Domingo, 9 de septiembre de 2007 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Cuando era niño me decía mi madre: “No mientas, Manuelito, que te crecerá la nariz”; pero su caso confirmatorio nunca pasó del de un personaje de un cuento de Collodi. Más tarde, leí a Popper, crecí, estudié Economía y fui profesor de esa disciplina. Me cansé de decir mentiras, sin advertir que ello causase una elongación de mi apéndice nasal. Ahora estoy dispuesto a ser ministro de Economía (escucho ofertas), y por supuesto no pienso abandonar un recurso que me ha deparado éxitos varios. Algunos ocultamientos son peores que unas simples mentirillas. El que ha estudiado economía sabe que una tasa positiva de inflación reduce en igual medida el poder de compra del dinero. Y en la medida en que el dinero integra la riqueza, esta última se ve menguada. Para que ello no suceda, la reacción más natural es desprenderse del activo (el dinero) causante de una baja de la riqueza. Las dos vías más comunes de reemplazar dinero por activos de valor más estable son: la compra de productos y servicios, o la compra de divisas fuertes. Tal sustitución de dinero líquido por otro tipo de activos, efectuada por todos los poseedores de dinero, es una gran masa de liquidez que pasa a circular. El fenómeno podría llamarse “conducta de mulas”, ya que estos híbridos, fruto de una yegua fecundada por un burro, suelen reunirse para expeler su líquido excrementicio. Aunque no aumente un solo peso la cantidad de dinero (M), el dinero que hay en la economía cambia de manos más veces (V), o circula más velozmente. La cantidad media de dinero (M) por el número de veces que cambia de manos en un año (V), o sea VM, es el gasto monetario total que se efectúa en un año. Un signo de que hay expectativas inflacionarias es que aumenta el factor V. Si el ministro es sincero y dice “habrá inflación”, seguro que la habrá, porque todos desearán anticiparse a que ello pase, se desprenderán de dinero, subirá V, y con ello MV, y ello por sí solo es una presión inflacionaria, que perjudica a todos. Es un buen ejemplo de “profecía autocumplida”. Mejor sería decir “los precios no subieron”, o en todo caso reconocer una tasa de inflación ridículamente baja. Esa mentirilla piadosa, repetida mes tras mes, hará que “algo quede”, como expresaba el dulce amigo Joseph P. G. Y no sólo se aplacan así las expectativas inflacionarias sino también las expectativas de devaluación cambiaria y los reclamos por recomposición salarial.
Las explosiones solares generan manchas en el astro y descargan sobre la Tierra tormentas magnéticas, con efectos sobre la actividad humana, y en particular sobre la agricultura. William Stanley Jevons (1835-1882) alrededor de 1874, basado sobre observaciones astronómicas que establecían un período solar de unos 11 años –lapso coincidente con un ciclo de negocios completo, según observó Juglar en 1860 para Francia, Inglaterra y EE.UU.–, sostuvo que la variación en el número de manchas solares producía variaciones correspondientes en las cosechas, y que por esa vía se originaban ciclos económicos. En 1875, Jevons presentó su hipótesis ante la Asociación Británica: “El éxito de la cosecha en cada año depende ciertamente del clima, en especial el de los meses de verano y otoño. Si este clima depende en alguna medida del período solar, se sigue que la cosecha y el precio del grano dependerán más o menos del período solar, y atravesarán fluctuaciones periódicas durante períodos de tiempo iguales a los de las manchas solares” (1875). Dada la duración del ciclo de las manchas solares, calculado en 11,11 años, Jevons intentó descubrir una periodicidad de esa longitud en la fluctuación de los precios agrícolas. Pero no tuvo éxito, y su fracaso desacreditó la hipótesis. Tan valiosas como aquellas fueron las observaciones y análisis de Carlos García Mata, realizadas 60 años después. ¿De quién hablamos? Es difícil decir. En una nómina de aportes científicos argentinos, así como al lado de Jevons se pone (1835-1882), al lado de Carlos García Mata ponemos (?). Se estima que es argentino, pues su nombre aparece en las páginas de la Revista de Economía Argentina, fundada por Alejandro E. Bunge, y también se los ve juntos al ocurrir, en 1930, la sucesión en el cargo de ministro de Hacienda en la provincia de Santa Fe. Y el estudio de Carlos García Mata “Relaciones solares y económicas: un informe preliminar”, salió en Quarterly Journal of Economics, en 1934, con la colaboración del profesor de Harvard F. I. Shaffner. Ahí aparece adscripto a la embajada argentina en los EE.UU. También el Instituto Alejandro E. Bunge publicó en la década de 1940 un opúsculo con igual título. Fundada la Asociación Argentina de Economía Política (1957), se le ve como socio. Por último, su nombre aparece en 1960, aparentemente radicado en los EE.UU., en una carta al director de Econometrica.
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