cotización, y dado el precio internacional de la onza de oro, el precio del bien oro es estable. Por eso este régimen equivale al del antiguo patrón oro. Comprar dólares supone expandir la cantidad de dinero, y para neutralizar tal expansión debe rescatarse una cantidad de dinero equivalente mediante colocación de títulos en las carteras de particulares con capacidad de ahorro. En otro marco institucional, sin embargo, como el que sugiere el rumor de reforma de la Carta Orgánica del banco, éste debería orientar la política monetaria por el objetivo de lograr plena ocupación del trabajo. A este otro régimen le llamó Hicks patrón trabajo. Como ocupar más trabajo se vincula con la existencia de capacidad productiva no utilizada o a ampliar esa capacidad mediante inversiones, el banco debería facilitar el acceso al crédito, a tasas más bajas, a las empresas privadas, y para ello debería expandir la cantidad de dinero, rebajando los coeficientes de encaje bancario, comprando títulos en poder de particulares y de bancos, etc. Vale decir, ejecutando acciones distintas u opuestas a las indicadas en el patrón oro. Si ocurre la reducción del desempleo, el alza de salarios y precios es casi inevitable, y la política económica deberá optar entre moneda estable o plena ocupación, pero no ambas a la vez.


Hablemos del Indec

En estos días que se ha meneado tanto el tema Indec, multitud de entrevistadores se han arrojado sobre sus funcionarios, recabándoles explicaciones de todo tipo. Escuché a uno que, requerido sobre el origen de este organismo, manifestó que nace con la Ley 17.622 y el Decreto 3110/70, lo que coincide con la página web de la institución. Menos mal que tales funcionarios no tienen a su cargo otros capítulos de la historia nacional. En el siglo XIX, y aun antes de la Revolución de Mayo, la compilación estadística fue reclamada por Belgrano, Rivadavia (creador del Registro Estadístico, dirigido por Vicente López y Planes), Echeverría, Sarmiento, Mitre, Vicente Fidel López y otros. Bajo la presidencia de Mitre (1862-68) se creó la Oficina Nacional de Estadística. El primer censo nacional se dispuso en la presidencia de Urquiza (1857) y se concretó en la presidencia de Sarmiento (1869). Ya en el siglo XX, es director de Estadística y Censos Alejandro E. Bunge, quien sobre la base del censo de 1914 mide por primera vez el ingreso nacional argentino (1918) y poco después hace la primera estimación del costo de la vida en la Capital Federal en el período 1910-17. Raúl Prebisch fue discípulo y protegido de Bunge en el cultivo de la estadística. Prebisch conoció a Bunge en el seminario de costo de la vida, que aquél dictaba en la UBA por pedido del decano Eleodoro Lobos. Prebisch visitó en 1923/24 Australia y Nueva Zelanda, y allí contactó al director de estadísticas, el demógrafo George H. Knibbs, y produjo un informe sobre la organización estadística en Australia. En 1924 Bunge elevó al presidente Alvear un plan para industrializar la Argentina, el cual, presentado al Congreso nacional por el ministro de Hacienda Rafael Herrera Vegas, fue rechazado, lo que motivó su renuncia y la del propio Bunge. Acéfala la Dirección de Estadística, en 1925 fue confiada a Raúl Prebisch –que dirigía la Oficina Estadística de la Sociedad Rural– y se desempeñó hasta 1927. Otro nombre en la historia de la Dirección Nacional de Estadística y Censos es el del matemático catamarqueño Fausto I. Toranzos (1908-86), quien pasó por ella luego de la Revolución de 1955. Cuando se llamó “Indec” a la antigua dirección de Estadística, en lo formal fue un cambio de nombre, pero en lo sustantivo tenía detrás un siglo largo de brillantísimas experiencias y también ¿por qué no? unos cuantos errores.

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